Las personas inteligentes cambian de opinión, porque el pensamiento evoluciona, igual como evoluciona cualquier sistema biológico. Por eso, mirar la realidad desde otro ángulo, asumir que en el pasado se cometió un error debiera ser motivo de reconocimiento y no de crítica. Pero hay un factor esencial para que estas modificaciones tengan credibilidad: tienen que producirse con independencia de la conveniencia, del interés personal.
El Presidente Boric y algunas otras autoridades de su gobierno, como la ministra Orellana, declaran que ahora ven el trabajo de Carabineros y el rol social que cumplen de una manera diferente. Ahora no llaman a refundar la policía, ya no los consideran una institución corrupta que viola sistemáticamente los derechos humanos. Asumo, entonces, que ninguna autoridad de esta administración celebraría ahora el repetido insulto ese que terminaba con la expresión “…pero nunca paca”.
Incluso si el cambio no fuera sincero aún así tendría algún valor, porque significa la reivindicación, al menos formal, de una institución esencial para la existencia de un Estado de Derecho eficaz, así como para la seguridad y libertad de las personas. Pero lo verdaderamente importante sería comprobar que el cambio es de fondo, que no obedece a las necesidades que impone ejercer el gobierno; que en el futuro, cuando el actual Presidente sea nuevamente opositor, seguirá respaldando el accionar de la policía para combatir la delincuencia en todas sus formas, incluyendo la de aquellos que con fines políticos destruyen la propiedad pública y privada, se hacen llamar manifestantes e intentan conferirle épica a su accionar antisocial.
Si el cambio del Presidente y de los miembros de su gobierno es auténtico importaría algo muy profundo: una evolución en su pensamiento que modificaría sustancialmente su proyecto político. El Presidente ya no podría creer que lo ocurrido gracias a la violencia “es demasiado valioso”; ya no podría increpar a militares que están cumpliendo el deber que la Constitución y la ley les confiere en estados de excepción. Tampoco podría, en fin, creer que la imposición forzada del orden legal a aquellos que resisten el imperio del Derecho es autoritarismo. Esta nueva visión le llevaría a actuar en el juego democrático de una manera diferente a como lo hizo en el pasado. Nunca más apoyará el intento de derrocar mediante la violencia a un gobierno legítimamente constituido, como lo era el del ex Presidente Piñera. Puestos en la misma situación, la izquierda que él lidera recibiría con aplausos, en las dependencias del Congreso, a los carabineros y no a los delincuentes encapuchados que los atacaban y se hacían llamar “primera línea”.
Es que cambiar de opinión respecto del rol y facultades de la policía es mucho más que declaraciones de buena crianza, es adherir a una visión diferente del orden social de la que ha tenido hasta ahora. Si ese es el cambio, solo puedo exclamar, al decir de una bella canción de Serrat, “sería fantástico”.
Por Gonzalo Cordero, abogado, para La Tercera