José Antonio Kast, el presidenciable de derecha mejor posicionado en las encuestas, tiene un complejo problema. Si bien no tiene interés en que se remplace la Constitución de 1980, su partido recibió un mandato popular para sacar adelante un proceso constituyente que produzca un texto que sea aceptable para una amplia mayoría de los chilenos.
Si el proceso fracasa, el statu quo de la Constitución actual debiera dejar satisfecho a Kast. Pero un fracaso del proceso constituyente sembrará justificadas dudas sobre su capacidad para ejercer la difícil tarea que implica ser Presidente de la República. Si Kast no es capaz de cumplir con el mandato popular que recibió su partido, difícilmente podrá convencer al país que tiene lo que se precisa para, desde la presidencia, construir grandes mayorías para realizar las reformas y modernizaciones que el país necesita con urgencia.
Kast y su partido siempre se opusieron al proceso constituyente. Él fue uno de los pocos líderes políticos que llamó a votar en contra en el plebiscito de entrada en octubre de 2020. Su oposición al proceso constituyente se cimentó en buenas razones -la violencia que se convirtió en un chantaje para que Sebastián Piñera traicionara su promesa de campaña y aceptara remplazar la constitución que el juró defender- y en otras malas razones- la negativa a aceptar que la Constitución de Pinochet carece de legitimidad de origen.
Pero la historia consignará que Kast, y su Partido Republicano, estuvieron del lado correcto de la historia al advertir que el proceso constituyente era una receta para el fracaso.
La ironía de la historia llevó a que los chilenos entregaran al Partido Republicano el liderazgo para sacar al país del foso de un proceso constituyente mal diseñado en el que había caído el país después del acuerdo de noviembre de 2019. Es cierto que el Partido Republicano no tiene mayoría para hacer lo que quiera. Pero como todos los presidentes desde el retorno de la democracia en 1990, los republicanos tienen el desafío de construir mayorías con aquellos que no piensan los mismo para lograr hacer que el país avance -o, en este caso-, que sea capaz de cerrar este complejo capitulo de incertidumbre constitucional en el que nos encontramos.
El Partido Republicano puede caer en la tentación de dejar contenta a su base dura y sabotear el proceso constituyente. Si el proceso nuevamente fracasa, sobrevivirá la Constitución de Pinochet. Pero el problema es que, ahora que ya ha sido abierta, la ventana de reformas constitucionales permanentes será difícil de volver a cerrar.
Si los republicanos son incapaces de lograr que se apruebe una nueva Constitución en diciembre, Kast pasará a ser el padre de este nuevo fracaso. De nada servirá intentar culpar a otros. Los chilenos le entregaron al Partido Republicano el mandato para redactar una nueva Constitución que fuera ampliamente aceptada por los chilenos. Si eso no se logra, será difícil para Kast en 2025 pedirles a los chilenos que vuelvan a confiar en él para dirigir al país en la construcción de acuerdos que permitan crear un mejor futuro.
Para lograr redactar una Constitución que sea aceptable para la mayoría, Kast deberá liderar a su partido en la construcción de acuerdos y en una negociación que permita producir un buen texto. La creciente sensación anti élite que predomina en el país y la justificada molestia de los chilenos con una clase política que promovió el proceso constituyente como una píldora mágica que solucionaría los problemas de Chile, hacen que haya una predisposición a votar rechazo, independientemente de lo que diga el texto, sólo para castigar al gobierno y a las élites. Luego, además de lograr que se redacte un texto que sea aceptable para la mayoría, Kast deberá liderar la construcción de un ambiente que sea favorable a una victoria del A Favor en el plebiscito de diciembre.
El desafío de Kast parece especialmente complejo. Torpemente, de la misma forma que el Presidente Gabriel Boric nunca quiso asumir que tenía el deber de involucrarse en el proceso constituyente anterior para inducir a esa mayoría de izquierda a producir un texto razonable, Kast no quiere liderar a los convencionales de su partido para pasar de defender sus valores de derecha a tratar de construir un texto que tenga apoyo mayoritario en la población. Así como Allende cometió el error de no asumir que debía ser el Presidente de todos los chilenos, Kast corre el riesgo de cometer el error de creer que él es sólo líder del Partido Republicano cuando debe convertirse en el líder que logre sacar al país de la crisis constitucional en la que cayó gracias al acuerdo de noviembre de 2019.
Porque los chilenos así votaron en mayo de 2023, Kast ahora es el líder natural del nuevo proceso constituyente. Si el proceso fracasa y los chilenos rechazan el nuevo texto en diciembre de 2023, Kast será el gran perdedor de la misma forma que Boric fue el gran perdedor con la victoria del Rechazo en el plebiscito de septiembre de 2022.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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