El detrás del Binnehof, la sede del Parlamento holandés y la oficina del primer ministro, amaneció este miércoles tan quieto como los que aparecen en las pinturas del siglo de oro holandés expuestas en el vecino museo Maurtishuis, pero la imagen no podía ser más engañosa respecto al resultado electoral que se estaba gestando en los Países Bajos.
De acuerdo con los sondeos a pie de urna publicados al cierre de los colegios electorales, el partido más votado, con diferencia, sería el ultraderechista PVV ( Partido Por la Libertad), un triunfo mayor para su fundador y líder incontestable, Geert Wilders, el más resiliente de los políticos surgidos en este nicho electoral de las últimas dos décadas. La retirada del diridente liberal Mark Rutte en julio, después de 13 años en el poder, habría creado el espacio necesario para que la formación alcance el mejor resultado de su historia y sea incluso el partido más votado.
El PVV podría tener 35 escaños, casi el doble de los que obtuvo en el 2021 y los mismos que consiguió entonces el VVD, el partido de Rutte (31); su relevo, la ministra de Justicia, Dilan Yesilgöz, se habría quedado con solo 23, por detrás pues de la alianza entre socialdemócratas y verdes, que ese año han sumado fuerzas alrededor de un único candidato, Frans Timmermans, que quedaría en segunda posición de acuerdo con el sondeo de la cadena pública NOS. “Nadie lo esperaba realmente, he tenido una sensación de déjà vu con el Brexit o Donald Trump”, resumió Leonie De Jonge, profesora de la Universidad de Groninga, especialista en ultraderecha.
Con más de la mitad de los votantes indecisos hasta 24 horas antes de las elecciones, el PVV solo se ha colado a última hora entre los partidos con opción de terminar a la cabeza de las votaciones, un cambio que reforzó el mensaje de Timmermans de que era necesario agrupar el voto progresista. Durante semanas, las elecciones parecían limitarse a una batalla entre tres partidos: los liberales, los progresistas y la nueva estrella política, Pieter Omtzigt, que quedaría en cuarta posición; su irrupción con un potente mensaje de regeneración política privó probablemente de votos no solo al partido democristiano, del que procedía, sino al VDD.
Bajo la indecisión de millones de votantes, se estaba gestando un terremoto electoral. La victoria de Wilders sitúa a los Países Bajos ante una situación única en su historia. La tradicional pluralidad política del país obliga a la formación de Gobiernos de coalición y la norma es que el partido más votado tome la iniciativa. La cuestión es si Wilders encontrará socios para el viaje en el que propone embarcarse a los Países Bajos. De momento solo está claro que las negociaciones de formación de Gobierno serán largas y complicadas.
“Seré ser el primer ministro de todos los neerlandeses, vengan de donde vengan”, aseguró Wilders este miércoles por la noche en una entrevista con la televisión pública en la que tendió la mano al VVD, el partido de Omtzigt (Nuevo Contrato Social) y el Movimiento Campesino Ciudadano (BBB, el partido que ha capitalizado la protesta del mundo rural) y “otros partidos” para gobernar. Prometió ser “razonable”: “No vamos a hablar de mezquitas, del Corán o de escuelas islámicas sino de nuestra agenda de esperanza” y de la política asilo. “Queremos gobernar y con 35 escaños vamos a hacerlo”, prometió el líder ultraderechista, eufórico, en su comparecencia ante sus simpatizantes.