Si tenemos en cuenta la definición de “resiliencia” incluida en el diccionario de la RAE – “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos” -, es evidente que Chile ha demostrado tenerla con creces en los últimos años. Resistió la sedición desembozada de octubre de 2019, las veleidades del Congreso, la aventura refundacional de la Convención y, hasta hoy, las confusiones y torpezas de un gobierno con ínfulas.
Cumplido un año de mandato, Boric ha dejado en evidencia que el cargo de Presidente de la República era excesivo para él. Además, todo se le volvió más complicado debido a la mochila ideológica que llevaba a cuestas, o sea, las rudimentarias nociones sobre la sociedad de una corriente que se sentía llamada a redimir al pueblo, corregir la transición y llevar al país hacia un ilusorio horizonte de igualdad.
¿Lo más grave? Todo lo que el gobierno hizo para que fuera aprobado el proyecto de Constitución que elaboraron las izquierdas asociadas en la Convención. Fue una muestra de extremo descriterio político que, si hubiera fructificado, habría empujado al país a una crisis política, económica, social y de seguridad que habría desbordado al gobierno. En La Moneda, deberían estar agradecidos del triunfo del Rechazo.
Los errores oficialistas no se han debido solamente a la inexperiencia, sino sobre todo al hecho de que Boric y sus colaboradores tenían una percepción de la realidad contaminada por el octubrismo. El Frente Amplio y el PC estaban convencidos de que se habían creado condiciones para que el país se convirtiera en “la tumba del neoliberalismo”, que era el modo de proclamar que la economía debía funcionar sobre otras bases, aunque no fueran capaces de articular una alternativa no catastrófica sobre la materia.
Boric ha tenido que reconocer que la realidad era muy distinta a la que se había imaginado, y retroceder respecto de lo que sostenía apenas anteayer. El problema es que ya no hay espacio para nuevos experimentos y necesita gobernar con cierta coherencia si quiere mostrar saldo a favor al final. No está en condiciones de “cambiar el modelo”. Solo le sirve tratar de conseguir avances parciales en los ámbitos que son prioritarios para la población y demostrar que puede gobernar sin llevar a Chile a una crisis institucional.
La economía prácticamente no crecerá este año. Eso obliga al gobierno a ser realista en materia de gasto público y a evitar el despilfarro, pero, sobre todo, a impulsar una estrategia procrecimiento creíble, que genere un clima de confianza en las fuerzas del mercado y aliente la inversión. ¿Está dispuesto a eso el gobierno y, por ende, a considerar seriamente los costos y beneficios de su proyecto de reforma tributaria? La misma pregunta vale para el proyecto de reforma previsional, que busca imponer una reingeniería estatal del sistema, en lugar de propiciar reformas que apunten a mejorar efectivamente las pensiones.
En suma, el mandatario debe precisar hacia dónde quiere ir en el tiempo que le queda. Eso le obliga a redefinir las prioridades. Carolina Tohá lo formuló así: “Es el momento de actualizar la promesa de este gobierno ante el pueblo de Chile, y actualizar la alianza de gobierno que lo respalda”. Fue un modo de decir que hace falta un viraje, y que ello exige modificar el libreto de la obra y el elenco de actores.
Eso bastó para que el PC reaccionara de un modo parecido a cómo lo hizo en el segundo gobierno de Bachelet cuando vio amenazado el programa que concebía como catecismo.
Esta vez, se agrega el temor de que la remodelación del gabinete y del frondoso organigrama de cargos públicos signifique una pérdida de escritorios que hoy ocupan el FA y el PC, con el propósito de beneficiar al PS y al PPD. La diputada Karol Cariola lo dijo de modo transparente: “Si esto se va a transformar en una competencia de cupos o de correlaciones de fuerza dentro del gobierno, entonces mejor cerremos por fuera”.
El segundo año es, pues, una incógnita. Es muy difícil congeniar las dos almas que habitan en el gobierno. Y no es realista esperar una especie de metamorfosis, como a veces parecen creer los dirigentes del PS si su partido toma las riendas. En primer lugar, no pueden tomarlas completamente, pues el Presidente seguirá allí. Solo queda reducir los riesgos, evitar los errores costosos y hacer retroceder las tendencias que han causado daño, como los desatinos en política exterior.
La falta de visión de Estado condujo al segundo experimento constituyente que inicia su marcha con la instalación de la Comisión Experta, el lunes 6. No sabemos qué resultará de todo eso, pero vale la misma consideración hecha respecto del gobierno: esperemos que el experimento no dañe la democracia real.
Dentro de 9 domingos, iremos a votar en una elección que no estaba programada, y que fue impuesta por el afán de La Moneda de tapar su derrota en el plebiscito del año pasado. Es real la posibilidad de que el tiro le salga por la culata.
Por: Sergio Muñoz Riveros para ex-ante.cl
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