El Presidente Gabriel Boric ha desechado la oportunidad de convertirse en el Presidente de todos los chilenos. En cambio, Boric optó por ser el Presidente de aquellos que votaron por él en primera vuelta. Lamentablemente, tener el apoyo de menos de 30% del electorado no es suficiente ni para impulsar las transformaciones que prometió ni, peor aún, para avanzar en los cambios que sí generan consenso.
Al optar por ser un Presidente minoritario, Boric ha replicado el gran error de Salvador Allende. Aunque ha evitado decir que no es el Presidente de todos los chilenos, Boric continuamente deja en claro que no tiene interés en ganarse el apoyo de esa amplia mayoría de personas que lo considera demasiado radical, demasiado inmaduro e insuficientemente preparado para ser un buen Mandatario.
Desde que en 1999 se realizó por primera vez una segunda vuelta en elecciones presidenciales en Chile, en las cinco primeras ocasiones, el ganador de la segunda vuelta fue la persona que obtuvo la mayor votación en primera vuelta. Pero en 2021, el candidato con la primera mayoría relativa en primera vuelta, José Antonio Kast, no logró ganar la segunda vuelta. El candidato que llegó segundo en la primera ronda, Gabriel Boric, se impuso con amplia ventaja en el balotaje. Como si eso no hubiera sido suficiente aviso para entender su condición minoritaria, Boric es también el Presidente que menor votación obtuvo en primera vuelta. Lagos en 1999, Bachelet en 2005, Piñera en 2009 y Bachelet en 2013 obtuvieron votaciones en primera vuelta que fluctuaron entre el 44% y el 48%. Sus victorias en segunda vuelta sumaron los pocos votos que les separaban de la mayoría absoluta. En 2017, Piñera obtuvo sólo un 36,6% en primera vuelta. Para ganar en segunda vuelta, debió convencer a un porcentaje mayor de personas que sus predecesores.
En 2021, en una elección altamente fragmentada, Boric sólo obtuvo un 25,8% de la votación en primera vuelta. Para ganar, Boric debió más que doblar su votación en segunda vuelta.
Si bien su victoria en el balotaje de diciembre de 2021 fue incuestionable, Boric nunca pareció entender que ganó con votos prestados. En vez de entender que solo uno de cada cuatro votantes lo apoyó cuando había varias otras opciones, Boric prefirió creer que un 55.9% de los chilenos lo quería en La Moneda—y no que muchos de ellos sólo querían evitar que Kast ganara la elección.
En los 17 meses que lleva como Presidente, Boric parece más preocupado de dejar contentos a sus votantes de primera vuelta que a aquellos que lo votaron en segunda vuelta. Los resultados de la Encuesta CEP entregados ayer jueves dejan en claro que Boric ha vuelto a tener un nivel de apoyo comparable al que recibió en primera vuelta.
Aunque hay momentos en que Boric parece determinado a convertirse en el Boric de la campaña para segunda vuelta, la cabra siempre tira al monte y Boric termina volviendo a sus orígenes y dejando en claro que el verdadero Boric es el de la campaña de primera vuelta. Sus desafortunadas declaraciones revelan sus posturas más radicales, voluntaristas y abiertamente torpes -como decir que aspira a superar el capitalismo- y sus acciones reflejan que está más cerca de los delincuentes con amplio prontuario que buscaron destruir el país en octubre de 2019 que de los chilenos que marcharon durante el estallido social contra el abuso, el amiguismo, el elitismo y el mal uso de recursos públicos.
La verdadera identidad de Boric se ubica en la extrema izquierda y no en la izquierda moderada por la que votaron los chilenos en la segunda vuelta de 2021. Por eso, su apoyo no logra subir del 30%, aunque también por eso no cae por debajo del 25%. Boric es el Presidente de una minoría que lo premia por decir, al menos ocasionalmente, cosas que dejan en claro cuál es su verdadero domicilio político.
La mala noticia es que ese bajo apoyo no es suficiente para gobernar efectivamente. Los legisladores siempre huyen de los presidentes impopulares y los ministros de Estado tienen muchos problemas para avanzar una agenda de reformas impulsada por un presidente impopular. Pero la buena noticia es que Boric puede recuperar su aprobación si se disciplina y comienza a ser el Presidente que prometió ser durante la campaña de segunda vuelta. La única duda es si Boric tiene la disciplina o la voluntad para dejar de ser quien es y convertirse en el Presidente que los chilenos quieren que sea.
Hay pocas razones para ser optimista y esperar que Boric comience a comportarse como el Presidente de todos los chilenos. Lo más razonable es esperar que, en los dos años que quedan de gobierno, Boric continúe zigzagueando. A veces, nos sorprenderá positivamente cuando actúa como hombre de Estado que piensa en todo el país. Pero luego nos volverá a decepcionar cuando aflore su yo más íntimo y vuelva a ser el irreflexivo y superficial líder radical que cree que, con su coalición fragmentada, escándalos de corrupción y una economía que no crece, podrá sepultar al modelo capitalista.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
/psg