El repentino ingreso de Michelle Bachelet a la arena política nacional subraya la compleja situación por la que pasa la izquierda. Después de sentir que por fin podían lograr que Chile se convirtiera en la tumba del neoliberalismo, la izquierda ahora lucha por evitar que el proceso constituyente legitime el mismo contenido que actualmente tiene la Constitución inicialmente redactada en dictadura. Ahora que Bachelet intenta ser la madre que va al rescate de sus hijos que no se toleran mutuamente, Bachelet no parece ser capaz de lograr que las dos almas de la izquierda chilena se pongan de acuerdo.
El fin de semana, la expresidenta Bachelet causó sorpresa al dar a entender que ella estaría dispuesta a ser candidata al Consejo Constitucional (el cuerpo electo de 50 miembros que deberá compartir con el grupo no electo de 24 expertos la tarea de redactar una nueva Constitución para Chile). Pero Bachelet, que considera que su nombre puede ser un salvavidas para el oficialismo, puso una complicada condición. Ella estaría dispuesta a ser candidata siempre y cuando toda la izquierda, desde el Frente Amplio y el PC hasta el PDC, fueran en una sola lista electoral. En otras palabras, Bachelet puso como condición que todos los partidos aceptaran volver al statu quo de 2013, cuando ella era una enormemente popular candidata presidencial.
Aunque todavía quedan algunos días para el 6 de febrero, el día límite para inscribir las candidaturas a la Convención Constitucional, da la impresión de que varios de los partidos de izquierda no aparecen muy interesados en la oferta de Bachelet. La expresidenta ya no tiene el mismo atractivo electoral que en 2013. Además, muchos partidos resienten, precisamente, la decisión de Bachelet en 2013 de abrir la puerta de la exitosa otrora Concertación, al PC y a los rostros emergentes del Frente Amplio. Después de que el FA fracasó en su intento de realizar una toma hostil de la izquierda en la elección de 2017, la victoria de Gabriel Boric en 2021 hizo pensar, equivocadamente, a muchos en el FA y el PC que podían deshacerse de los sectores más moderados de la coalición de centroizquierda para impulsar un programa decididamente más izquierdista: la tumba del neoliberalismo.
Al poco andar, quedó en claro que eran precisamente los moderados de izquierda los únicos que podían evitar que el gobierno de Boric naufragara tempranamente. La impactante victoria del Rechazo en el plebiscito de octubre terminó convirtiéndose en la tumba del sueño de terminar con el modelo que tanto crecimiento y desarrollo trajo a Chile en los últimos 30 años.
Como las elecciones tienen consecuencias, los más moderados ahora le quieren pasar la cuenta a los más radicales en la izquierda. Desde el exsenador Guido Girardi que abogó a no ir en la misma lista que el Frente Amplio y el PC (y se refirió al oficialismo como “la lista del indulto”), hasta el PDC, que ya no quiere seguir perdiendo el poco apoyo que le queda en el centro político, los partidos tradicionales de izquierda no parecen demasiado interesados en ir en la misma lista que el Frente Amplio y el Partido Comunista. Aunque el PS todavía aboga por una lista de unidad –para así consolidarse como los salvadores del Gobierno de Boric– los otros partidos estiman que estar cerca del Gobierno les hará más mal que bien en la votación del 7 de mayo.
Bachelet intentó convertirse en la salvadora que pudiera reconstruir la unidad de la izquierda. Pero varios recuerdan que, aunque ella llegó a participar en la campaña del Apruebo a última hora, su presencia no ayudó a revertir la inapelable derrota electoral que sufrió la izquierda.
Si bien es evidente que el proceso constituyente no producirá grandes sorpresas –porque el Congreso se aseguró de dejar todo amarrado y bien amarrado para que el nuevo texto se parezca muchísimo al actual (la misma Constitución, pero redactada en democracia)– sigue siendo simbólicamente importante lograr una mayoría de los miembros electos en mayo. Si la izquierda va dividida, y la derecha logra una votación sustancialmente mejor que la del Partido Republicano y del Partido de la Gente –la mayoría en la Convención– igual que entre el grupo de expertos, estará por redactar un texto más parecido al actual que uno que rescate algunas de las excentricidades de la propuesta rechazada el 4 de septiembre.
Bachelet sigue siendo uno de los rostros más valorados de la izquierda en el país. Pero el daño reputacional que han hecho a ese sector las desprolijidades, errores y desaciertos del Gobierno de Gabriel Boric hacen que varios partidos de izquierda le quieran cobrar ahora la palabra al inexperto Presidente. Si el Frente Amplio se llenó la boca tratando de distinguirse de los 30 años de la república concertacionista, esa misma república concertacionista no tiene muchas ganas de meterse al barro para rescatar a esos mismos jóvenes que fracasaron en su intento por pasar a retiro a los partidos de izquierda tradicionales. Cuando los hijos ya no quieren vivir juntos, por más que lo intente, difícilmente la mamá logrará volver a unir a toda la familia.
Por Patricio Navia, Doctor en Ciencia Política y profesor de la UDP, para El Líbero
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