El poema “Laberinto” de Jorge Luis Borges, con su metáfora de la búsqueda sin fin, permite evocar reflexiones sobre los desafíos contemporáneos de la democracia. De hecho, en el escenario de la política actual, la complejidad y la falta de claridad aparecen como problemas inherentes a la democracia. De allí que Borges, al explorar la idea del infinito y la repetición, bien podría reflejar la naturaleza cíclica de los desafíos democráticos, donde problemas como la corrupción o la falta de transparencia surgen repetidamente. Es más, la ambigüedad del laberinto esboza la confusión y la dificultad para encontrar soluciones.
En la actual coyuntura, donde la incertidumbre se ha apoderado del futuro de Chile, tanto debido a los escenarios que puedan seguir al próximo plebiscito constitucional como por la pasmosa indolencia del gobierno a la hora de enfrentar los problemas económicos y de seguridad que aquejan al país, conviene preguntarse si nuestra sociedad está efectivamente comprometida con su democracia. Ello, pues la libertad y participación de nuestra ciudadanía aparecen en entredicho. Si somos intelectualmente honestos, podríamos fácilmente advertir que lo que se ha estado escribiendo en estos últimos cuatro años no es sino el obituario de nuestra democracia. Hoy, solo subsiste una democracia ritualizada y banalizada, que sobrevive sin despertar muchas pasiones, pese a la aparente estridencia y polarización reinante.
La explicación forense de ello excede los alcances de esta columna, pero es evidente que, a partir de la violencia octubrista, Chile se convirtió en un Estado fallido. Hay anemia legislativa y anomia social. Las reglas lisa y llanamente no se respetan ni por los ciudadanos ni por los funcionarios públicos que juraron lealtad a ellas. Nuestro Estado de derecho sucumbió y ello se expresa todos los días en el accionar gubernamental. Nuestro Presidente se ha aferrado a los Juegos Panamericanos, a viajes a China y la Antártica, o conflictos lejanos en Medio Oriente, para ignorar la realidad cotidiana bajo su responsabilidad. Así, con maniobras evasivas, con pequeños ardides comunicacionales, se soslayan los verdaderos problemas que nos aquejan. Los homicidios ya son parte cotidiana del paisaje. No es casual que casi nadie recuerde el grotesco robo de computadores del exministro Giorgio Jackson (ni recuerde al propio exministro), o que el escándalo de corrupción pública con el caso Convenios aparezca olvidado con las fundaciones que participaron del desfalco vaciadas a vista y paciencia del Ministerio Público.
Como en el poema de Borges: “No habrá nunca una puerta. Estás adentro/ y el alcázar abarca el universo/ y no tiene ni anverso ni reverso/ ni externo muro ni secreto centro. /No esperes que el rigor de tu camino /que tercamente se bifurca en otro, /que tercamente se bifurca en otro, /tendrá fin. Es de hierro tu destino”.
Escrito para La Tercera por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile