El gobierno del Presidente Gabriel Boric atraviesa por un complejo momento de definiciones. Después de una segunda inapelable derrota electoral en menos de un año, el oficialismo se divide entre los que sugieren corregir rumbo y los que promueven radicalizar posiciones e impulsar, aunque resulte infructuoso, el refundador programa original de gobierno que inicialmente tenía Boric durante la campaña de primera vuelta.

Si bien nada garantiza que, tomando un giro hacia el centro, el Gobierno vaya a salir del pozo, insistir en impulsar un programa dos veces rechazado por el electorado en menos de un año es un camino seguro para que el Gobierno siga atrapado en el foso de la desaprobación y la irrelevancia.

Las elecciones siempre tienen consecuencias. El Presidente Boric llegó al poder con una amplia victoria en la segunda vuelta de diciembre de 2021, pero ya que en primera vuelta, su votación fue solo de un 25,8%, es razonable sugerir que el electorado no comparte la agenda refundacional que Boric desplegó en la campaña de primera vuelta. Boric ganó en segunda vuelta porque convenció a los votantes más moderados de que su Gobierno sería menos radical hacia la izquierda que lo que sería, hacia la derecha, un gobierno de José Antonio Kast.

A seis meses de iniciada su administración, y después de haber hecho ardua campaña en favor del Apruebo en el plebiscito de septiembre de 2022, el gobierno sufrió un serio traspié electoral cuando, con voto obligatorio y con una participación de 13 millones de personas (un 85% de los 15,1 millones habilitados para votar), un 62% de los votantes rechazó el texto propuesto por la Convención Constitucional. Hace casi tres semanas, los votantes volvieron a darle una bofetada al gobierno al escoger un Consejo Constitucional con una amplia mayoría derechista.

Aquellos que alegan que el Gobierno debe volver a sus raíces -al 25,8% que votó por Boric en primera vuelta- desconocen que los mandatos electorales se renuevan cada vez que la gente asiste a las urnas. Una mayoría de los que se molestaron en ir a votar en la segunda vuelta de 2021 apoyaron los compromisos más moderados y pragmáticos que asumió Boric en la campaña de segunda vuelta.

Pero en septiembre de 2022 y en mayo de 2023, las grandes mayorías del país se expresaron de forma fuerte y clara contra la dirección en la que va el país. La gente votó en contra de Boric en 2022 y nuevamente volvió a castigar al oficialismo en mayo de 2023 precisamente porque las personas no están contentas con lo que ha hecho hasta ahora la administración.

Sugerir, peregrinamente, que un giro radical hacia la izquierda mejorará las cosas es ignorar el mensaje de la ciudadanía fuerte y claramente explicitado dos veces en menos de un año. Los chilenos no quieren refundar el país ni construir un nuevo país. Las personas quieren que se mejore el país que ya tenemos. La gente pide a gritos que se termine con el abuso y los privilegios para algunos. Pero la gente no quiere que Chile abandone el modelo de desarrollo capitalista basado en mercados competitivos que ha tenido el país por más de treinta años.

Pretender que el estallido social de 2019 fue un levantamiento contra el modelo -y no una expresión de descontento para demandar más inclusión y menos abuso- es aferrarse a un sueño que, para el Gobierno, se convirtió en pesadilla en septiembre de 2022 y que todavía sigue siendo un dolor de cabeza después de la votación de mayo de 2023.

Por cierto, el Gobierno es libre de seguir hundiéndose en el fango si así lo desea. Pero el costo para el país será demasiado alto si no corrigen rumbo y toman medidas para que volver a la senda del crecimiento y la creación de empleo. Aunque muchos piensen que Boric no tiene dedos para el piano, el hecho es que el graduado de Derecho que nunca tuvo un trabajo por fuera de la política seguirá siendo el encargado de dirigir los destinos de Chile hasta marzo de 2026. Aunque haya suficientes razones para sospechar que este piloto no sabe volar aviones, para que el país no se termine estrellando, es mejor que haya en la cabina de mando gente que sí sabe hacerlo.

Precisamente porque hay fundadas dudas sobre qué tan preparado está el Presidente para hacer su trabajo, La Moneda debiera rápidamente responder negativamente a las voces que llaman a polarizar el Gobierno hacia la izquierda. Precisamente porque habrá desconfianza y dudas sobre la capacidad del piloto para llevar el avión a su destino sin mayores contratiempos, Boric debiera aclarar que su proyecto fundacional inicial está sepultado y olvidado.

Si La Moneda se niega a quitar el piso a los radicales de izquierda, se multiplicarán las dudas sobre la capacidad del Gobierno para hacer que este vuelo que ya ha tenido demasiadas turbulencias pueda seguir volando en los tres años que quedan de Gobierno y aterrizar bien en marzo de 2026.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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