Un insulto presidencial. Sí, eso ha sido la decisión que adoptó Boric el pasado viernes 30, entre “gallos y medianoche”, cuando el año calendario estaba por concluir y millones de personas se aprestaban a celebrar su término, en la esperanza -con escasa base en la realidad, cabe apuntar- de que 2023 pueda ser algo mejor. Inadvertidas (casi) todas, antes de darse los abrazos de rigor, les faltaba todavía conocer la noticia sobre un indulto a doce condenados por graves delitos cometidos durante la “revuelta” de 2019, además de un exfrentista reincidente de nutrido prontuario. Decisión adoptada falsamente en nombre de una paz social en la que no cree, como ha dado suficientes pruebas durante su vida pública. Y a la que en cualquier caso no contribuiría en nada, pues únicamente pone en evidencia, una vez más, que delinquir en Chile resulta gratuito.
Se trata de un auténtico insulto, porque ofende a la amplísima mayoría de la ciudadanía, muy especialmente a quienes padecieron directamente la violencia, el vejamen, la destrucción, los incendios, la violación de la propiedad, la pérdida de empleo, la negación del derecho al libre tránsito, etc.; en síntesis, la delincuencia y el terrorismo desatados de la “revolución de octubre”. También un insulto, porque es una suerte de humillación para quienes tuvieron la obligación constitucional de defender a sus conciudadanos y todavía no han recibido siquiera unas palabras claras y sinceras de gratitud por su entrega, realizada en pleno abandono por parte de sus autoridades políticas; sino, por contrario, más bien incomprensión y hasta persecución. Asimismo, es un insulto a la población, que padece a diario e impunemente la inseguridad y la criminalidad a lo largo de todo el territorio nacional. Es, de paso, un insulto a todas las fuerzas políticas democráticas -y quienes se sientan representados por ellas- que se han ido sumando a la búsqueda de un acuerdo por la seguridad.
Para aquellos que se afanan en argumentar que existirían dos (o más) Boric, uno de izquierda radical hasta la primera vuelta de las últimas elecciones para presidente y otro socialista más moderado que se habría comenzado a dar a conocer para la segunda, esta acción resulta un nuevo mentís, que lo retrata de cuerpo entero. Él es quien siempre ha sido. No se trata de que haya cometido un error, ni actuado sin información fidedigna y suficiente, ni de un involuntario despiste de parte suya, ni tampoco de un forzoso imperativo por el bien común. Ha decidido según le dicta su ideológico parecer de la realidad (y posiblemente sus afectos). Cosa distinta, aunque muy relevante, es que su decisión sea en sí misma mala, dañina para el país, inoportuna para las tareas de algún ministro o inconveniente para el futuro de su gobierno.
Pésimo augurio para la patria, recién despuntando 2023 y considerando que quedan más de tres largos años bajo la actual administración política.
Escrito para La Tercera por Álvaro Pezoa, ingeniero comercial y doctor en Filosofía