Si existiera un indulto para los errores no forzados en política, el Presidente Gabriel Boric estaría en urgente necesidad de recibir ese tipo de borrón y cuenta nueva. Pero como no existen tales beneficios para los presidentes, el inexperto mandatario debe optar por la única vía posible para salir del pozo en el que se encuentra. Boric debe hacer uso, una vez más, de su excusa preferida para dar cuenta del por qué de sus errores no forzados.
El egresado de Derecho que otrora se alzaba como un disruptivo líder estudiantil deberá, más temprano que tarde, reconocer públicamente que se equivocó al conceder esos polémicos indultos a fines de 2022 y deberá comprometerse a no volver a hacer uso de esa prerrogativa presidencial por lo que resta de su periodo en el poder.
Si quiere evitar que la sombra del delincuente Luis Castillo Opazo lo persiga con el mismo dañino efecto que tuvo la sombra del embaucador Rodrigo Rojas Vade para la Convención Constitucional, Boric debe hacer frente a sus demonios octubristas y exorcizarlos públicamente de una buena vez. Esa es la única manera de evitar que su presidencia se termine hundiendo de la misma estrepitosa forma en que se hundió la convención.
A estas alturas, ya queda poco que decir sobre el escándalo que se produjo producto de los irreflexivos e impropios indultos presidenciales que realizó el Presidente Boric en los últimos días de 2022. Es evidente que no se respetaron los protocolos y que el desorden, la improvisación y la falta de criterio dominaron el proceso de aplicación de esa delicada atribución presidencial. Para empeorar las cosas, en los días que han transcurrido desde que explotó este escándalo, la inoperancia y la obsesión por tratar de cerrar artificialmente una herida que tomará tiempo sanar han alargado innecesariamente el costo político para el gobierno.
Pero es evidente que será difícil dar vuelta la página mientras la pregunta más importante en todo el escándalo no haya sido contestada. Mientras el Presidente Boric no responda a la pregunta central de si él conocía el prontuario delictual previo de los indultados cuando decidió otorgarles ese beneficio legal, los intentos de La Moneda por pasar página seguirán frustrándose. Después de todo, la prensa huele ocultamiento de información y parece decidida a transformar este escándalo en el gran tema del verano.
Por eso mismo, lo que corresponde ahora es que el Presidente transparente todo lo que sabía y lo que no sabía sobre cómo se desenvolvió el proceso de indulto y sobre el historial delictual de los indultados -malamente llamados «presos de la revuelta». Sólo cuando Boric haya reconocido qué tanto se involucró en el proceso y qué tanto se informó -o pidió información- sobre la hoja de vida de los indultados, el Gobierno podrá comenzar a dejar atrás el que ha sido el principal error no forzado de esta administración en su primer año. Los otros errores no forzados, que por cierto abundan, fueron fácilmente atribuibles a distintos ministros. Este escándalo, en tanto se produce producto de un indulto presidencial, va a ser más difícil de desasociarlo del Presidente de la República.
Boric tiene poco espacio para salir bien parado de la crisis. Si reconoce que sabía del prontuario delictual de los indultados, el Presidente se arriesga a una acusación constitucional. Si en cambio públicamente dice no haber estado al tanto de los detalles, su liderazgo y capacidad para ejercer con dignidad y altura el cargo queda en entredicho.
Naturalmente, como un niño que hizo algo malo, Boric preferiría desviar la atención hasta que la gente olvide la falta. Pero como la opción de esquivar esa pregunta clave es imposible para un Mandatario que gusta de presentarse como un hombre cercano y abierto al escrutinio público, deberá optar por la opción que menos daño le produzca o, mejor aún, por abrir su corazón y decir toda la verdad, reconociendo lo que ocurrió.
Es cierto que habrá un costo político para el Presidente cuando decida sincerarse ante la opinión pública y reconocer su responsabilidad. Pero igual que cuando hay una espina clavada en el pie, el daño que produce no hacer nada es todavía peor. Con cada día que pasa, el costo de no enfrentar el problema aumenta.
El Presidente Boric necesita un indulto de la opinión pública. El joven Mandatario debe atreverse a hablarle directamente al país y pedir perdón por la responsabilidad personal que le cabe en este escándalo. Mientras no lo haga, y sus asesores y aliados sigan inútilmente tratando de defenderlo, y relativizando el costo político de esa desafortunada decisión, la ya deteriorada imagen del Presidente seguirá hundiéndose.
En cambio, si valientemente reconoce sus errores y pide perdón, los chilenos podrán, tal vez, otorgarle ese valioso indulto que él tanto necesita y que, irónicamente, tan livianamente usó a fines de 2022 para quedar bien con esos fantasmas octubristas que lo seguirán persiguiendo hasta que se atreva a exorcizarlos.
Por Patricio Navia, Doctor en Ciencia Política y profesor de la UDP, para El Líbero
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