Con marzo encima, y todas sus obligaciones… ¿alguien, medianamente sensato se puede aventurar a decir que, en la comunidad nacional, existe algún grado de preocupación (nótese la prudencia, iba a preguntar si a alguien le importaba) por el curso que sigue el Proceso Constituyente, o si algún inquieto contertulio se ha adentrado en la instalación de la Comisión Experta y el Comité Técnico de Admisibilidad?… La respuesta es una sola: ¡no están ni ahí!
Obvio, el comidillo político se concentra en las ya frecuentes desprolijidades y contradicciones, dentro del gabinete y de éste con el Presidente; si bien por absurdas son hilarantes, no dejan de ser, a ojos vista, altamente preocupantes… Ellas dan cuenta de una “acefalia gubernamental peligrosa”. El Presidente no está gobernando, está jugando a ser “Winnie the Pooh” hoy gobierna el equipo político (Interior, Sec. de la Presidencia, Sec. de Gobierno y Hacienda), ojo… y cuyos ADN son muy distintos al del Titular y de sus adláteres.
Dejando de lado esos episodios contingentes, esta prospectiva pluma se pregunta si los partidos políticos, la Sociedad Civil, los Centros Académicos y de pensamiento, han dimensionado las últimas resoluciones de la Comisión de Expertos, donde se definieron los Capítulos que tendrá el nuevo Proyecto constitucional, y donde explícitamente se eliminó el correspondiente a las Fuerzas Armadas.
Lo anterior, que para algunos puede ser algo irrelevante, no lo es para cualquier analista más o menos instruido: esta resolución, además de tener alta intencionalidad política e insospechadas proyecciones… apunta al corazón de unas Fuerzas Armadas históricamente profesionales, despolitizadas, y garantes de la seguridad nacional, interna y externa.
Los argumentos para adoptar esta medida, además de ser febles e inconsistentes, en general se remiten al pasado: “no estaba en la C.P. del 1925 ni en las 1833”; obvio que no… si lo que se está preparando es una Constitución para el futuro, para un sistema institucional que garantice la despolitización de los militares, procurando que su formación profesional y su carrera funcionaria no estén sujetas (ni incentivadas) por situaciones políticas transitorias.
Qué duda cabe, estamos en manos de un grupo “auto definido de Expertos”, muy versados y peritos en rencillas, disputas y cuestiones contingentes, en circunstancias que se requiere un equipo con “visión prospectiva”, que convoque y unifique a una sociedad tremendamente polarizada.
Es lamentable: la Sociedad Política, esa que debería actuar con solidez y firmeza, se ve desorientada, con poca convicción para responder a la amenaza y generar los cambios necesarios; más bien, todo lo contrario, carece de acciones relevantes que representen lo que la comunidad exige.
Por último, es necesario advertir que, históricamente, conductas ideologizadas -como las que ostentan “los expertos”- terminan siendo una trampa, no solo peligrosa, sino mortal. Carl Sagan, en El Mundo y sus Demonios (1997), advertía que toda recomendación propuesta por “expertos reales o supuestos” sin visión de futuro, constituye una avalancha de engaños que delata un menosprecio por la inteligencia del ciudadano común y corriente.
Cristián Labbé Galilea