El problema más inmediato que va a tener Chile a partir del 18 de diciembre es que, para los efectos prácticos, no hay un gobierno que sea capaz de liderar o controlar la agenda. Nunca desde el retorno de la democracia en 1990, La Moneda había tenido tan poco poder. Incluso en el peor momento del segundo gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022), La Moneda siempre intentó recuperar el control de la agenda cada vez que lo perdió. Ahora, es claramente incapaz de retomar el control y, de acuerdo con las señales que envía el Presidente Gabriel Boric, parece que su gobierno ya ni siquiera está demasiado interesado en retomar el liderazgo. Así las cosas, deberemos prepararnos para lo que implica tener que volar con turbulencias en una nave en la que el capitán ya no parece interesado en seguir piloteando la nave.
En las últimas semanas, la intensa campaña para el plebiscito del 17 de diciembre se ha tomado la agenda. Aunque hay algunos pocos descolgados en el sector, los principales partidos de derecha y los de centro han cerrado filas a favor de la propuesta de nueva Constitución. A su vez, los partidos de izquierda han debido tragarse sus palabras y ahora defienden los méritos de la Constitución de Pinochet que por tanto tiempo quisieron remplazar. El gobierno, sabiendo que su impopularidad constituye un pasivo para cualquier bando al que se sume, se ha comportado como si el plebiscito no existiera.
Boric, que gusta de opinar de todo -hasta de la complicada situación en Gaza- parece no haberse enterado de que hay un plebiscito el 17 de diciembre. Si bien todos saben que el Presidente ya no cree eso de que cualquier cosa es mejor que una Constitución escrita por cuatro generales, Boric no se anima a anunciar su voto contra de la nueva Constitución precisamente porque cree, con buenas razones, que si él dice que está en contra, mucha gente que sólo quiere castigar al gobierno se sumará al voto a favor.
Aunque Boric celebrará una victoria del rechazo a la nueva Constitución -si se produce ese resultado- el Presidente no podrá reclamar la victoria como propia, porque Boric no sólo no entró a la cancha de la campaña sino que ni siquiera estaba en el estadio donde se ha producido el debate sobre el nuevo texto.
Por cierto, resulta insensato que exista una prohibición de difundir encuestas en las dos semanas anteriores a una votación. En vez de evitar la difusión de fake news, esa prohibición alimenta la circulación de encuestas de cuestionable metodología y de improbable origen en redes sociales. Al declarar ilegal la difusión de información de alto interés para la población, la clase política solo terminó creando un mercado negro de información poco confiable sobre supuestos sondeos que muestran resultados contradictorios.
La desaparición del gobierno del debate electoral tendrá consecuencias más allá del 17 de diciembre. Aunque Boric piense que podrá tener una chance de intentar retomar la agenda después de que se decida el plebiscito, el precedente que ha sentado el Presidente al abstenerse de participar del debate político más importante de este año tendrá consecuencias negativas duraderas. Los chilenos ya se acostumbraron a un Presidente ausente y Boric ya se ha convertido en un personaje de la farándula. Sus indiscretos amoríos, sus fotos escalando cerros, paseando en bicicleta y jugando pádel, y su ausencia de los debates políticos importantes para el país, muestran donde están sus prioridades. Va a ser especialmente difícil que Boric logre volver a habitar el cargo que ostenta de una forma que le permita recuperar liderazgo.
Los hechos de las últimas semanas llevan a pensar que Boric tampoco está muy interesado en asumir el rol de liderazgo que se espera de un Presidente. Aunque ha hablado de crecimiento económico y de combatir la delincuencia, la trayectoria política de Boric deja meridianamente claro que esas no son prioridades que lo entusiasmen. Siempre estuvo más interesado en enterrar el neoliberalismo y en refundar el país que en mejorar el modelo. Pase lo que pase el 17 de diciembre, las prioridades a las que deberá abocarse el gobierno son cuestiones que nunca a Boric le importaron.
La incapacidad del gobierno para asumir el liderazgo al que está acostumbrado el país está generando un vacío de poder que empeorará la sensación de que Chile es un barco a la deriva. Aunque tal vez un cambio de gabinete logre sumar nuevas caras al gobierno que permitan liderazgos en áreas específicas, la falta de un Presidente que habite su cargo de la forma en que los chilenos esperan traerá costos importantes al país en los próximos meses. Aunque no es mucho lo que ahora se puede hacer para corregir ese problema, es importante prepararse para vivir en un país con un gobierno a la deriva por los próximos dos años.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
/psg