El pasado 28 de abril falleció Helmuth Grollmus Scherer (86 años), dueño del histórico molino Grollmus, de Contulmo, en la provincia de Arauco, que fue quemado el agosto del año pasado en un atentado incendiario.

Producto del ataque, Hellmuth Grollmus sufrió heridas cortantes, mientras que su primo, Carlos Grollmus Thiele (80 años), enfrentó la amputación de una de sus piernas como consecuencia de un disparo, y un trabajador, Cristián Cid (49), perdió la visión también por un impacto de bala.

Su familia relató que Hellmuth Grollmus murió sin nunca lograr recuperarse del impacto que le causó el violento ataque y que luego de ese episodio su organismo decayó. Tampoco alcanzó a ver reconstruido su molino, que tenía más de un siglo de antigüedad y que, además, era un emblemático atractivo turístico de la zona.

Es jueves, a casi una semana de su deceso, «El Mercurio» publica una sentida carta enviada por sus hijos –Karin, Christian y Jürgen Grollmus Fritz–, en la que se preguntan «¿Cuándo será ese final?», en alusión a que aún no hay justicia ni reparación tras la tragedia que marcó a su familia.

«Hace pocos días, el pasado viernes 28 de abril, falleció nuestro querido papá, Helmuth Grollmus Scherer, un hombre que a lo largo de su vida demostró generosidad, una conducta intachable y un profundo espíritu de servicio. Fue un emprendedor que conservó y compartió con orgullo su historia familiar con muchos estudiantes, profesionales, turistas, amigos y habitantes de Contulmo, todos interesados en conocer El Molino Grollmus, un patrimonio histórico que fue traspasado de generación en generación», señalan, en la misiva.

Relatan que «colonos alemanes que arribaron a Contulmo hace más de 100 años construyeron esta reliquia con trabajo, tenacidad y esfuerzo, pero sin imaginar que la recompensa de esa contribución genuina sería un ataque terrorista que llevaría a su destrucción, al horror y al odio infundado».

«Justo cuando se cumplieron ocho meses de ese atentado, el 29 de abril, se realizaron los funerales de nuestro papá. Cuesta sobrellevarlo, porque, además de tristeza, hay impotencia», expresan. Afirman que «es evidente que no se puede deshacer la tragedia ni cambiar la historia, pero sí es posible la reparación, el apoyo y respaldo por parte de las autoridades».

«Duele que se mencione a nuestra familia, con nombre y apellido, como ejemplo de víctimas de la violencia, reconociendo ese brutal enfrentamiento como un ‘atentado terrorista’, y señalando, además, que se llegará hasta el final para encontrar a los culpables. Nos preguntamos, ¿cuándo será ese final? Lamentablemente, ni siquiera pareciera haber un principio. Vemos con desilusión cómo las palabras se las lleva el viento, y solo permanece el silencio», lamentan.

La carta concluye señalando que «hay un concepto que se ha usado mucho en este tiempo, y es justicia. Sin embargo, esa definición, al parecer, en estos tiempos cambió su significado. Hoy, las víctimas son quienes estamos entre las rejas, y quienes destruyen, sin razón alguna, gozan de libertad e impunidad».

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