Sin contar el arrasador triunfo de Republicanos, el voto nulo fue uno de los grandes protagonistas de la jornada del 7M. Ya a eso de las 18.30, cuando se tenían los primeros resultados en Magallanes, las papeletas que tenían cualquier otra marca distinta a la que presentaban una opción de voto, triunfaban en una mesa. El escenario se repitió en varias oportunidades y en otras zonas del país.

Así las cosas, y aunque las proyecciones daban cuenta de que podría ocurrir un escenario de esta índole, el 16,98% que finalmente obtuvieron los votos nulos no deja de alertar a los expertos, menos considerando que al sumar el 4,56% de los votos blancos, un 21,54% de quienes concurrieron a votar, tomaron alguna de estas opciones.

La cifra no es menos decidora, puesto que la suma entre nulos y blancos supera la adherencia que obtuvieron los pactos del Partido de la Gente (5,48%), a Todo por Chile (8,96%) y a Chile Seguro (21,07%). En tanto, mirando más hacia el vecindario, ese 21,5% deja a Chile en un nivel semejante a países como Perú y Ecuador, quienes están en la parte más alta de la tabla mundial con este tipo de comportamiento.

Como suele ocurrir en estos casos, las interpretaciones para este fenómeno son múltiples. Y es que no sólo se trata de un hecho «poco usual» en los proceso de votación -potenciado, por cierto, por el voto obligatorio-, pero que de todos modos se convierte en una «señal de alerta».

Por un lado, existía ya una alta desafección -o cansancio- ante el nuevo proceso constitucional, esta vez, en manos de la clase política que toma las definiciones y el diseño, y por otro, la eventual desinformación con la que el votante «obligado» llega al proceso; probablemente más preocupado de las urgencias inmediatas, a raíz de los embates que enfrentan en el diario vivir, devenidos de las distintas crisis que atraviesa el país.

El «desgaste» del proceso

Es cierto que el voto obligatorio empujó a los electores a -nuevamente- concurrir a las urnas el domingo; también lo es, que esta elección fue la segunda con mayor participación en la historia de Chile, después del Plebiscito de septiembre. Pero la irrupción de ese 16% de nulos exige una mirada más detallada y lejos de ser subestimada.

En conversación con Emol, Miguel Ángel Fernández, analista político de la UDD, sostiene que «si bien la participación electoral fue alta, el porcentaje de votación efectiva (porcentaje de votantes que emitieron su sufragio válidamente en relación al padrón) alcanza aproximadamente 64%. En otras palabras, uno de cada cinco ciudadanos que concurrieron a las urnas quedaron fuera del proceso de decisión democrática».

«Esto es algo que se debe considerar para futuros procesos, a fin de evitar que se transforme en una constante en un sistema complejo y que tendrá múltiples comicios en un mismo día de elección. Como por ejemplo, la competencia municipal y regional de 2024», comenta.

El académico sostiene que a nivel general, los nulos se explican por dos factores: un voto de castigo o desgaste, y un voto por falta de información que produce que los votantes cometan errores. «En el caso de esta elección ambas hipótesis toman fuerza. La gran batería de elecciones produce fatiga electoral, que se traduce en una disminución del interés por el proceso eleccionario y que termina por arrastrar a los ciudadanos a rechazar a las opciones electores».

¿Quiénes votaron nulo?

Intentar caracterizar la postura ideológica del votante nulo es compleja y ha tenido diversas interpretaciones. Para algunos, se trata de ese votante del Apruebo que, desencantado, concurrió a las urnas. Por otra parte, otros apuestan porque se trata de votantes del Rechazo, quienes, también cansados, buscaban evitar volver a que se diera el debate frente a una opción que ya triunfó en septiembre de 2022.

El analista político Axel Callís, plantea que, a su juicio, esta cifra «no es para ponerse nervioso», a menos que se repitiera en una elección Presidencial, «ahí sí que hay que preocuparse», según comentó a EmolTV.

«El voto nulo es algo que uno ha estudiado toda la vida. Siempre hay personas que tratan de adueñarse o de la abstención o del voto nulo, pero en el fondo obedecen a multicausas. Evidentemente, hay una parte que es rechazo ideológico al proceso. Me imagino que son personas que votaron Apruebo o antes ni siquiera votaban, pero también hay personas que votaron nulo por desinformación, por errores».

Por su parte, la académica e inestigadora Polis, Rosa Fernanda Gómez, también dijo en EmolTV que «acá los incentivos para el rechazo están a flor de piel. Los de más izquierda rechazan desde ya porque no es el procedimiento que querían, y más aún ahora que están representados por parte de los polos que están al otro lado de la vereda, y quizás eso se advirtió en buena parte de los votos nulos».

«Más allá de que algunos especialistas dicen que en un sistema como el que tenemos nosotros, los porcentajes de votos nulos o blancos es ‘normal’, de igual manera, eso se explica porque mucha gente está desconectada del proceso, pero también porque mucha gente estaba por el Rechazo», y en ese sentido, la lógica de ese votante sería «no quiero volver a discutir este tema», comentó la académica.

Falta de información y campaña «acotada»

Otra de las hipótesis que podría apuntar a explicar el porcentaje de votos nulos y blancos es la desinformación con la que llegaron algunos electores a las urnas. De hecho, esta misma inquietud se le planteó la noche del domingo a la ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo, quien descartó responsabilidad del Gobierno y apuntó más bien a las campañas y a las propias tiendas.

Vallejo llamó a «no asumir con paternalismo la decisión de la ciudadanía de votar nulo o el voto blanco. Tenemos la primera elección de representantes con voto obligatorio e inscripción automática en nuestro país; es natural y bastante predecible que hubiera un aumento de los votos nulos, por distintas razones (…) pero era una posibilidad real el aumento de votos nulos».

Además, recalcó que «no le corresponde al Gobierno juzgar el desempeño de las campañas electorales y la capacidad de incentivar a la votación informada de los planes, propuestas, programas, de cada candidato o candidata».

De todas formas, a varios analistas el argumento no parece convencerles del todo. A juicio de Fernández, aquí se mezclan otros dos elementos: que los tiempos de campaña fueron acotados, y que aquello «tuvo como consecuencia que las candidaturas centraran sus esfuerzos en los grandes polos de concentración poblacional y dejarán de lado la movilización en sectores de menor tamaño».

«Los datos de este domingo muestran efectivamente dicha relación, lo que refuerza la idea de falta de información. A esto se le debe sumar una débil campaña comunicacional por parte del Gobierno», comentó.

Para Juan Pablo Fuenzalida, académico de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma, en efecto hay más de una razón que explica el voto nulo, pero también se detiene en la posibilidad de la desinformación, especialmente en los casos, donde, por ejemplo, «las personas votaban por cinco candidatos».

«Entonces, ese no es un voto nulo por ideología, sino que ese es un voto nulo por desinformación, y ahí hay un punto que no deja de llamar la atención. En esta oportunidad no hubo un mayor esfuerzo de informar a la ciudadanía de lo que se estaba votando, en comparación al Plebiscito del 4 de septiembre».

En esa línea, precisó que «ese voto nulo, que fue por desinformación del propio Gobierno, llamó la atención, y en ese sentido, deberíamos todos tomar las enseñanzas de lo mismo. Más allá de la votación, un Gobierno tiene que informar de qué trata el proceso de la manera más objetiva posible», cerró.

/psg