Según un informe de la Red de Hospitales Universitarios de la Universidad de Buenos Aires, “el consumo de tabaco y la exposición al humo son una de las principales causas de cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, produciendo en el mundo más de 8 millones de muertes cada año”, de acuerdo a los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Más allá de estas graves consecuencias, se ha demostrado que el tabaco no solo afecta la salud física, sino también la mental debido a que contiene nicotina, una sustancia química que genera adicción y dependencia.
Incluso, tiene efectos nocivos en el órgano que comanda nuestro cuerpo. De acuerdo a un nuevo estudio, fumar encoge el cerebro. La investigación fue realizada por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, en St. Louis. Los hallazgos, publicados en Biological Psychiatry: Global Open Science, ayudan a explicar por qué los tabaquistas tienen un alto riesgo de sufrir deterioro cognitivo relacionado con la edad y la enfermedad de Alzheimer.
El doctor Raúl Guillermo Espinoza, médico del servicio de Medicina Familiar y Coordinador del Programa de Control de Tabaco del Hospital Italiano (GRANTAHI) explicó a Infobae: “El cerebro va cambiando con la edad y muchas veces estilos de vida y factores de riesgos como el fumar aceleran este proceso natural. Que se encoja o pierda tamaño, puede, no siempre, ocasionar una pérdida de las funciones cognitivas y traer problemas en la memoria, el lenguaje o la capacidad de juicio”.
La buena noticia es que dejar de fumar previene una mayor pérdida de tejido cerebral, según los investigadores, pero aún así, abandonar este hábito no devuelve el cerebro a su tamaño original. Dado que este órgano pierde volumen de forma natural con la edad, el tabaquismo hace que el cerebro envejezca prematuramente, dijeron los investigadores.
El doctor Espinoza señaló que “hay muchas enfermedades relacionadas a este tipo de cambios en la condición del cerebro y también con sus consumos, por ejemplo obesidad, diabetes, colesterol elevado, entre otros. Estos producen un daño en la microcirculación a nivel de varios órganos, pero en el cerebro va produciendo que se deteriore, se pueden producir microinfartos vasculares, y estos ir afectando las funciones intelectuales de los pacientes que fuman. Por eso, se habla en el estudio que lo mejor es no iniciar el consumo y, de ser posible, dejarlo lo antes posible. A cualquier edad es bueno dejar de fumar y mejorar las condiciones para tener un cerebro activo”.
Y agregó: “El tabaquismo crónico genera daños en varios órganos y sistemas y el cerebro no escapa a esto. Afecta a la circulación produciendo estrechez y disfunción del endotelio en las arterias, esto genera el terreno propicio para que puedan ocurrir los accidentes cerebrovasculares, es decir, el fumar aumenta el riesgo de ACV, y de deterioros cognitivos. La nicotina, el monóxido de carbono y los gases oxidantes son los principales componentes del humo de tabaco que pueden generar los daños, pero hay también otras tantas sustancias que generan cambios crónicos e irreversibles en las células, con lo cual no fumar, ni estar expuesto al humo de tabaco mejora mucho la salud y previene estas patologías”, afirmó el doctor Espinoza.
El tabaquismo daña casi todos los órganos del cuerpo. Desde la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) indican que el humo de cada cigarrillo contiene más de 5.000 productos tóxicos y cualquier forma de consumir tabaco (fumado o masticado) implica su ingreso al organismo a través de la boca, primer órgano de impacto.
“Hasta hace poco, los científicos habían pasado por alto los efectos del tabaquismo en el cerebro, en parte porque estábamos centrados en sus terribles consecuencias en los pulmones y el corazón”, dijo la autora principal del estudio, la doctora Laura J. Bierut, Alumni Endowed profesora de Psiquiatría. “Pero a medida que comenzamos a observar el cerebro más de cerca, se hizo evidente que fumar también es muy malo para el cerebro”, agregó.
La adicción a la nicotina
La doctora Cecilia De Simone (MN 93554), médica especialista en Psiquiatría, del servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano de Buenos Aires, magíster en Prevención y Asistencia de las Drogodependencias e integrante del programa de Control de Tabaco Hospital Italiano, explicó a Infobae en una nota reciente que el tabaquismo es una adicción y como tal se caracteriza por la búsqueda y uso compulsivo de una sustancia, que en este caso es la nicotina.
“Cuando se fuma tabaco, en cada pitada la nicotina llega en segundos al cerebro generando efectos placenteros a través de la liberación de sustancias llamadas neurotransmisores. Esta rápida llegada al cerebro y el descenso de la nicotina son las características que la hacen fuertemente adictiva, más que otras sustancias como el alcohol, la marihuana o la cocaína”, declaró y explicó que el consumo de tabaco genera tres formas de dependencia:
– Física: provocada por la nicotina, responsable del síndrome de abstinencia.
– Psicológica: fumar se asocia a diferentes situaciones cotidianas y parece imposible cambiar esta relación.
– Social: para muchas personas, fumar sigue siendo un imperativo social.
El estudio citado afirmó: “El efecto adverso del tabaquismo se extiende al cerebro, como lo demuestra la asociación entre el tabaquismo y la demencia. Las personas que fuman tienen más probabilidades de sufrir un deterioro de la materia gris y blanca, lo que proporciona una posible explicación de por qué el 14% de los casos mundiales de enfermedad de Alzheimer podrían ser atribuibles al tabaquismo”.
Cómo se realizó el estudio
Los científicos saben desde hace mucho tiempo que fumar y un menor volumen cerebral están relacionados, pero nunca han estado seguros de cuál es el instigador. Y hay un tercer factor a considerar: la genética. Tanto el tamaño del cerebro como el hábito de fumar son hereditarios. Aproximadamente la mitad del riesgo de que una persona fume se puede atribuir a sus genes.
Para desentrañar la relación entre genes, cerebros y comportamiento, Bierut y el primer autor Yoonhoo Chang, un estudiante de posgrado, analizaron datos extraídos del Biobanco del Reino Unido, una base de datos biomédica disponible públicamente que contiene información genética, de salud y de comportamiento de medio millón de personas, en su mayoría de ascendencia europea.
Un subconjunto de más de 40.000 participantes del Biobanco del Reino Unido se sometió a imágenes cerebrales, que pueden usarse para determinar el volumen cerebral. En total, el equipo analizó datos no identificados sobre el volumen cerebral, el historial de tabaquismo y el riesgo genético de fumar de 32.094 personas.
Se demostró que cada par de factores estaban relacionados: antecedentes de tabaquismo y volumen cerebral; riesgo genético de fumar y antecedentes de tabaquismo; y riesgo genético de fumar y volumen cerebral. Además, la asociación entre fumar y el volumen cerebral dependía de la dosis: cuanto más paquetes fumaba una persona al día, menor era su volumen cerebral.
Cuando se consideraron los tres factores juntos, la asociación entre el riesgo genético de fumar y el volumen cerebral desapareció, mientras que el vínculo entre cada uno de ellos y las conductas de fumar permaneció. Utilizando un enfoque estadístico conocido como análisis de mediación, los investigadores determinaron la secuencia de eventos: la predisposición genética conduce a fumar, lo que lleva a una disminución del volumen cerebral.
“Suena mal y es malo”, dijo Bierut. “Una reducción en el volumen cerebral es consistente con un mayor envejecimiento. Esto es importante a medida que nuestra población se vuelve mayor, porque tanto el envejecimiento como el tabaquismo son factores de riesgo de demencia”.
Y, desgraciadamente, la contracción parece irreversible. Al analizar datos de personas que habían dejado de fumar años antes, los investigadores descubrieron que sus cerebros se mantenían más pequeños que los de las personas que nunca habían fumado.
“No se puede deshacer el daño que ya se ha causado, pero se puede evitar causar más daño”, afirmó Chang. “El tabaquismo es un factor de riesgo modificable. Hay una cosa que puedes cambiar para dejar de envejecer tu cerebro y ponerte en mayor riesgo de demencia, y es dejar de fumar”, concluyó el investigador.
De acuerdo a la doctora Stella Maris Cuevas (MN 81701) médica otorrinolaringóloga, experta en olfato, alergista, expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA) en una nota reciente en Infobae, luego de superar los síntomas ocasionados por el síndrome de abstinencia, que se pueden resumir en ansiedad, irritabilidad, frustración e ira, los beneficios de dejar de fumar son inmediatos:
– A las pocas horas aumenta el oxígeno en el cuerpo y disminuye el dióxido de carbono.
– A las 24 horas comienza la disminución de mucosidad acumulada.
– A las 48 horas se comienza a normalizar el olfato.
– A las 72 horas resulta más fácil respirar.
“Esta situación está vinculada a la lentitud con la que se elimina la nicotina. Sin embargo, a medida que esto ocurre, se recupera la energía, los episodios de abstinencia se controlan con más fuerza, aumenta la capacidad respiratoria, disminuye el cansancio, se logra mantener un buen sueño y, en resumidas cuentas, se mejora la calidad de vida”, explicó la doctora Cuevas.
Y concluyó: “Al año, aproximadamente, se reduce a la mitad el riesgo cardíaco o las probabilidades de padecer un infarto y, con el tiempo, el riesgo de muerte por cáncer de pulmón disminuye a la mitad. Incluso, decaen notablemente los riesgos de desarrollar enfermedades severas”.
La doctora De Simone explicó que si bien muchos fumadores, una vez tomada la decisión de dejar de fumar pueden lograrlo sin ayuda profesional, hacerlo en el contexto de un tratamiento facilita el proceso dado que la persona cuenta con más herramientas para sobrellevar la abstinencia.
El doctor Espinoza expresó finalmente: “Mis consejos son tratar de que los niños y chicos jóvenes no inicien en el consumo de tabaco; en los fumadores, ayudarlos a comprender los daños que producen en ellos y en su entorno, ayudarlos a cambiar, a que intenten no fumar nada. Dejar de consumir productos de tabaco es lo mejor que pueden hacer por su salud, y así cuidar lo mejor posible a su cerebro para no envejecer precozmente y no sufrir de deterioro cognitivo a edades tempranas. Obviamente, también ayudarlos a reducir los demás factores de riesgo como sedentarismo, obesidad, dislipemia y la hipertensión arterial. Como médicos podemos orientar y estimularlos a que busquen una mejor calidad de vida”.
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