Una semana después del excesivamente largo discurso presidencial anual, el gobierno del Presidente Gabriel Boric demuestra que le resulta mejor hacer extensos discursos que batan el récord de tiempo hablando para un Presidente chileno en 34 años, que ocuparse de mejorar la gestión de un sector público que no da el ancho para lo que hoy demanda el país y para los estándares de calidad que imperan en las democracias a las que nos queremos parecer.
Si bien todos los inviernos el país pasa por situaciones complicadas con la propagación del virus sincicial y de otras enfermedades asociadas al mal clima y, en el caso de Santiago, a los altos niveles de contaminación cuyo efecto se potencia con la falta de lluvias, la emergencia en esta temporada invernal parece haber sorprendido a la administración de Boric.
Después de haber vivido tres inviernos en crisis por la pandemia, parece difícil de entender que el gobierno se vea sobrepasado por una situación de emergencia en el sistema de salud pública. Precisamente porque el sistema de salud pública se vio especialmente puesto a prueba por la pandemia cuando aumentó enormemente la demanda por camas para atención a enfermos en situación crítica, es inaudito que hoy estemos hablando nuevamente de que el sistema público pudiera verse superado por la demanda de camas críticas, esta vez, para atender a niños con enfermedades respiratorias.
Como suele ocurrir en este tipo de situaciones, abundarán las explicaciones sobre por qué esta crisis no se vio venir o por qué no se tomaron las medidas adecuadas a tiempo para evitar que hubiera más demanda que oferta de camas para pacientes críticos. Por su parte, la oposición, haciendo su tarea, denunciará falta de responsabilidad por parte del gobierno y pedirá que rueden cabezas por la incapacidad del sector público para responder adecuadamente a sus obligaciones y cumplir con sus tareas.
No faltarán los que irónicamente recordarán que los que ahora son gobiernos no trepidaron en apuntar con el dedo y amenazar regularmente con acusaciones constitucionales a las autoridades del gobierno anterior por lo que ellos consideraban fallas inaceptables en la respuesta gubernamental ante la pandemia. Es cierto que muchos notorios líderes del Frente Amplio y del Partido Comunista fueron especialmente estridentes en sus críticas al gobierno por la respuesta oficial para lidiar con la pandemia.
Además de realizar peticiones desmedidas para un cierre total del país -cuestión que, por cierto, no hizo ninguno de los países OECD a los que aspiramos a parecernos- y proponer políticas públicas cuyos costos eran especialmente altos, los líderes que entonces eran oposición y hoy son gobierno fueron especialmente severos en sus juicios y críticas a las autoridades de la administración anterior que estaban encargadas de liderar la respuesta gubernamental a la pandemia. De hecho, varios lideres presionaron para que se tomaran medidas que ya entonces se sabía eran especialmente costosas para la sociedad, como el cierre prolongado de muchas escuelas públicas que profundizaron la desigualdad en el acceso a educación que ya existen en Chile.
Pero en vez de buscar empatar y recordarles a las autoridades de hoy sus severas críticas a las autoridades de ayer cuando el país atravesaba por una emergencia sanitaria distinta, lo que realmente corresponde es tomar nota sobre los enormes problemas de capacidad estatal que existen en el sector salud y en otros servicios públicos.
Mientras el país se ha desarrollado y modernizado en muchos ámbitos y dimensiones, el sector público en muchos sectores sigue estancando en el pasado. Para los que tenemos la fortuna de atendernos en el sistema de salud privado, visitar los hospitales públicos a menudo se convierte en una especie de viaje al pasado de Chile. Si bien se ha renovado mucha infraestructura, falta mucho más por hacer para ponerse al día. Es más, aunque la infraestructura muchas veces se ha renovado, las prácticas y la cultura institucional marcada por la ineficiencia, la lentitud y, muchas veces, incluso, el maltrato, siguen siendo el pan de cada día.
Chile necesita hacer una gran mejora -un upgrade- a la capacidad estatal en muchos sectores. La experiencia con la pandemia nos dejó algunas lecciones buenas y otras malas. Una buena lección es que se pueden hacer mejoras significativas relativamente rápido y hay capacidad instalada para proveer más y mejores servicios en situaciones de emergencia. Pero una mala lección es que, muchas veces, el sector público sólo apura el tranco cuando hay una emergencia y luego, cuando se termina la situación crítica, el sector vuelve a la vieja tradición de hacer las cosas sin ganas, con demasiada lentitud y sin considerar los derechos y el bienestar de los ciudadanos.
Si bien este gobierno gusta de los discursos extensos, la crisis de salud actual subraya la necesidad de que, más que palabras lindas, los gobiernos siempre terminan siendo juzgados por sus acciones y por su capacidad para dar respuestas apropiadas y a tiempo a los problemas que enfrenta la ciudadanía.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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