En estos días, el Presidente Gabriel Boric y su Gobierno de dos cabezas (dos coaliciones, como dice La Moneda) está aprendiendo una lección que debió haber aprendido hace mucho tiempo: como pecas, pagas.
Porque Boric y la oposición de izquierda fueron especialmente irresponsables en su condición de oposición durante el gobierno anterior (2018-2022), ahora el Gobierno sufre de ataques especialmente duros, incluso injustos y excesivos, por parte de una opinión pública que insensatamente cree que hay píldoras mágicas que pueden solucionar los complejos problemas que enfrenta el país.
Durante el cuatrienio de Piñera, los que ahora son Gobierno fueron especialmente imprudentes en sus críticas e irresponsables en las propuestas de soluciones.
Es verdad que el Gobierno de Piñera cometió muchísimos errores no forzados y también actuó con poco criterio. Antes del estallido social de 2019, el Presidente Piñera y su Gobierno (en el que abundaban los yes-persons y escaseaban personas leales que se atrevieran a contradecir al Presidente con argumentos razonables) estaban obsesionados con impulsar reformas que no tenían suficiente apoyo en el legislativo.
La reforma tributaria, la reforma de pensiones, e incluso la reforma laboral (que el gobierno torpemente quiso vender como 180 horas al mes, reemplazando el concepto mundialmente conocido de 40 horas a la semana) estaban estancadas y con pocas opciones de ver la luz mucho antes del estallido. El torpe manejo político ante las protestas por el aumento del pasaje del Transantiago le echó bencina al fuego del estallido. La insensata declaración de Piñera sobre estar en guerra con un enemigo poderoso terminó de hundir su imagen. Al final, para salvarse él y mantener con respirador artificial a su propio gobierno, Piñera aceptó ser cómplice de la mentira de que la solución a los problemas de desigualdad de oportunidades e injusticia social que persistían en Chile era el inicio de un proceso constituyente.
Tres años y medio después, el país sigue atrapado en ese camino, aunque la opinión pública ya haya perdido el interés en esa fallida píldora milagrosa.
Pero, en esos cuatro años, la oposición izquierdista fue especialmente irresponsable en lo que dijo y en lo que hizo. La multiplicidad de acusaciones constitucionales injustificadas, los proyectos legislativos irresponsables y dañinos para la economía nacional, y las declaraciones incendiarias e histéricas contribuyeron a debilitar la institucionalidad democrática del país.
La justificación de la violencia octubrista -el perro negro matapacos fue uno de los ídolos ante los que la izquierda se arrodilló- fue un pecado cuyos costos le tomará años pagar a la izquierda en Chile.
A su vez, la necedad de vender el discurso que la nueva Constitución era la píldora mágica que solucionaría problemas terminó siendo un ídolo con pies de barro que rápidamente se derribó. Recién ahora, con el nuevo proceso constituyente, se ha impuesto la realidad de que se requieren grandes acuerdos y mucho sacrificio para construir un mejor país.
Pero como la mentira siempre tiene costos, mucha gente ya se desinteresó de la nueva Constitución y pocos prestan atención a la campaña para escoger miembros de la Convención Constitucional en la contienda que se llevará a cabo el 7 de mayo.
Como los chilenos premiaron la irresponsabilidad de la izquierda en 2018-2022 votando por uno de sus líderes más vociferantes para que fuera el Presidente de la República, ahora muchos en la derecha ceden a la tentación fácil de actuar de forma irresponsable. En una de esas, los chilenos los premian con la presidencia de la República en 2025.
Pese a que todos sabemos que la crisis de inseguridad y violencia por la que atraviesa el país no es de fácil solución, muchos venden la promulgación de leyes como píldoras mágicas que nos llevarán a una improbable tierra prometida. Otros se apuran en impulsar acusaciones constitucionales contra autoridades con argumentos altamente cuestionables.
El Gobierno, arrinconado, se desespera -igual que el Gobierno anterior-por aferrarse a cualquier balsa que lo pueda salvar. El propio Boric, tomando prestado del repertorio de malas frases del ex Presidente Piñera, ha dicho, usando la metáfora de la confrontación, que “tenemos una lucha como sociedad contra una delincuencia que actúa de manera inclemente”.
Si Piñera, imprudentemente, se tomó un par de horas el 18 de octubre para ir al cumpleaños de uno de sus nietos, Boric con poco criterio, mostró su desconexión con la realidad de Chile al indultar delincuentes con extenso prontuario cuando los chilenos pedían a gritos que el Gobierno trabajara más duro para sacar a los delincuentes de las calles.
Aunque ambos presidentes son muy diferentes en valores y trayectorias, ambos sufren los embates de una oposición irresponsable. El país pagará los costos.
Pero, por lo pronto, Boric probablemente está aprendiendo la dura pero necesaria lección de vida que nos enseña que, muchas veces, como pecas, pagas.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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