Aunque muchas veces la política pueda ser injusta, excesiva, inmisericorde o mal intencionada, la lógica de costo y beneficio siempre termina siendo la mejor forma de evaluar el camino a seguir para un gobierno en problemas. Aunque la mejor opción pudiera ser injusta o profundamente dolorosa, el gobierno siempre terminará prefiriéndola si la suma de beneficios que obtendrá al optar por ese camino supera con creces la suma de los costos que implica esa opción. Cuando un miembro del gabinete presidencial se ha convertido en un pasivo demasiado costoso, por más que el Presidente se esmere en mantener a ese ministro, la fuerza de la realidad eventualmente llevará a que el Mandatario apure la salida del controversial ministro.

Ya por casi seis semanas, el gobierno del Presidente Gabriel Boric se ha visto atrapado en el escándalo del caso fundaciones. Desde que se revelaran las irregularidades del contrato entre el Ministerio de Vivienda y la Fundación Democracia Viva -ligada a Revolución Democrática, uno de los partidos del Frente Amplio y tienda en la que milita el Ministro de Desarrollo Social Giorgio Jackson– el gobierno ha sufrido el efecto de las ramificaciones y aristas de este escándalo asociado a malas prácticas en los contratos de reparticiones del Estado con fundaciones asociadas a partidos y líderes del Frente Amplio.

Si la administración de Boric ya estaba en problemas antes de que explotara el escándalo, las últimas semanas han visto al gobierno al borde de la crisis total. La incapacidad del gobierno para dar una respuesta que permita cerrar la polémica ha llevado a la oposición a aprovechar la coyuntura para ocultar sus propios problemas. La prensa ha festinado con la contradicción evidente que se produce en un gobierno que llegó vestido con túnicas de superioridad moral y la realidad de irregularidades, malas prácticas, corrupción, potenciales delitos y polémicas.

La persona del ministro Giorgio Jackson, uno de los cerebros y líderes del Frente Amplio, que además fue el que más directamente hizo alguna vez alusión a la supuesta superioridad moral de su generación política, es la que ha centrado el foco de las críticas. Si cada ritual requiere un chivo expiatorio, Jackson se ha convertido en el candidato perfecto para pagar las culpas de una coalición de gobierno inexperta, torpe y, lo que es mucho peor, potencialmente corrupta.

Aunque hace varias semanas ya era evidente que Jackson tendría que dejar el gabinete para detener la hemorragia y comenzar a cerrar esa polémica, Boric se ha esmerado en defender a su amigo, socio y aliado. El propio Jackson, dejando ver que él efectivamente cree ser portador de una superioridad moral, se ha resistido a presentar su renuncia. Sin lograr entender que, en política, la eutanasia es saludable, Jackson se ha aferrado a su cargo como si no entendiera el daño que ha sufrido su liderazgo y el daño que su negativa a dar un paso al costado implica para el gobierno de su gran amigo.

Incapaz de entender que el golpe de este escándalo fue a la línea de flotación de todo el Frente Amplio y de su mensaje de renovación generacional en la política, Jackson y Boric siguen torpemente intentando evitar pagar un costo que va al alza con cada día que pasa.

Como el tiempo transcurre, este escándalo ha retrasado el debate de la reforma previsional y de la reforma tributaria. Además, el escándalo ha opacado lo que el gobierno esperaba fuera un periodo de viento de cola, con la conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado y quiebre de la democracia. En vez de recordar la histórica fecha desde el púlpito de la superioridad moral, el gobierno enfrenta ese momento vestido con las impúdicas ropas de la corrupción y el mal uso de los recursos fiscales.

Más temprano que tarde, Boric deberá aceptar la realidad. Si su amigo Giorgio Jackson no da un paso al costado voluntariamente, Boric deberá hacer lo que varios de sus predecesores hicieron y tendrá que pedirle la renuncia.

Ese complicado momento ya lo vivieron Eduardo Frei con Edmundo Pérez Yoma, Ricardo Lagos con Carlos Cruz, Michelle Bachelet con Rodrigo Peñailillo, y Sebastián Piñera con Rodrigo Hinzpeter y Gonzalo Blumel, por mencionar sólo a algunos de los ministros cercanos a presidentes anteriores que debieron dejar sus cargos. Aunque pueda ser muy doloroso, lo que deberá hacer Boric no es nuevo en la política. De hecho, esto ocurre tan a menudo que ya parece una norma que, cuando el costo de mantener en el gobierno a un ministro demasiado herido como para ser efectivo en su cargo, el propio ministro presenta su renuncia.

La resistencia de Jackson y, hasta ahora, de Boric de hacer lo que normalmente se hace en este tipo de crisis sólo muestra que los jóvenes líderes del Frente Amplio todavía creen que, para ellos, aplican reglas distintas de las que normalmente rigen la política.

En política, la eutanasia tiene sus bondades. La decisión de renunciar que toman los ministros que ya representan un pasivo demasiado alto es una decisión que siempre termina siendo sanadora para el gobierno.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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