El pasado 4 de septiembre, alrededor de las 5:00 p.m., Carolina (42), una TENS del Cesfam Raúl Brañes en San Bernardo, atendía a una paciente desde la ventanilla. De repente, otra mujer visiblemente alterada irrumpió en el recinto y empujó a una anciana que estaba en proceso de inscripción. La mujer, en un evidente estado de agitación, exigía ser atendida de inmediato, buscando prioridad sobre los demás usuarios.
“Venía con la cabeza vendada y me dijo que la habían echado de otro centro, que la habían mandado a este hospital. Pero le expliqué que no era un hospital, sino un SAPU”, recuerda.
Carolina –que al igual que todas las funcionarias de salud entrevistadas para este reportaje prefirió mantener en reserva su verdadera identidad–, cuenta que a pesar de las explicaciones, la mujer se negaba a escucharla y que cada respuesta aumentaba su frustración. “Golpeaba el vidrio con fuerza, temíamos que lo rompiera”, relata Carolina.
Los golpes eran cada vez más fuertes, hasta que en un momento, la mujer se dio cuenta que no podría romperlo. Entonces lanzó un objeto envuelto en papeles hacia la ventanilla. Carolina no supo identificarlo hasta que pasó el shock: era excremento. El vidrio blindado recién instalado impidió que el ataque fuera más grave, pero el impacto psicológico fue inevitable. “Nos preguntamos cuánto más tendríamos que soportar”, expresa hoy con indignación.
El ataque no es el único que ella y sus compañeros han debido tolerar. Han habido otros en los que ha sentido en riesgo su vida. “No solo enfrentamos situaciones humillantes, sino que también agresiones y amenazas. Hemos visto pacientes entrar con armas blancas o pistolas”, relata la TENS.
Carolina ha enfrentado situaciones de riesgo a lo largo de su carrera. A principios de este año, por ejemplo, un hombre drogado ingresó con un cuchillo y amenazó a una compañera y a un médico hasta que Carabineros intervino. Las amenazas, insultos y agresiones “se han normalizado”, asegura Carolina.
La normalización de la violencia que percibe Carolina es real. Se evidenció el mes pasado luego de una violenta balacera que se registró en Bajos de Mena, comuna de Puente Alto, donde desconocidos percutaron más de 150 disparos, y que terminó con una persona muerta y otras tres heridas. Tras este hecho funcionarios del Centro de Salud Familiar Raúl Silva Henríquez denunciaron amenazas de muerte por parte de desconocidos, al menos cuatro sujetos armados intimidaron a los trabajadores del turno de noche, afirmando que “reventarían” el recinto si es que atendían a uno de los lesionados.
La normalización de la violencia en los recintos de salud supera casos aislados como el de Carolina o el registrado en Bajos de Mena. Según datos proporcionados por el Ministerio de Salud a The Clinic, en lo que va del año se han reportado 7.067 agresiones a trabajadores de la Atención Primaria de Salud (APS). Este número representa una cifra alta, considerando que el total de agresiones a funcionarios de salud, incluyendo hospitales, asciende a 7.319 incidentes. En otras palabras, el 96,7 % de los hechos de violencia reportados se dirigen específicamente contra trabajadores de la APS.
La comuna en la que trabaja Carolina, de hecho, es la segunda del país que más registró ataques en sus centros Atención Primaria de Salud con 219 casos.Antofagasta lidera los ataques con 230 casos, en un tercer lugar se encuentra Temuco con 219, la siguen Santiago centro con 207 agresiones y Valparaíso con 166 episodios en contra de los funcionarios de sus centros de Atención Primaria de Salud.
Reportaje de Sebastián Palma y José López para The Clinic