La renuncia del ministro de Desarrollo Social Giorgio Jackson, el viernes pasado, podría haberse convertido en una oportunidad para que el gobierno diera vuelta de página y buscara comenzar a recuperar el control de la agenda política que le ha costado tanto retomar después de la derrota del Apruebo en el plebiscito constitucional de septiembre de 2022. Pero, igual como ocurrió con otros momentos en que el gobierno desperdició la oportunidad para comenzar de nuevo, esta vez el Presidente Boric volvió a demostrar que él es el gran responsable de los problemas de su administración y de los errores no forzados que han plagado el accionar del gobierno en estos 18 meses desde que se inició el periodo. Cuando pudo haber aprovechado la oportunidad para salir del foso en el que se encuentra su gobierno, Boric se apuró en pisar la misma piedra en la que ha tropezado ya tantas veces.
A riesgo de parecer disco rayado, el Presidente Boric no es capaz de decidirse si va a ser el candidato radical de primera vuelta o el moderado que busca construir grandes mayorías de la campaña de segunda vuelta. La defensa obstinada de Jackson, que debió haber renunciado mucho antes, demostró que Boric no ha sido capaz de habitar -como le gusta decir- la presidencia de una forma efectiva y eficiente. En vez de actuar como hombre de Estado, Boric se comportó como líder estudiantil que quiere defender a su amigo, a su compañero de ruta. Incluso cuando Jackson finalmente aceptó la realidad y presentó su renuncia, la forma en que el gobierno manejó la situación demostró falta de profesionalismo y más preocupación por el bienestar de los amigos que por el bien del país. La torpe decisión de presentar la renuncia de Jackson como un acto de grandeza y un gesto noble minimizaron el impacto positivo que pudo haber tenido.
Jackson se había convertido en un yunque que estaba hundiendo al gobierno. Su renuncia era inevitable. Lo que hizo fue un gesto de realismo político, no un acto de nobleza.
El día anterior, Boric sorprendió al país sumándose a una protesta frente al palacio de gobierno y, tomando un megáfono, volvió a habitar la persona del líder estudiantil que se siente mucho más cómodo protestando y dejando en claro todo aquello que no le gusta del país que ejerciendo su mandato constitucional de Presidente de la República. No está mal que los presidentes marchen por una causa -aunque en realidad la gente prefiere a los presidentes liderando soluciones que expresando su simpatía por distintas causas.
Pero cuando el Presidente demuestra que se siente más cómodo hablando por un megáfono en una marcha en la Alameda que construyendo puentes con la oposición para buscar soluciones a los problemas que hacen que la gente salga a marchar, no hay muchas esperanzas de que se encuentren soluciones para el malestar de la gente. Confirmando que, en este momento de debilidad, Boric quiere refugiarse en su personalidad de candidato de primera vuelta, el Presidente también hizo innecesarias y torpes declaraciones culpando a Sergio Onofre Jarpa, un político derechista ya fallecido y que poca gente recuerda, por su participación como ministro de la dictadura de Pinochet.
Aunque pudiera ser apropiado discutir el rol que jugó cada chileno durante la dictadura, ese esfuerzo no va a llevar a construir puentes entre gente que piensa distinto y que evalúa con sus prismas ideológicos el pasado de Chile. Hay mucho más espacio para ponernos de acuerdo en el futuro que queremos construir para el país que en los juicios personales que podamos hacer sobre quién hizo qué en un periodo de dictadura en el que una amplia mayoría de los chilenos hoy ni siquiera tenía edad para votar (y muchos ni siquiera habían nacido -incluido Boric). Además, discutir sobre el pasado tampoco ayuda a solucionar los complejos problemas y desafíos que Chile enfrenta hoy.
Todo esto no es nuevo. Estos problemas del Presidente Boric y su incapacidad para asumir madura y responsablemente las obligaciones del cargo para el que fue electo ya son ampliamente conocidos. Es improbable que, si ya no habitó debidamente su cargo, Boric ahora vaya a hacerlo.
Lo más probable es que, en los próximos meses, sigamos siendo testigos de que el Presidente se siente mucho más cómodo marchando en las calles y comportándose como un líder estudiantil rebelde que como el Presidente de la República que necesita ser. Por eso, aunque era evidente que el ministro Jackson tenía que dejar su cargo, su renuncia no tendrá muchos efectos. Hay pocas razones para ser optimistas y esperar que, finalmente, el Presidente Boric comience a desempeñarse responsablemente en el importante cargo que le corresponde ocupar.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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