La búsqueda de la felicidad es una de las principales metas de la vida y son muchos quienes creen que los mejores años para alcanzarla se dan cuando uno es joven. Pero en los últimos años comenzó a asentarse una teoría que asegura que lo mejor de la vida se vive a partir de los 50 años.
Esto se debe en parte porque a medida que las personas cumplen años saben enfrentar mejor el estrés y las situaciones negativas. Así lo determinó un estudio de la Penn State University publicado por la American Psychological Association que demostró que los factores estresantes diarios y la reacción negativa de las personas a estos disminuye con la edad.
Pero no solo se trata de que a los 50 o los 60 años la vida sea más tranquila, sino que la reacción de las personas ante el estrés es mucho más moderada.
Daniel Antar, psicólogo, MN 9877, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, expresó a Infobae: “Hay evidencia en términos estadísticos que a la edad promedio de los 50 años un ser humano, habiendo acumulado un cierto caudal experiencial, habiendo aprendido recursos para enfrentar ciertas contrariedades y en el mejor de los casos, teniendo más tiempo libre, luego de haber estado durante buena parte de su vida sujeto a ciertas experiencias vitales de presión, hijos a los que cuidar, padres a los que atender, la carrera profesional o laboral, etc., posee un potencial de satisfacción más importante. Pero hay que aclarar que ello es en los casos donde la disposición anímica ligada a su integración psíquica, se lo permita”, aclaró.
Pero ¿qué es la felicidad? El especialista dijo que para definirla “hay que necesariamente hacer referencia a la etimología del término, cuya raíz tiene que ver con el pecho materno, la satisfacción y el placer; y ello remite entonces a las experiencias de satisfacción primaria. En tal sentido, el ser humano a diferencia de los otros mamíferos, necesita de una provisión ambiental que lo ayude a ligar el placer efímero, evanescente al placer de vivir como proceso. Por ello, en un libro reciente, (Acerca de la felicidad. Del placer al bienestar), he postulado la diferencia entre la ‘felicidad estructura’ y la ‘felicidad estado’”, señaló Antar.
Así se hizo el estudio
Los investigadores analizaron datos de la vida diaria de más de 3.000 personas (entre 25 y 77 años al inicio de las encuestas) durante un periodo de 20 años y comprobaron que a medida que sumaban años tenían menos estrés.
“Los adultos más jóvenes (< 30 años) reportaron los niveles más altos de exposición y reactividad a factores estresantes, pero su perfil de estrés mejoró con la edad. Con el tiempo, los adultos promediaron una reducción del 11 % en la aparición de días estresantes, y los adultos más jóvenes exhibieron una disminución aún más pronunciada (una reducción del 47 %) en sus niveles de reactividad estresante. Para las personas de mediana edad y de edad avanzada, la aparición de factores estresantes continuó disminuyendo con el tiempo, sin embargo, entre los adultos de 54 años o más al inicio del estudio, la reactividad al estrés se mantuvo estable a lo largo del tiempo”, afirmaron en el estudio. En conclusión, la edad en la que las personas se ven menos afectadas por la exposición al estrés es a partir de los 50, según la investigación. Esto significa que las experiencias vividas han brindado a las personas las herramientas suficientes para enfrentar al estrés de forma más sabia. Se sabe lo negativo que puede llegar a ser tanto para el cuerpo como para la mente, por lo que con los años se enfrentan las cosas de forma más madura, dando lugar a lo prioritario en la vida. Antar aclaró: “Cuándo somos más felices, no debe ser confundido con cuándo tenemos más placer. Nuevamente, la ‘felicidad estado’ es la que está ligada a la posibilidad del placer efímero, que no implica en modo alguno a la idea de una plenitud interna, más allá de los inevitables sinsabores de la vida. Somos más felices cuando nuestra integración psíquica, o sea la consolidación de la identidad producto de una larga gradiente de intercambios fecundos y lúdicos con la vida, alcanzan un buen despliegue. El conocimiento de uno mismo y la capacidad de juego son ese sentido, determinantes”. Un reconocido estudio realizado en 132 países de todos los continentes por el economista británico y académico David Blanchflower de Dartmouth College, aseguró que la felicidad en la vida de una persona se puede ver en “forma de U”, con picos tanto en la juventud como después de los 50, mientras que es en el medio en el que se viven los “peores años”. Esto se da principalmente porque entre los 20 y los 30 se trabaja para llegar a un objetivo que recién se alcanza después de los 40 o 50 años. La felicidad de los 50 se basa, entre otras cosas, en que es a partir de esa edad cuando se pueden ver los resultados de todo lo realizado en los últimos 30 años de vida mientras se cuenta en general con una salud física y mental como para disfrutar de esos logros. Para Antar, “La idea de la U como representación de curva de la felicidad, donde somos más felices al comienzo, decayendo luego para volver a elevarse a una edad entradamente madura, es una representación relativa, dada que no puede quedar atada a la mera consecución de placer eventual sino a la ganancia progresiva de capacidad de satisfacción existencial. La clínica nos muestra que ese logro, como dije antes, está ligado a la idea de un trabajo psíquico que tiene que ver con los procesos de maduración anímica que pueden o no darse”. Cómo se consigue la felicidad Según Aristóteles, se logra con una vida basada en acciones virtuosas, sustentadas en el pensamiento, la justicia y la razón. Más austero, Albert Einstein opinó: “Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica”. Mientras tanto, Gandhi afirmaba que este estado de ánimo se alcanza cuando hay armonía entre lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace. Para Daniel Antar, “la clave para alcanzar la felicidad es el desarrollo de lo que he denominado ‘función lúdica de la mente’. Es aquella función que debemos desarrollar y desplegar en relación a la capacidad de juego y de humor, elementos fundamentales a la ‘alegría del vivir’”. Y sumó: “Dicha función es un precipitado en nuestra estructura psíquica, que remite a la capacidad para la ilusión, capacidad ligada a los primeros intercambios del ser humano con su ambiente temprano, especialmente con la madre. Se trata del desarrollo y la posibilidad de ampliación de lo que el célebre pediatra y psicoanalista inglés, Donald. W. Winnicott, denominó como “transicionalidad”, proceso emocional que nunca termina (de ahí la posibilidad de que nuestra vida sea un juego infinito y creativo), en el que nuestro mundo interno se entreteje creativamente con la realidad externa”. /psg