La crisis de los gigantescos incendios que azotan las zonas centro y sur del país han dejado en claro tanto la gran fortaleza como la paralizante debilidad que mejor describen al Presidente Gabriel Boric. A la vez que Boric es capaz de demostrar genuina preocupación por los que sufren y no tiene temor en mostrarse vulnerable y afectado; el Presidente, una y otra vez, deja en claro que no tiene dedos para el piano cuando se trata de demostrar que el gobierno está en control de la situación. Por eso, a la vez que expresa una admirable y loable cercanía, Boric también alimenta crecientes dudas sobre la capacidad de su gobierno para salir bien parado de esta tragedia y de los inevitables problemas que se vendrán en los 3 años que le quedan en la Presidencia.
Ya se ha repetido hasta el cansancio que Boric es un presidente accidental. Aunque solo obtuvo un 25,8% de la votación en primera vuelta, el exdiputado ganó ampliamente la segunda vuelta porque su rival era demasiado radical. Aunque Boric era el candidato de una coalición radical de izquierda y su propia inclinación es polarizarse hacia la izquierda (como lo demostró con el escándalo de los indultos hace menos de dos meses), en la campaña de segunda vuelta, a fines de 2021, Boric fue más exitoso que José Antonio Kast en presentarse como un moderado.
En el año que lleva en el poder, Boric ha tomado algunas decisiones razonables y otras abiertamente equivocadas. Como intenta aplacar a su base más dura y a su propia conciencia de izquierda radical, Boric a menudo trata de quedar bien con todos. El nombramiento de su gabinete a comienzos de 2022 fue un buen ejemplo de eso. Aunque calmó a los mercados al nombrar a Mario Marcel en Hacienda, llenó el equipo político con inexperimentados compañeros de ruta de la vida dirigencial estudiantil. A menos de una semana de haber asumido el gobierno, la exministra del Interior Izkia Siches demostró que no se la podía con el cargo.
El gobierno lo ha hecho tan mal en tantas áreas y momentos que sus propios aliados celebran cuando pasa una semana sin errores no forzados. Sus simpatizantes repiten que el gobierno está aprendiendo y se dedican buena parte del tiempo dando excusas. La guinda de la torta es que los defensores de Boric a menudo recurren a la comparación con el segundo gobierno de Piñera, el Presidente más impopular en 33 años de democracia, para tratar de convencer a una incrédula audiencia de que Boric no lo está haciendo tan mal.
Con todo, aunque la aprobación de Boric está justificadamente por el suelo, el Presidente es capaz de generar aprecio y cariño en la población. Igual que el compañero de curso que claramente no es buen estudiante, pero es sincero y solidario, Boric genera un tipo de cariño que pocos políticos son capaces de generar. Solo Michelle Bachelet, la Presidenta que mejor personificó la ‘cariñocracia’, supera a Boric en la capacidad para conectar tan fácilmente con los dolores y sueños de la gente.
Lamentablemente para el Presidente, para hacer bien su trabajo, un mandatario necesita más que solo sentir el dolor de la gente. Después del sentido y sincero abrazo, la gente también necesita que alguien la ayude a salir de su complejo problema. Después del abrazo, hay que apagar el incendio.
Ahí es donde Boric y su gobierno están demostrando preocupantes falencias. Por más que el Presidente diga que perseguirán a los delincuentes como perros o que su gobierno no tolerará más violencia en el sur, la gente comprensiblemente tiene serias dudas de la capacidad de la administración Boric para enfrentar exitosamente los desafíos que se le presentan.
Es cierto que todos los gobiernos tienen problemas para dar respuesta a las necesidades de la gente. La capacidad estatal en Chile, aunque muy superior a la de nuestros vecinos, no está a la altura de la que existe en otros países de la OCDE o la que debería tener el país dado su nivel de desarrollo. Pero cuando el aparato estatal funciona mal, es todavía más urgente que los que ocupan cargos de importancia sepan qué es lo que hay que hacer y cómo hacerlo.
El gobierno de Boric ha fallado repetidamente en su intento por estar a la altura de las circunstancias. Ya sea cuando comete errores no forzados o cuando llega tarde a enfrentar problemas que se sabía iban a ocurrir, la administración del Presidente Boric repetidamente ha demostrado que no tiene dedos para el piano.
Tal vez por eso es que, cada vez que queda de manifiesto la incapacidad de su gobierno para abordar debidamente los desafíos que tiene por delante, el Presidente Boric recurre a la mejor arma que tiene para evitar los abucheos. Cuando está en problemas, Boric siempre recurre al emotivo abrazo. Después de todo, si no va a poder solucionar los problemas, quiere que la gente al menos sepa que el Presidente de Chile sufre profundamente con el dolor que tienen los chilenos afectados por la tragedia.
Por Patricio Navia, Doctor en Ciencia Política y profesor de la UDP, para El Líbero
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