Una verdad difícil de aceptar para la derecha en Chile es que la llegada al poder de Gabriel Boric se puede explicar, en una buena medida, por la incapacidad que tuvieron los partidos del sector para superar sus diferencias, concordar una hoja de ruta común, y formar una coalición que ofreciera una alternativa razonable a aquellos chilenos que, mayoritariamente, optaron por opciones diferentes a la que ofreció Gabriel Boric y su coalición formada por el Frente Amplio y el Partido Comunista en la primera vuelta de la elección presidencial de 2021.

Las segundas vueltas en las elecciones presidenciales siempre son contiendas entre dos opciones menos que ideales para los votantes clave. En la elección de 2021, casi la mitad de los electores que se molestaron en ir a las urnas optaron en primera vuelta por opciones distintas a las de Boric y Kast. De ahí que la segunda vuelta en esa elección fuera la contienda con más incertidumbre desde que se celebró la primera elección en segunda vuelta en Chile en enero de 2000.

Esa elección la podría haber ganado cualquiera de los dos candidatos. Pero Boric logró la victoria porque supo entender que su desafío consistía en buscar a los votantes moderados y no en reafirmar el apoyo que ya tenía entre los más radicales de izquierda. Para atraer a los moderados, Boric buscó mostrarse como un líder capaz de construir alianzas y sentarse a conversar con aquellos que pensaban muy distinto a él. Si bien algunos de sus cambios de posturas fueron correctamente definidos como vueltas de carnero por sus rivales, Boric dejó en claro que entendía que su misión era demostrar a aquellos moderados que desconfiaban de él que su gobierno sería capaz de incorporar a líderes de izquierda que tenían posiciones menos radicales que las suyas.

Su rival, José Antonio Kast, falló en intentar hacer algo equivalente. Además de salir a buscar votos donde no los había -viajó a Estados Unidos y se reunió con republicanos cercanos a Trump que tenían nula capacidad de sumar nuevos votos en Chile- Kast fue incapaz de construir puentes sólidos y creíbles con los partidos tradicionales de derecha. El candidato de la derecha radical pareció alejado de posiciones moderadas para esos votantes que decidieron la segunda vuelta que el candidato de la izquierda radical.

Ahora bien, para que una negociación sea exitosa, siempre se necesitan al menos dos partes dispuestas a negociar. La responsabilidad por no construir un pacto con los partidos de derecha no radica sólo en Kast y su Partido Republicano. Los otros partidos de la derecha, UDI, RN y Evópoli tenían sus propias malas e insuficientes razones para no querer negociar con Kast.

Mientras la UDI teme que Republicanos le quite el apoyo de los derechistas más duros, RN y Evópoli temen que, al pactar con Republicanos, puedan perder el apoyo de sus votantes más centristas. Pero en política, los cálculos se hacen siempre pensando cuál es el costo de no hacer una negociación que siempre es menos que ideal.

Los partidos de derecha prefirieron hacer valer sus diferencias con Kast que evitar la victoria de Boric. Ahora que Boric es Presidente, de poco sirve reclamar que el izquierdista radical muchas veces gobierna más como radical que como los izquierdistas moderados de la Concertación. Para los partidos de derecha tradicional, en diciembre de 2021, era mejor una victoria de Boric que una alianza creíble y profunda que hubiera convertido a Kast en el líder de una coalición que congregara a todos los partidos de derecha.

Hoy, que la derecha nuevamente se ve involucrada en un conflicto interno, parece repetirse ese equivocado cálculo de que lo que separa a los partidos de derecha es más importante que lo que los une. Para la derecha, pelearse entre ellos es más importante que evitar la implementación de los aspectos más radicales de las reformas que prometió Boric.

Aunque la división de la derecha es en general una mala noticia, a veces no hay mal que por bien no venga. La victoria del Rechazo en el plebiscito constitucional de septiembre de 2022 se debió en buena medida a que Boric era Presidente y que su gestión tenía altos niveles de desaprobación. Nadie puede asegurar que el Apruebo hubiera ganado en caso de que Kast estuviera en la presidencia. Pero parece razonable argumentar que la presencia de Boric en La Moneda ayudó a debilitar la votación del Apruebo. Por eso, pudiera no ser tan terrible que Boric haya derrotado a Kast en 2021. Esa victoria contribuyó a la derrota del Apruebo en septiembre de 2022.

Pero no deja de ser una muy mala noticia que los partidos de derecha aparezcan más preocupados de pelearse entre ellos que de evitar el avance de lo que debieran considerar como un adversario común. Cada vez que los partidos de derecha aparecen peleándose entre ellos, el maltrecho, incapaz e inoperante gobierno del Presidente Boric suspira aliviado al comprobar que, muchas veces, la derecha chilena es todavía más inoperante.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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