Ahora que el proceso constituyente terminó en frustración y descontento, el Presidente Gabriel Boric tendrá el complejo desafío de mover pieza para liderar la respuesta de una clase política deslegitimada y desorientada. Lamentablemente, hay pocas razones para creer que Boric tomará el camino del diálogo y del acuerdo. Lo más probable es que el gobierno siga remando en círculos y continúe enviando señales contradictorias que poco ayudarán al país de salir del pésimo lugar en el que ha estado durante todo este extenso y agotador proceso constituyente.
Aunque la gente esté cansada y el pueblo demanda que el país avance en la dirección correcta, habrá que hacerse de paciencia. Resulta muy difícil imaginar que, aunque ya cerramos el proceso constituyente, el país logre comenzar a moverse en la dirección correcta mientras Gabriel Boric siga en el poder. Aunque ya no acecha el fantasma constituyente, el país seguirá estancado por los próximos meses, por más que el Mandatario repita que su intención es promover el crecimiento y combatir la inseguridad.
Una de las razones por las que ganó el Rechazo en el plebiscito de ayer domingo es que el Presidente Boric logró evitar ser involucrado en la campaña. Si bien el comando del voto A favor buscó asociar la aprobación del nuevo texto a un castigo al impopular Presidente, un buen número de los chilenos pareció entender que rechazar el texto no implicaba dar un apoyo a Boric.
Pero no hay garantía de que Boric, y su equipo de gobierno, entiendan que los chilenos rechazan la dirección por la que avanza el país. En semanas recientes, el Jefe de Estado ha dado señales de que quiere avanzar con prioridades de su agenda que no están en sintonía con las prioridades de los chilenos. La reactivación de la promesa de condonar las deudas del CAE -el Crédito con Aval del Estado que benefició a decenas de miles de estudiantes de educación superior que existió antes de que entrara en vigencia la gratuidad- refleja que Boric, cada cierto tiempo, quiere volver a ser aquel líder fundacional que prometió sepultar el neoliberalismo.
En la misma noche en que Boric aceptaba que Chile votó por mantener la Constitución promulgada en dictadura, arremetió con su promesa de una reforma tributaria y de una reforma de pensiones. Aunque, buscando dejarlos contentos a todos, aseguró que la reforma tributaria debería promover el crecimiento, Boric también insistió en la idea de aumentar la recaudación estatal para financiar sus ambiciosos programas sociales. Como es evidente que no se puede privilegiar al mismo tiempo la creación de empleos y un aumento adicional en la carga tributaria en un momento en que la economía mundial enfrenta vientos cruzados, el Presidente Boric pareció querer dar señales de que su gobierno todavía tenía fuerza y ganas para hacer las transformaciones profundas que no pudo hacer en sus dos primeros años en el poder.
Pero ni su gobierno tiene la fuerza para impulsar esas transformaciones ni el electorado comparte esas prioridades. La gente quiere soluciones a sus problemas inmediatos. Si bien la gente quiere más Estado, quiere un Estado que provea más seguridad y protección a las personas y no uno que nacionalice el sistema de pensiones o siga poniendo obstáculos a la creación de empleos por parte del sector privado. Aunque la gente quiere que mejoren las pensiones, las personas no quieren que esa mejora se haga con sus propias imposiciones. La gente quiere que el sistema económico funciones mejor para todos, no quiere que el gobierno imponga otro sistema económico.
En los próximos días, el gobierno deberá tomar una difícil decisión. Si Boric opta por seguir siendo el joven líder rebelde que quiere refundar a Chile, pero sin pelearse demasiado con la oposición, entonces el país seguirá estancando y su gobierno seguirá haciendo agua. En cambio, si Boric da el paso decisivo y se convierte en el tipo de presidente que él siempre criticó -un líder pragmático que promueva políticas de libre mercado y que mejore el modelo capitalista- entonces el país podrá retomar el sendero del crecimiento que habíamos perdido ya varios años antes del estallido social.
Esta es la temporada de pedirle regalos y sorpresas a Santa Claus. Por eso, no se pierde nada en pedir como regalo de Navidad que el Presidente Gabriel Boric se reinvente, madure y adopte posiciones pragmáticas que ayuden al país a tomar el sendero de desarrollo y crecimiento. Ese sería el mejor regalo que pudiera recibir Chile esta Navidad. Aunque hay buenas razones para dudar de la existencia del Viejito Pascuero, ahora que se ha cerrado el proceso constituyente, el Presidente Boric se ha quedado sin excusas y el país ya no tiene más distracciones. En los próximos días sabremos si Chile tendrá su propio milagro de Navidad o si deberemos aceptar que, aunque ya no exista la incertidumbre del proceso constituyente, Chile seguirá atrapado en este foso de inacción, cantos de sirena y falta de liderazgo hasta que se termine el periodo presidencial de Gabriel Boric.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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