Mientras los chilenos claman por el fin de los abusos en mercados que no son lo suficientemente competitivos o donde las empresas privadas gozan de posición monopólica u oligopólica, el gobierno del Presidente Boric insiste en que la solución para esas fallas de mercado es recrear ese Estado gigantesco, ineficiente y fofo que termina siendo tan o más abusador con los ciudadanos que cuando falla la libre competencia.
La iniciativa del programa «Gas Para Chile» fue una respuesta a una de esas fallas de mercado que a menudo enlodan la reputación del libre mercado y que alimentan esa vieja creencia de que una economía centralizada y bien planificada puede producir mejores condiciones de vida para la población. En diciembre de 2021, un informe de la Fiscalía Nacional Económica identificó fallas en la libre competencia en el mercado del gas licuado (aquel que en Chile se vende en balones de entre 5 y 45 kilos -siendo el de 15 kilos el más común). En ese mismo informe, la FNE hizo una serie de recomendaciones para introducir más competencia a ese mercado.
Unos meses después, la administración del Presidente Boric anunció que, como respuesta a las fallas en el mercado del gas licuado, su gobierno iniciaría un plan para que el Estado, a través de la empresa pública ENAP, participara en la venta y/o distribución de gas licuado para lograr bajar los precios finales que pagan los usuarios. Después de un tiempo excesivamente largo y muchos rumores sobre los problemas de diseño e implementación de la nueva política pública, se popularizaron diversas acusaciones en base a datos incompletos y probablemente insuficientes respecto al alto costo de la iniciativa estatal.
En días recientes, los políticos y expertos han debatido respecto al costo del programa (que, según un oficio redactado por varios diputados de la UDI alcanzaría a 117 mil pesos por balón de 15 kilos de gas, muy por encima del precio de mercado) y sobre si lo que se debe evaluar es el costo por balón de gas o la capacidad de ENAP, el Estado, para vender gas directamente a distribuidores minoristas y así introducir más competencia al sistema.
Pero la verdadera cuestión a debatir es sobre cuál es la mejor forma de introducir competencia a mercados en riesgo de ser capturados por oligopolios o monopolios. Como aquel que teniendo un martillo cree que todos los problemas son clavos, la izquierda a menudo cree que todos los problemas que enfrenta la sociedad se solucionan con más Estado.
Por su parte, muchos en la derecha creen que mientras menos Estado haya, mejor, y que el mercado es más eficiente mientras menos regulación exista, la evidencia de décadas de estudios y datos muestra que la regulación funciona como las capas de ropa. Dependiendo de la temperatura y del tipo de clima, a veces conviene ponerse más capas de ropa y a veces conviene vestir con menos capas. El pragmatismo y la moderación son mejores herramientas para encontrar el balance adecuado entre el mercado y el Estado que las posiciones dogmáticas que a menudo dominan el debate en la clase política.
Es cierto que en Chile por mucho tiempo predominó el discurso de que la intervención estatal siempre es mala. Hay una famosa frase del Presidente estadounidense Ronald Reagan aludiendo al Estado como problema. Reagan decía que “las nueve palabras más temidas del idioma inglés son: yo soy del gobierno y estoy aquí para ayudar”. Por buenas razones, muchas personas dudan de un Estado demasiado grande, especialmente cuando este es manejado por gente de izquierda. Otra frase muy repetida, atribuida a Winston Churchill, Milton Friedman y a otros, aunque aparentemente escrita por primera vez por William F. Buckley Jr., sugiere que, si ponen a comunistas a cargo del desierto del Sahara, después de unos años habrá escasez de arena.
Pero también es cierto que un mercado sin una buena regulación a menudo cae preso de oligopolios y monopolios. En Chile, múltiples casos de colusión y abuso a los consumidores en años recientes han erosionado la confianza en los mercados y han alimentado el descontento de muchos ciudadanos con el modelo de libre mercado. Si la gente cree que la cancha no es pareja y si hay evidencia de abuso y colusión, las personas comprensiblemente dudarán de la eficiencia de los mercados y pondrán atención a falsos profetas que aseguran que el Estado es un mejor distribuidor de recursos que la mano invisible del mercado.
La falacia detrás del programa Gas Para Todos consiste en que el gobierno del Presidente Boric, en vez de promover más competencia para terminar con los abusos y el sobreprecio, ofrece la opción de alimentar al ogro filantrópico del Estado para que reemplace a la competencia de los mercados eficientes.
En vez de atacar la causa del problema, los mercados que no funcionan bien, la administración de Boric quiso reemplazar al mercado con un Estado benevolente que queriendo hacer el bien, termina siempre por generar escasez de arena en el Sahara. Una mejor forma de enfrentar las fallas de los mercados es fortaleciendo el marco regulador y promoviendo más competencia.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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