El triunfo en la segunda vuelta presidencial en Argentina del libertario Javier Milei ha sido ampliamente celebrado por la derecha chilena. Pero esa impresionante victoria electoral esconde importantes lecciones que la derecha chilena deberá aprender si quiere repetir en nuestro país una victoria así de decisiva. A diferencia de la derecha chilena, que muchas veces se avergüenza de definirse como tal, Milei nunca ocultó o disfrazó sus valores. Al contrario, defendió sus principios aun cuando parecía impopular hacerlo. Aunque Chile y Argentina están en situaciones muy diferentes en lo social y económico, la derecha chilena debiera aprender de Milei que no hay que tener miedo de decir lo que uno piensa ni vergüenza para defender valores y principios.
Si bien desde las primarias de agosto quedó claro una mayoría de los argentinos quería un cambio en la dirección por la que iba el país, la persona que los transandinos escogieron para liderar ese cambio fue el más radical de los aspirantes presidenciales que se oponían con más vehemencia al kirchnerismo. En las primarias, la opción de cambio más gradual que proponía Rodríguez Larreta fue derrotada en las internas del PRO, el partido de derecha que estuvo en el poder con Mauricio Macri entre 2015 y 2019. Luego, en la primera vuelta, Milei se consolidó como la alternativa de la oposición anti-kirchnerista al derrotar a Patricia Bullrich, la ganadora de esas primarias. El domingo, con una participación de 76% del padrón, Milei obtuvo el 55,6% de la votación nacional. El 10 de diciembre, se convertirá en el próximo Presidente de Argentina.
La situación económica y social de Argentina es tan compleja que uno bien pudiera pensar que Milei tiene una tarea imposible por delante. Su apoyo minoritario en el Congreso bicameral y entre los gobernadores de las provincias de esa república federal representarán importantes obstáculos en el camino para el Presidente libertario. La presión de los sindicatos, el enorme déficit fiscal, el duro camino que implica disminuir el gasto público y una serie de otros problemas -incluido el riesgo de hiperinflación- bien pudieran terminar por convertir a Milei en capitán de un barco cuyo hundimiento pudiera ser imposible de evitar.
Pero hoy, Milei es el gran ganador. El singular economista argentino es objeto de la admiración y el respeto de muchos líderes de derecha en la región. No pocos líderes quisieran repetir en sus países una victoria electoral como la que Milei dio a la derecha en la Argentina.
Para poder replicar el éxito de Milei, hay que entender las razones de su meteórico ascenso. Sobre todo, Milei decía lo que pensaba, aunque eso fuera impopular e incluso, a veces, ofensivo. Fue construyendo apoyo porque la gente creía que él les decía la verdad. Aunque su estilo fuera muchas veces exagerado y demasiado agresivo, su defensa acérrima de un modelo de economía y sociedad libres, aunque a veces excesivamente simplificado e incluso caricaturizado, terminó por hacerle sentido a la gente. Ahora bien, la situación crítica en la que se encuentra Argentina hoy explica la demanda desesperada de un cambio radical que hacen muchos argentinos. En otros países, la situación es menos crítica y, por lo tanto, el atractivo de esas promesas de cambo fundacional pudiera ser menor.
Pero la gente le creyó a Milei más que a los otros porque tuvo la capacidad de presentar su mensaje y sus argumentos en conceptos simples y fáciles de entender. El mensaje de Milei fue que, cuando hay mucho Estado, la gente termina perdiendo su libertad. En un país donde el statu quo es considerado inaceptable para una mayoría, su mensaje caló profundo.
En Chile, la derecha no ha sido capaz de articular su mensaje de defensa de la libertad como oposición a aumentar el tamaño del Estado. En los dos gobiernos del Presidente Piñera -en los 8 años de administraciones derechistas- el Estado sumó dos ministerios y se expandió el número de funcionarios públicos. En Chile, la reducción de la burocracia estatal no es una de las banderas de lucha de la derecha. Peor aún, el proyecto de nueva Constitución que los partidos de derecha defienden con entusiasmo creará nuevas burocracias estatales y generará mayor regulación. Mientras la derecha de Milei promueve un Estado minimalista, la derecha chilena defiende una propuesta de Constitución que es más larga que la actual y que va a hacer engordar al Estado y aumentar el número de funcionarios públicos.
Chile no está en una crisis como la de Argentina. Pero para aquellos que ven en Milei un modelo a seguir, es importante recordar que las ideas liberales de Juan Bautista Alberdi en el siglo XIX, que hoy defiende Milei, son contradictorias con la defensa de la derecha chilena de un Estado más grande, de un sector público con más empleados y un proyecto de Constitución mucho más largo que la constitución actual.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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