La noticia del ‘parón’ del núcleo terrestre descubierto por los investigadores chinos Yi Yang y Xiaodong Song, de la Universidad de Pekín, fue, durante este lunes, una de las más difundidas y comentadas del mundo. Cientos de titulares anunciaron el evento, y casi de inmediato las redes sociales empezaron a hervir con miles de reacciones y preguntas de todo tipo. Una en particular fue la más repetida: ¿Qué consecuencias tendrá para nosotros el ‘frenazo’ del núcleo interno de la Tierra?
Algunos medios incluso llegaron a anunciar que se producirían profundos cambios en el clima y que el fenómeno también afectará al nivel del mar. Pero lo cierto es que nada de eso se menciona en el estudio, publicado en ‘Nature Geoscience’. Los autores, en efecto, se limitan a decir que el fenómeno podría causar, como máximo, pequeños cambios en la intensidad del campo magnético y en la duración de los días, que variaría en apenas una décima de milésima de segundo por año. Es decir, que no habrá ninguna consecuencia que podamos percibir directamente ni que afecte a nuestra vida diaria.
Uno de los puntos más interesantes del estudio, además, es que la velocidad de rotación del núcleo sólido parece ‘oscilar’ con respecto a la del resto de la Tierra, acelerando o frenando en ciclos de unos setenta años. Es decir, que lo observado por Yang y Song es algo que probablemente se viene repitiendo una y otra vez, cada siete décadas, desde hace incontables millones de años sin que ni siquiera nos hayamos dado cuenta de ello.
El núcleo sigue girando
¿Pero a qué se refieren los investigadores cuando hablan de un ‘parón’ del núcleo interno? Desde luego no al hecho de que haya dejado de girar por completo, sino a que se ha detenido en relación con el movimiento rotatorio del manto y de la superficie. ¿Y qué significa esto?
Lo primero que hay que entender es que el núcleo interno de la Tierra es una esfera sólida, hecha mayoritariamente de hierro y níquel, que tiene unos 2.400 km de diámetro y que ‘flota’ libremente en un océano líquido (también de hierro y níquel), el núcleo externo, que es donde se genera el campo magnético terrestre. Es decir, podríamos considerar al núcleo interno como a ‘un planeta dentro de nuestro planeta’, suspendido justo en su centro y con la libertad de moverse de forma independiente con respecto al resto de la Tierra.
¿Pero cómo se mueve exactamente? La cuestión no es sencilla, y a su alrededor existe un debate científico que dura desde hace ya varias décadas. Tal y como se explicaba ayer en ABC, Yang y Song se dieron cuenta de que, desde los años 70 y hasta 2009, el núcleo sólido del planeta parecía estar girando un poco más rápido que el manto y la corteza, lo que significa que si pudiéramos ‘mirar hacia abajo’ desde la superficie y observar el núcleo, lo veríamos girando lentamente hacia adelante. Sin embargo, hacía 2009 esta rotación empezó a frenarse. Y si miráramos hacia el núcleo ahora, no lo veríamos girar en absoluto, porque está girando a la misma velocidad que la superficie.
Lo importante del estudio, pues, es la comprobación de que la rotación del núcleo no es constante, tal y como se pensaba hasta hace tan solo unos años, sino que sigue patrones mucho más complejos. Analizando cientos de ondas sísmicas de terremotos desde los años 60, en efecto, los investigadores descubrieron que algo similar ya sucedió en los primeros años setenta, lo que hace pensar en la existencia de una oscilación, un ciclo en la velocidad de rotación del núcleo interno que se repite más o menos cada siete décadas.
Esta oscilación, según los investigadores, se debe probablemente a la influencia gravitatoria del mucho más pesado manto terrestre, la gruesa capa de roca semifundida que, con sus 3.000 km de grosor, separa el núcleo de la corteza de la Tierra.
Por lo tanto, el ‘frenazo’ en la rotación del núcleo sólido no tiene nada que ver, por ejemplo, con una inminente inversión del campo magnético, ni tampoco con catástrofes climáticas o con una súbita elevación del nivel del mar. Algo que sólo podría suceder si el núcleo se detuviera por completo, que no es el caso, o si el núcleo líquido externo dejara de girar y, por tanto, de generar el campo magnético que protege el planeta de las agresiones de la radiación cósmica.
/psg