“¡Exijo una explicación!”. La frase ya clásica de Condorito nunca había sido más apropiada, ya es casi un lema, en estos “tiempos interesantes”. En poco más de tres años y medio, Chile volvió a cambiar. Y hay que decirlo, no fue un cambio leve. Pasamos de una Convención Constitucional donde la derecha estaba reducida a menos de un tercio, a un consejo constitucional donde los que no tendrán el tercio son precisamente las fuerzas de izquierda. Es verdad que el factor voto obligatorio lo distorsiona todo. No sabemos si el país siempre fue así y no lo sabíamos o son los aires de los tiempos, donde las preferencias son efímeras y las emociones mandan. Sea así o no, el hecho es que como escribía Roberto Brodsky en la revista española Ctxt, un ciclo se cerró.
Somos un país de “mutantes”, como apunta Max Colodro el domingo pasado. “La gente va y viene activada por la necesidad”, escribe, y “las ideologías y las convicciones políticas son rémoras de un mundo que ya no existe”. El problema es que “esta realidad que nos ha llevado a ser simples mutantes, no nos exime de tener que vivir las consecuencias de nuestros actos”. Hay que asumir que todo tiene efectos. “Estamos sufriendo (…) las secuelas de lo que hicimos y dejamos de hacer”, apunta Colodro. Nada es inocuo. “Si creímos que todo aquello iba a ser gratis, ahora tenemos claro que no” porque, apunta, “Chile está pagando un precio social, político y económico enorme” por lo que sucedió tras el 18 de octubre.
No se puede ir contra las leyes de la física. “Para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”, dice la tercera ley de Newton. Y pareciera que ello no sólo rige para el mundo físico, sino también para el político, a la luz de los resultados del domingo. Pero para Jorge Fábrega, el asunto va mucho más allá. “No es que la población sea un día de izquierda y el siguiente de derecha, lo que pasa es que simplemente no quiere más y le va diciendo que no sistemáticamente a quien ostenta el poder”. Y como originales no somos, es la misma discusión que se dio, por ejemplo, hace un tiempo en Italia. Los votantes pasaron de la centroderecha de Berlusconi a la centroizquierda de Matteo Renzi y al Movimiento 5 estrellas de Giuseppe Conte. Y ahora llegó la hora de Meloni.
La duda que queda es qué viene después, cuando las opciones comiencen a acabarse. Eso queda por verse, porque para algunos, como Ascanio Cavallo, el asunto no es que Chile, o más bien sus habitantes, se estén moviendo de un extremo a otro, como un péndulo que nadie es capaz de detener, sino que “parece evidente que este es el resultado del voto obligatorio, que por segunda vez desfavorece dramáticamente a las fuerzas de izquierda”. El nuevo clivaje de la política chilena parece darlo el plebiscito del 4/S. Y también el hecho, apunta Cavallo, que “detrás de la abstención del voto voluntario había un país cuya opinión ha sido dramáticamente diferente de los que gobiernan”. Otro capítulo para ese Chile perplejo del que escribió alguna vez Alfredo Jocelyn-Holt.
Lecciones del pasado
Será que volvimos al Chile del Sí y el No, y ese “país nuevo, desconocido”, como apunta Max Colodro, el lunes pasado, “que sacó a la luz el voto obligatorio” al final no lo era tanto. Las cifras dan para todo y como recuerda Roberto Brodsky en la citada columna de Ctxt.es, “Salvador Allende llegó a la presidencia con el 36% de apoyo por parte de los votantes, casi el mismo porcentaje que obtuvo el Apruebo 50 años después”. Ironías de la historia, dirán algunos. Las comparaciones siempre son odiosas… e imprecisas, hay que agregar. Pero, sea así o no, el hecho es que lo que parecía ser ya no lo es. Estamos ante un ciclo que se cierra. Como apunta Joaquín Trujillo, “un anillo que pasó de ser símbolo de poder a convertirse en grillete o esposas”.
Y en este escenario para Lucía Dammert, “el principal desafío para la izquierda chilena será mostrar que puede conquistar el delicado arte de gobernar que involucra obras y resultados en medio de procesos políticos no siempre felices”. Un “ajuste inevitable”, dice, “pero que requiere mucho menos centralidad en el debate comunicacional y más fortaleza en la construcción de raíces sociales profundas”. Y de paso, según Hugo Herrera, exige también algún tipo de “gran acuerdo”, para “evitar nuevos estallidos sociales, la polarización y la violencia”. Y aquí, Gabriel Boric y José Antonio Kast son “los protagonistas del proceso político que adviene”. Pero avanzar depende de que sus sectores entiendan que allí radica “la viabilidad de la República”.
Pero si se abre un desafío para la izquierda, también hay otro para los republicanos. Ahora, como apunta Pablo Ortúzar, son ellos los que tienen la guitarra. Llegó la hora de la verdad. “Los resultados exigen al Partido Republicano mostrar todas sus cartas en lugar de seguir tocando sólo la tecla de seguridad y orden público”. Por delante tienen el proceso constituyente, cuyo fracaso, apunta, “significaría muy probablemente una deriva definitiva hacia salidas autoritarias y una degradación definitiva de las instituciones democráticas”. Un “Napoléon” que frene el péndulo de la historia reciente. Pero, “si eso ocurre”, según Ortúzar, “el Partido Republicano deberá cargar con el estigma de haber fracasado en evitar esa degradación”.
Julio Cortázar decía que el cuento debe ganar por nocaut y la novela por puntos. Y es posible hacer el paralelo con la política a la luz de lo que apunta Juan Ignacio Brito. “La manera que administren los republicanos y Chile Vamos los dos tercios que manejan en el Consejo Constitucional puede resultar clave para el futuro político del país”. Y, en este caso, siempre es mejor ganar por puntos. La izquierda intentó hacerlo por nocaut y “se farreó una oportunidad irrepetible”. Vivimos, como dice Yanira Zuñiga, una reconquista conservadora del poder. Y para explicarlo recurre a la cientista política feminista Jane Mansbridge. “Trata de ir muy lejos y muy rápido” puede conllevar ese riesgo.
Los nuevos tiempos
Pero de lo que se trata aquí es de escribir una nueva constitución (por segunda vez) y no morir en el intento. Y para eso, unos y otros tienen responsabilidades, aunque hay que reconocer, que la principal recae en republicanos, la nueva vedette de la política chilena. Para algunos son algo así como los representantes del Imperio que contratacan, como en la Guerra de las Galaxias, mientras para otros son los Jedi que vienen a enderezar el rumbo del país. Pero independiente de la interpretación que cada uno le dé, la pregunta es si los republicanos se emborracharán con la victoria. No sería raro, le pasó a Piñera y a Boric. Pero la apuesta de Daniel Loewe es “que no lo harán” porque “en este juego tienen mucho que ganar”.
Y si de emborracharse se trata, sería bueno revisar lo que dice Paula Walker el jueves sobre los riesgos de enamorarse de su oferta. Ella lo plantea en referencia a un gobierno cuya “fantasía fue pensar que el programa era conocido y abrazado por las mayorías”. Pero es aplicable a todos. “Ahora que las votaciones son obligatorias descubrimos que somos un país más conservador, menos revolucionario y pragmático a la hora de hacer cambios”, dice. Y para comprobarlo, los datos de la Décima Encuesta Nacional de Juventudes, que consultó a jóvenes de 15 a 29 años, son decidores. “Un 43% de las mujeres no tiene ninguna disposición (…) al aborto; el 42,7% de los jóvenes cree que el matrimonio es para toda la vida” y “al 70% no le interesa la política”, apunta Walker.
Y si para Ascanio Cavallo con el resultado del domingo “el proceso de cambio constitucional adquiere un rumbo más incierto”, sobre lo que no hay duda es que “la hegemonía de la oposición más duras determinará la dinámica del Consejo Constitucional” y “el diálogo político en el Parlamento”. Al gobierno, para Javiera Arce-Riffo, le queda concentrar “sus esfuerzos en la administración, más que anunciar reformas o programa transformadores”. Y mejorar los déficits de gestión. Los signos de los tiempos tendrán efectos sobre discusiones contingentes, apunta Jaime Mañalich. “Hay hombres que cambian sus partidos por sus principios y otros que cambian sus principios por su partido”, decía Churchill. Habrá que ver donde está cada uno por acá.
Boletín semanal de Opinión de La Tercera por Juan Paulo Iglesias
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