Un nuevo estudio ha descubierto un fenómeno cósmico extremadamente violento y peligroso que puede acabar fácilmente con la vida en la Tierra y cualquier otro planeta aunque se encuentre a una gran distancia de su epicentro: un nuevo tipo de supernova cuya fuerza destructura llegaría mucho más allá que lo que antes creíamos para este tipo de eventos. Y además, lo haría en varias olas separadas por miles de años después de la explosión.
“Instamos a realizar observaciones de seguimiento en rayos X de las ‘supernovas interactivas’ durante meses y años después de la explosión para arrojar luz sobre la naturaleza física de la emisión y su evolución a lo largo del tiempo, así como para aclarar el peligro que estos sucesos suponen para la vida en nuestra galaxia y en otras regiones de formación estelar, “ reza el estudio pre-publicado en Arxiv .
Qué es lo que han descubierto
Las ‘supernovas interactivas’ a las que se refieren son aquellas que interactúan con gruesas y densas capas de materia a su alrededor. Estas capas (en inglés, ‘dense circumstellar medium’ o CSM) reaccionan con la energía de la explosión de la estrella. La onda de choque calienta el material del CSM a tal temperatura que emite rayos X.
Por naturaleza, una supernova emite grandes cantidades de rayos X. Pero lo particular y peligroso de esta combinación es que los rayos X resultantes de ese calentamiento de la materia pueden viajar aún más lejos, llegando hasta alcanzar los 50 parsecs (163 años luz) con consecuencias letales con cualquier planeta que se cruce en su camino.
Además, este tsunami de radiación, capaz de destruir la atmósfera terrestre sin posibilidad de defensa, no iría sólo. La destrucción llegaría en dos olas, una de rayos X y otra de rayos cósmicos, dice: “La emisión de rayos X de una supernova se produce como una fase distinta de la emisión de radiación de una supernova para los planetas cercanos dentro de decenas de parsecs: normalmente meses/años después del estallido inicial, y miles de años antes de la llegada de los rayos cósmicos. Por tanto, un corolario de la formidable amenaza encontrada aquí, es que esto altera la línea temporal por la que sabemos que una SN puede influir en un planeta cercano, añadiendo una fase adicional de efectos adversos.”
El fin de la vida
En otras palabras: sabíamos que las supernovas pueden destruir la vida de un planeta sin problemas y que nuestro pálido punto de luz azul ya habría sufrido por lo menos una de ellas hace millones de años. Lo que no sabíamos es que pueden ser aún más violentas de lo que creíamos y no tienen porqué estar a sólo unos pocos años luz, para tener un efecto demoledor en la vida. El devastador efecto de una primera ola de destrucción llegaría meses después de la explosión pero, miles de años más tarde más tarde, tendríamos otra ola que vaporizaría cualquier vestigio de nuestra existencia irremediablemente.
Los autores del estudio — astrofísicos de varias prestigiosas universidades de todo el mundo — han usado años de datos de los observatorios Chandra, Swift-XRT, XMM-Newton, NuSTAR y otros para llegar a estas conclusiones, pero apuntan a que hacen falta muchos más datos y el estudio continuado de estos fenómenos si queremos realmente comprender cómo evolucionó la vida en nuestro planeta y cómo otros mundos pueden ser afectados: “Concluimos con el comentario de que seguir investigando la emisión de rayos X de las supernovas tiene valor no sólo para la astrofísica estelar, sino también para la astrobiología, la paleontología y las ciencias de la Tierra y planetarias en su conjunto”.
Para ello, hay que realizar observaciones de seguimiento de rayos X de estas supernovas durante meses e incluso años después de la explosión, aseguran. “Instamos a que se siga desarrollando la implementación de instrumentos telescópicos de rayos X [para aclarar] el peligro que estos eventos suponen para la vida en nuestra galaxia y en otras regiones de formación estelar”.
Y aunque nosotros no tenemos que preocuparnos de este tipo de eventos en estos momentos — ahora mismo no existen candidatos a estos fenómenos y podrían pasar cientos de miles de años antes de que ocurriese algo así — es cierto que la comunidad científica no debe quedarse con los brazos cruzados si queremos comprender cómo hemos llegado aquí, cómo podría afectarnos un fenómeno así, y cómo la vida podría haber evolucionado en otros lugares del cosmos… o no.
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