La instalación de la Comisión Experta que da inicio a la redacción de una nueva propuesta de Constitución fue una buena noticia para cualquiera que adhiera a una democracia liberal.
Las circunstancias que rodearon su ceremonia inaugural, que despachó en 44 minutos el motivo de la convocatoria eligiendo por unanimidad a su presidenta, Verónica Undurraga, y a su vicepresidente, Sebastián Soto, y designó además a los presidentes e integrantes de sus cuatro comisiones, dan cuenta de un grupo de 24 expertos enfocados en su tarea y concientes que serán evaluados por la calidad de su trabajo y no por sus despliegues de ego, su adscripción identitaria o la pretensión de haber transformado Chile.
Esta sensación, debiera unir a personas con distintas opiniones acerca de los resultados a esperar de este proceso, e incluso a aquellos con críticas a sus etapas previas. Nobleza obliga. Los expertos designados por el Congreso demostraron una comprensión de su misión y una sensibilidad para captar el espíritu con que los chilenos aprecian este proceso (cierto escepticismo, pero también deseos de éxito) que prometen una gestión de primer nivel.
Su debut prestigia también a quienes los eligieron, diputados y senadores, que habían recibido injustas críticas de algunos, y a los políticos que lideraron este proceso, que especialmente en la centroderecha, han pagado altos costos por su persistencia en la tarea.
Es cierto que la vara estaba muy baja y buena parte de este nuevo optimismo por el proceso que se inicia se basa en el contraste con la performance circense de buena parte de la Convención Constitucional y sus pretensiones refundacionales, alejadas del alma nacional.
Pero quienes dieron sustento intelectual a este fallido experimento, los que intentaron pasar de contrabando una Constitución tramposa, están ahora tratando de socavar el actual proceso, criticando su falta de épica e insinuando ya, antes de conocer una coma de la propuesta, su supuesta falta de legitimidad. Ese es el ambiente que se vive en las redes sociales de la izquierda dura.
Se requerirá templanza de parte de los expertos y de los consejeros electos para no dejarse presionar por las fuerzas refundacionales. Igualmente, el Comité técnico de Admisibilidad deberá sostener el cabal cumplimiento de las bases acordadas para el proceso.
Más allá de las formas, que en tareas de esta índole son importantes porque atienden al respeto a los demás, la Comisión experta ha mostrado una diferencia de fondo con el anterior proceso. Se demuestra con hechos, unanimidad en la votación, la voluntad de construir esta vez un proyecto que sea reconocido como la casa de todos, la promesa incumplida que llevó al Rechazo de más de 62% de los chilenos.
Y esta diferencia de fondo nace de una muy distinta dosis de lealtad a la democracia liberal de parte de los diversos actores políticos. Como hace ya tiempo lo escribió el cientista político Juan Linz al estudiar el quiebre de las democracias, hay actores políticos leales a ésta, otros en cambio podrían catalogarse como semi leales y están por último los desleales.
El quiebre de la democracia ocurre cuando los sectores semi leales terminan plegándose a las agendas políticas de los desleales, que incluyen la desestabilización de los gobiernos. Bueno, eso es lo que ocurrió después del 18 de octubre de 2019 en Chile. Ya el 19 de octubre el presidente del Partido Comunista Guillermo Teillier llamaba a renunciar al Presidente Sebastián Piñera y el uso de la violencia extrema (40 estaciones del Metro destruidas es el mejor ejemplo) fue un instrumento para lograr el cambio de régimen político, tarea que se encargaría a una Asamblea Constituyente. Así ocurrió en Venezuela, en Bolivia y en Nicaragua y estuvo a punto de pasar en Chile.
En efecto, como reconoce Linz, la forma de distinguir la legítima protesta que busca un “reequilibramiento de la democracia” para superar una crisis mediante nuevos acuerdos, de lo que son agendas desestabilizadoras de la democracia, es el recurso sistemático y recurrente a la violencia.
En la Comisión Experta hemos visto una representación de sectores políticos leales a la democracia y esperamos que en las elecciones del Consejo Constitucional ocurra lo mismo.
Las legítimas diferencias que los chilenos tenemos acerca de las reglas con las cuales tenemos que convivir y desarrollar nuestros proyectos de vida deben discutirse entre sectores leales a la democracia liberal. Esa es la nueva cultura que ha instalado la Comisión Experta del nuevo proceso constitucional y debiera predominar en adelante.
Por Luis Larraín, economista, para El Líbero
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