Las llamadas “incivilidades sociales” —conductas que afectan la convivencia en espacios públicos— han cobrado protagonismo en el debate público chileno, no solo por su frecuencia, sino por el malestar que generan entre la ciudadanía. En los últimos días, una seguidilla de episodios ha encendido las alarmas.

Uno de los más comentados fue la “celebración” realizada en el cementerio Parque El Manantial de Maipú, donde un grupo de personas organizó un asado con música a todo volumen. El propio recinto calificó el hecho como “indignante”, acusando que se transformó “un lugar de respeto, reflexión y homenaje en uno donde primó la soberbia, el atropello y la denigración”.

A ese episodio se sumó la creciente ocupación informal del espacio público por parte del comercio ilegal, especialmente en sectores como Estación Central y el barrio Meiggs, donde, según La Tercera, se han instalado patios de comida informales que operan en plena vía pública, ofreciendo desde almuerzos hasta alcohol.

Este martes, la tensión escaló en la estación La Cisterna del Metro de Santiago, donde un operativo de Carabineros y personal de seguridad terminó en enfrentamientos con vendedores ambulantes. Algunos de ellos lanzaron objetos contundentes y se subieron a los trenes para evitar ser desalojados.

Un fenómeno multicausal con raíces estructurales

La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc) 2023 revela cifras preocupantes en la percepción de incivilidades:

  • Consumo de alcohol o drogas en la vía pública: 40,2%

  • Basura y sitios eriazos: 30,9%

  • Fuegos artificiales: 30,1%

  • Comercio ilegal: 25,2%

  • Personas en situación de calle: 24,5%

  • Rayados sin autorización: 18,5%

  • Venta clandestina de alcohol: 11,4%

  • Prostitución o comercio sexual: 5,0%

Además, la encuesta recoge incivilidades asociadas a delitos o violencia:

  • Robos o asaltos en la vía pública: 17,4%

  • Balaceras o disparos: 16,3%

  • Vandalismo: 12,3%

  • Peleas callejeras sin armas: 8,3%

  • Amenazas o riñas entre vecinos: 7,9%

  • Pandillas violentas: 7,8%

  • Peleas con armas: 7,4%

Para el académico Javier Castillo (U. Adolfo Ibáñez), la expansión de estas conductas responde a la erosión de normas sociales compartidas y al debilitamiento de las instituciones encargadas de hacerlas cumplir. En sus palabras: “Ambas condiciones —la legitimidad normativa y la capacidad de coerción— se encuentran hoy seriamente cuestionadas en el contexto chileno”.

El investigador Jorge Fábrega (U. del Desarrollo) agrega que el fenómeno es multicausal y refleja “condiciones económicas precarias, uso de la calle como espacio de sociabilidad, y un deterioro generalizado de la convivencia”. También advierte sobre un cambio cultural en la ocupación del espacio urbano, que ha generado choques entre distintas formas de entender lo público. Ejemplo de ello es la ordenanza municipal “La vereda no es tu quincho”, dictada en Independencia para frenar la instalación de cocinas, sillones y braceros en la vía pública.

¿Y la migración?

En redes sociales, muchos usuarios atribuyen el alza de incivilidades al aumento de la población migrante. Sin embargo, Castillo aclara que no se puede reducir el fenómeno a este factor: “Las causas estructurales remiten a dinámicas macrosociales más profundas. La migración puede incidir, pero no es la causa central”.

Fábrega, por su parte, advierte sobre un choque de percepciones culturales: lo que para algunos migrantes puede ser “alegría o candela”, para residentes chilenos representa ruido, desorden y deterioro, una tensión que define como “una bomba de tiempo identitaria”.

El enfoque del gobierno: recuperar los espacios

Consultada por La Tercera, la subsecretaria de Prevención del Delito, Carolina Leitao, reconoció la relevancia del problema: “Aunque no sean delitos graves, las incivilidades influyen directamente en cómo las personas perciben su barrio y viven su cotidianidad”.

Leitao aseguró que, además de las estrategias contra el crimen organizado y delitos violentos, se están impulsando programas para recuperar el espacio público, mejorar la iluminación urbana, instalar cámaras en zonas conflictivas y fortalecer la prevención comunitaria. “Porque incluso si bajamos los delitos más graves, las personas no se sentirán realmente seguras si viven rodeadas de incivilidades”, concluyó.

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