La nicaragüense Sheynnis Palacios, coronada Miss Universo, puso de relieve el conflicto político de un país con miles de exiliados: su participación en las protestas de 2018 contra el presidente Daniel Ortega no pasó inadvertida ni por el gobierno ni por los opositores.
Desde que se convirtió el sábado en San Salvador en la primera centroamericana en ganar el concurso, la joven de 23 años se viralizó en las redes sociales de exiliados y fue portada en la prensa nicaragüense crítica de Ortega, destacando, además de su belleza y humildad, su lado político.
«En estas horas y en estos días de nuevas victorias vemos el aprovechamiento grosero, y la tosca y malvada comunicación terrorista, que pretende convertir un lindo y merecido momento de orgullo y celebración, en golpismo destructivo», dijo el miércoles la vicepresidenta Rosario Murillo, esposa de Ortega, en un comunicado.
En las redes sociales circulan fotos en las que se ve a Palacios levantando, hace cinco años, una bandera de Nicaragua en las marchas que dejaron más de 300 muertos, denunciadas por Ortega como un intento de golpe de Estado apoyado por Washington.
El azul y blanco del emblema nacional se convirtió en ese momento en símbolo de las protestas, en contraposición al rojo y negro de la bandera del gobernante Frente Sandinista.
El triunfo de Palacios sacó a los nicaragüenses a las calles en Managua y otras ciudades del país, lo que no se veía desde que quedaron prohibidas las manifestaciones en 2018. Ondearon eufóricos las banderas, entre bailes y vítores.
«Me alegra tanto ver la alegría de los nicaragüenses y verlos sacar el azul y blanco clandestino a las calles. Gracias a Sheynnis…», dijo en la red social X (antes Twitter) la escritora Gioconda Belli, exiliada en España y a quien el gobierno despojó de su nacionalidad.
Nuevas denuncias de censura
A la modesta casa de la joven en un barrio de Managua, donde decenas celebraron en la madrugada del domingo, llegaron jerarcas de la Alcaldía a visitar a la familia. Más tarde, el gobierno dijo en un comunicado unirse al «justo regocijo» por el triunfo de «nuestra Miss Universo».
Los medios opositores, que trabajan principalmente desde la vecina Costa Rica calificaron esas acciones de «oportunismo».
El martes, denunciaron que el gobierno prohibió a los artistas Vink Art y Torch Místico seguir pintando un mural con el rostro de la Miss, en una calle de la norteña ciudad de Estelí. Una foto de la obra inconclusa circula en redes sociales.
«Es imposible abstraer de la realidad política y social este certamen inocuo. Ella se convirtió en símbolo nacional, emocional, que revivió las esperanzas. Y el gobierno tomó nota de eso», dijo a la AFP el periodista nicaragüense Wilfredo Miranda, Premio Ortega y Gasset, exiliado en Costa Rica.
Muchos en el exilio vieron incluso en el traje con el que se coronó, blanco con una capa azul, el simbolismo de la protesta y la defensa de una Iglesia católica «perseguida», al asemejarse al vestido de la Virgen de la Inmaculada Concepción, patrona de Nicaragua.
«íGracias por llevar alegría a nuestro sufrido pueblo! íGracias por hacernos tener esperanza!…», escribió en X monseñor Silvio Báez, exiliado en Estados Unidos.
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