Pese a ser el Presidente más joven en varias décadas, Gabriel Boric parece más anclado en su propio pasado y en el pasado político del país que los mandatarios que le precedieron. A su vez, aunque tiene varias décadas por delante para seguir haciendo política, se comporta como si estuviera atemorizado del futuro.
Después de la aplastante derrota electoral que sufrió su visión de mundo en el plebiscito de 2022, Boric no ha logrado dar con un mensaje que combine sus ideales de crear una sociedad más solidaria con los sueños y aspiraciones de los chilenos que parecen querer mejorar el modelo capitalista mas que buscar remplazarlo. Para poder salir del hoyo en que actualmente se encuentra él y su gobierno, Boric va a tener que liberarse del pasado que lo oprime y perderle el miedo a las oportunidades de futuro que se le presentan a su gobierno.
Incomprensiblemente, Boric ha hecho demasiadas referencias en su corta vida política a la desastrosa experiencia del gobierno de Salvador Allende. Aunque las causas que pudieron haber inspirado a Allende fueran loables -la justicia social y los derechos de los que menos tienen- la forma en que intentó forjar la Vía Chilena al Socialismo fue desastrosa. Más por errores propios que por culpa del gobierno de Estados Unidos o de la derecha nacional, Allende implementó políticas económicas que llevaron al país a la ruina y privilegió un discurso de confrontación y polarización que dividieron profundamente a los chilenos. Por eso, resulta difícil de entender que Boric crea el gobierno de Allende es un modelo en el que inspirarse.
Como los 50 años de la conmemoración del golpe de Estado de 1973 se produjeron durante su gobierno, Boric quería aprovechar la oportunidad para cementar esa relación simbólica entre lo que quiso hacer Allende y lo que él quería hacer. Pero, cayendo víctima de su propia falta de liderazgo y producto de los radicales de izquierda que siempre terminan arruinando las iniciativas más razonables de su gobierno, el Mandatario desperdició la oportunidad de convertir la conmemoración del quiebre de la democracia en un salvavidas para su propio gobierno.
En semanas recientes, demostrando su preocupante capacidad para cometer errores no forzados, el gobierno se ha vuelto a tropezar con la misma piedra de su relación destructiva con delincuentes y otros violentistas que fueron protagonistas del estallido social de 2019. A fines de 2022, su gobierno ya había tropezado al indultar a delincuentes con amplio prontuario por, supuestamente, ser luchadores en busca de justicia social. Ahora, el gobierno vuelve a estar entre las cuerdas ante las revelaciones de pensiones de gracia entregadas a otras personas con amplio prontuario delictual.
Resulta difícil entender por qué el gobierno insiste en verse públicamente asociado a delincuentes que proclaman ser luchadores sociales. Bastaba con una revisión superficial de las hojas de vida de muchos de esos beneficiados con pensiones de gracia para que cualquier persona razonable encendiera las alarmas. Pero los dirigentes de este gobierno parecen pecar ya sea de falta de rigurosidad o ser demasiado panfletarios como para usar sentido común en sus decisiones.
Ahora que el gobierno ha vuelto a tropezar con la piedra de la cercanía con los delincuentes, resulta difícil imaginar que Boric vaya a poder asumir a cabalidad el difícil desafío que representa la ola creciente de delincuencia. Para una mayoría de los chilenos, el Presidente está decididamente más cerca de los delincuentes que de las víctimas del crimen o de los carabineros que combaten a los delincuentes. Por más que prometa mano dura o advierta persecución de día y de noche a los delincuentes, los chilenos ya parecen convencidos de que Boric, y su gobierno, no son ni muy trabajadores ni muy comprometidos con la ley y el orden.
Ese pasado que siempre persigue ha logrado atrapar demasiadas veces al gobierno de Boric. Pero como si eso no fuera lo suficientemente malo, el gobierno también demuestra tenerle miedo al futuro. Después de llegar al poder prometiendo que Chile sería la tumba del neoliberalismo, el gobierno parece haber perdido la brújula y ahora no sabe si quiere profundizar el neoliberalismo o si quiere, renegando de su razón inicial que explica su ingreso a la política, darle un rostro humano al modelo de libre mercado. De hacer lo primero, terminaría avanzando la misma agenda que Piñera no pudo avanzar en el cuatrienio anterior. De hacer lo segundo, terminaría haciendo lo mismo que hizo con tanto éxito la Concertación en sus sucesivos gobiernos y que el Frente Amplio criticó con tanto histrionismo.
Cuando el país se prepara para entrar en su temporada estival, el gobierno de Boric aparece sofocado por el calor, confundido por la realidad, atrapado por su vergonzante pasado y temeroso por lo que se viene para Chile en el futuro.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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