El Sol presenta estos días una mancha solar cuatro veces el tamaño de la Tierra que es visible desde nuestro planeta. Es tan grande que se puede ver a simple vista (siempre y cuando se disponga del equipo adecuado para mirar a nuestra estrella directamente, como unas gafas de eclipse). De hecho, es tan grande que mientras está apuntando hacia nosotros está siendo monitorizada por los astrónomos de todo el mundo, para poder aprender más sobre tormentas solares y anticipar, en la medida de lo posible, un fenómeno de eyección de masa coronal, que podría afectar a las comunicaciones terrestres.
«Una mancha solar gigante está cruzando el disco del Sol, y pude verla claramente con gafas solares», explica para el portal spaceweather.com astrónomo Bum-Suk Yeom, quien agrega: «¡Precaución! Debe usar gafas de eclipse o filtros solares para proteger sus ojos». Porque mirar directamente sin las gafas adecuadas es extremadamente peligroso, ya que la luz ultravioleta puede quemar las retinas y dejar daños permanentes.
Alcanzando el pico de actividad solar
Los expertos han estado atentos a esta mancha solar en particular, bautizada como AR3310, mientras se encuentra frente a la Tierra. Porque las manchas solares son áreas donde los campos magnéticos del Sol son particularmente activos y pueden provocar eyecciones coronales de masa, unas llamaradas gigantes que envían energía, luz y partículas de alta velocidad al espacio.
De hecho, esa misma mancha ya ha registrado una de estas erupciones, si bien cuando estaba colocada en un costado del Sol (desde nuestra perspectiva). Esa llamarada se clasificó como clase M, el segundo nivel más alto en la escala de las llamaradas solares.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, que monitoriza el clima espacial, afirma que hay un 20 por ciento de posibilidades de que el lugar pueda emitir una poderosa llamarada de clase X (las de más alto rango) mientras aún está frente a la Tierra. Una llamarada de este tamaño podría provocar apagones de radio que afectan a la aviación y tormentas de radiación de larga duración. Sin embargo, lo más común es que sintamos su poder por las auroras boreales, las vistosas luminiscencias en el cielo provocadas por la interacción de estas partículas cargadas que envía nuestra estrella y nuestra atmósfera.
Es algo común cerca de los polos, ya que nuestro campo magnético, una suerte de ‘capa protectora’ natural de nuestro planeta, es más débil en estos puntos, y lo deforma; sin embargo, con tormentas solares más fuertes, el campo magnético cambia aún más, provocando que estas auroras sean visibles en puntos donde no son habituales. De hecho, a finales de abril, el fotógrafo Lorenzo Cordero captaba en Extremadura una de estas vistosas luminarias (imagen que la NASA elegía como foto del día), si bien eran observadas también en Texas, Arizona o latitudes bajas de Asia.
En los últimos dos años este tipo de fenómenos se ha incrementado, ya que nos estamos acercando al máximo del ciclo solar, que dura más o menos once años. Este ciclo, sin embargo, es uno de los más potentes observados desde que se tienen registros, y nos ha regalado cascadas de plasma solar, tornados solares e incluso serpientes, erizos y caras sonrientes.
Aún así, los expertos llaman a la calma: tenemos que estar preparados, pero no asustados. Porque muy probablemente sigamos viendo este tipo de fenómenos en los próximos meses, incluso años, ya que el máximo solar lo alcanzaremos en 2025.
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