Los chilenos somos especiales. Aunque suene duro decirlo, tenemos una gran capacidad para: asumir con sosiego la realidad; acostumbrarnos a ella, y; por sobre todo… autoengañarnos. Negamos con cierta irracionalidad la relevancia de evidencias lógicas y contundentes para convencernos de “una verdad” que, además de no ser tal, es capaz de persuadir a los irredentos.
Es lo que nos ocurre en la actualidad: asumimos que tenemos un gobierno incapaz, que nos estamos acostumbrando a sus excentricidades e improvisaciones, y nos convencemos que sólo se trata de desprolijidades, propias de inútiles imberbes.
Tanto así, que poco se dice de su incapacidad para visualizar con realismo lo que hay detrás de los incendios en la zona sur. Tampoco impresionan las declaraciones inocuas que vinculan la tragedia con un mero descuido de los afectados o con la ola de calor y el calentamiento global.
“A contrario sensu”, esta sagaz pluma advierte: las evidencias indican que el país sufre una agresión terrorista sistemática y profunda que busca, no sólo destruir la silvoagricultura en la zona, sino que alcanzar el desmembramiento del territorio nacional, donde no opere el estado de derecho y desde donde puedan dirigir sus intereses revolucionarios.
Dirán que son teorías conspirativas de “unos pocos chiflados” que no asumen que estas catástrofes suceden de tiempo en tiempo y en todas las latitudes -Canadá, Nueva Zelanda-… y que son graves, claro que sí, pero en ningún caso ponen en peligro la seguridad nacional.
¿Es una visión conspirativa el comprobar la intencionalidad, la simultaneidad, la coordinación, la lógica táctica y estratégica con que se suceden dichos ataques? ¿Es conspirativo interpretar las evidencias de individuos prendiendo fuego intencional?… Si interpretar esos hechos como una peligrosa y sistemática agresión, es una chifladura… entonces, ¿qué es negarlos?
¿Cómo se explica que sean más de 20 los pirómanos sorprendidos “in fraganti”?… ¿Qué motivó la prohibición de venta de parafina en las regiones afectadas?… ¿Los cortes de camino, para impedir el ingreso de brigadistas a la zona, no revelan nada?
Son muchas las interrogantes… pero todo pareciera indicar que se trataría de: una acometida terrorista que progresa en su control territorial; de un gobierno incapaz de dar seguridad; de una sociedad política que prefiere no ver el peligro; de unas Fuerzas Armadas peligrosamente instrumentalizadas, y; de una sociedad civil cuyas instituciones no perciben el riesgo.
Entendida así la situación, es urgente que las autoridades “tomen el toro por las astas” asumiendo con seriedad el deber de gobernar, en vez de dedicarse sólo a “apagar los incendios” (literalmente) y a dar bonos.
En pocas palabras: el Gobierno, dado el curso que ha tomado la emergencia, debiera convocar sin demora a “quienes saben de seguridad nacional”, para que analicen en profundidad la situación y estructuren cursos de acción, realistas y realizables, que permitan enfrentar en forma decidida la crisis, porque, así como van las cosas, la posibilidad de… “que todo se vaya al tacho y que termine mal” es muy alta.
Cristián Labbé Galilea