Con una pelota antiestrés en la mano, pero visiblemente ofuscado, el Presidente Gabriel Boric bajó a reprender a los medios de prensa en el patio de La Moneda por estar tomándole fotografías, mientras usaba su celular y combatía la ansiedad en su oficina. Más allá de la discusión sobre la libertad de prensa y la calificación (o no) de la privacidad del espacio público, que es muy relevante, lo más complejo de la particular escena tiene que ver con la estabilidad emocional del Presidente de nuestro país.
El Presidente Boric está empelotado. La ofuscación en sus reacciones, la notoria ausencia en pautas públicas y la falta de coordinación interna y externa de su gobierno, son muestras evidentes de la incapacidad que tiene el mandatario de enfrentar el complejo momento que vive su gobierno. No es para menos: en sus primeros 13 meses de gestión, ostenta el triste registro de ser el gobierno con peor valoración de la ciudadanía. A ello se suma un estado de completo descontrol en el país en materias de seguridad, económicas, inmigración ilegal, salud y educación, por nombrar algunas. Y, por si fuera poco, a falta de una coalición de gobierno, tiene dos, que pasan enfrentándose todos los días y que ni siquiera son capaces de apoyar el intento de agenda que busca desplegar el gobierno.
Decía un escritor que los tiempos difíciles creaban hombres fuertes y que los hombres débiles creaban tiempos difíciles. En este caso, pareciera que estamos más cerca de lo segundo, que de lo primero. En medio del estado caótico que vive el país, necesitamos un hombre o una mujer que lidere con fuerza y decisión las soluciones y un camino de salida a esta enorme crisis que enfrentamos los chilenos.
No se trata, por cierto, de minimizar los problemas personales que pueda tener cualquier persona ni inhabilitarlo, en razón de ello, de la posibilidad de ejercer un cargo como el de Presidente de la República y los complejos desafíos que ello conlleva. Se trata de exigirle, una vez en el cargo, que asuma con responsabilidad y madurez esos desafíos y que, ajeno a este tipo de berrinches, cumpla el compromiso que tiene con la nación de desempeñar fielmente el cargo y hacer cumplir la Constitución y la ley.
Millones de chilenos están sometidos a enormes presiones. Las tienen esforzadas jefas de hogar que tienen que trabajar tres turnos para llegar a fin de mes y proveer a sus familias; las tiene la viuda del cabo Salazar, que debe hacerse cargo de su familia luego de que su esposo fuera asesinado sirviendo al país; la tienen los millones de chilenos que esperan en una fila por una atención de salud, que apenas sobreviven con una pensión indigna o alguna de las 100 mil familias que viven en condiciones infrahumanas en un campamento y que sienten como el frío empezó a calar sus huesos y a humedecer sus suelos hace algunos días.
Son ellos, señor Presidente, los que verdaderamente tienen derecho a estar empelotados y que no tienen el privilegio de tener una oficina calentita y una pelota antiestrés para pasar su rabia. Son ellos, señor Presidente, los que le exigen que de una buena vez se ponga a altura de su cargo y comience a gobernar en serio para resolver los problemas del país.
/Escrito por Cristián Valenzuela para La Tercera