Además de batir el récord como el discurso presidencial más largo en las 34 ocasiones en que el Presidente de la República se ha dirigido al país desde el retorno de la democracia, Gabriel Boric confirmó en su cuenta pública del día de ayer el viejo dicho de que el que mucho abarca, poco aprieta.

Más que por alguna promesa específica o compromiso verificable, este discurso pasará a la historia por ser el que más temas buscó cubrir. En los 216 minutos que duró la alocución presidencial -superando por 26 minutos al de Patricio Aylwin en 1993- Boric se paseó por tantos asuntos que al final difícilmente alguien podrá resumir cuál fue la línea conductora del mensaje presidencial.

Es un hecho que todos los discursos presidenciales anuales terminan induciendo bostezos entre muchos de los presentes. Pero este discurso en particular fue especialmente aburrido precisamente porque la débil posición en la que se encuentra el Presidente genera serias dudas sobre la capacidad del Gobierno para cumplir las ambiciosas promesas que el Mandatario incluyó en las casi cuatro horas que estuvo hablando ante una audiencia especialmente desatenta.

Hace un año, cuando el país ya debatía el polémico y ambicioso contenido de la propuesta de Constitución que redactaba la polémica Convención, Boric dotó su discurso de un tono mucho más ambicioso y optimista en su mensaje de transformaciones profundas. Esta vez, el tono fue mucho menos ambicioso. En el discurso presidencial del 1 de junio, reinó la sensación de que el Presidente estaba leyendo una extensa lista de supermercado que incluía logros, planes y una que otra justificación por promesas no cumplidas simplemente para rellenar y ocupar el tiempo. Esto porque después de las dos inapelables derrotas electorales para el oficialismo en menos de un año, es evidente que el Presidente no tiene ni el apoyo político ni las ganas para intentar avanzar en las ambiciosas reformas que originalmente incluía su programa de Gobierno.

Tal vez por eso mismo, Boric evitó centrar su discurso anual en algunos puntos clave que pudieran convertirse en la agenda oficial del Gobierno para las próximas semanas o en proyectos concretos que puedan ver la luz después de acuerdo transversales en el Congreso.

Boric habló de todo precisamente porque no podía hablar específicamente de nada. La reforma tributaria tiene pocas chances de convertirse en realidad en un contexto de creciente desempleo, estancamiento económico y niveles muy bajos de inversión. Incluso si logra ser aprobada, la reforma será mucho más acotada de lo que el Gobierno aspira lograr. La reforma previsional, anunciada hace ya varios meses, se sigue diluyendo incluso antes de ser sometida a las primeras votaciones en el Congreso.

Incluso el proceso constituyente, elemento tan central en los primeros meses del Gobierno de Boric, ha perdido el atractivo para un gobierno de izquierda que tendrá que llamar a votar por un texto constitucional que se parece demasiado a la Constitución de 1980 que una buena parte de la izquierda soñaba con sepultar.

Es verdad que todos los discursos presidenciales incluyen una lista de supermercado de anuncios y promesas que buscan satisfacer las demandas de diversos sectores y que se hacen cargo de las agendas de los distintos ministerios. Pero en esta ocasión, esa lista de supermercado fue especialmente larga, difusa y hasta confusa. El Presidente se paseó por tantos temas que difícilmente incluso los más atentos pudieron mantener la atención por todo el tiempo que duró la alocución.

Aunque algunos pudieran sorprenderse de que el Presidente desaprovechó la oportunidad para mostrar el norte de su Gobierno y para exponer la hoja de ruta para los próximos meses, lo cierto es que resulta especialmente difícil para el Gobierno identificar un norte ahora que el proyecto refundacional con el que se inició ya está sepultado y los vientos de restauración del modelo de libre mercado de los 30 años de la república concertacionista soplan con fuerza.

La gran conclusión que se puede sacar del maratónico discurso -que duró casi el doble de lo que toma a un profesional completar la carrera de 42 kilómetros- es que el Gobierno no sabe para dónde va, no tiene el suficiente apoyo en el Congreso para avanzar una agenda y no es capaz de centrar sus esfuerzos para identificar un par de luchas importantes que pudiera dar en los próximos meses.

Arrinconado en una posición minoritaria y forzado a sentarse en la galería de un proceso constituyente controlado por otros, el Presidente optó por tomar el único camino posible para un Mandatario cuando no tiene mucho que decir. Gabriel Boric quiso acallar el vacío en el que se ha convertido su administración con un discurso excesivamente largo y carente de un hilo conductor. Porque no tenía mucho que decir, Boric optó por no parar de hablar en las casi cuatro horas que duró su discurso.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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