Muchas son las leyendas e historias que se tejen en torno al Tué Tué, un fatídico pájaro maligno también conocido como Chonchón, que desde tiempos prehispánicos surca supuestamente los cielos nocturnos de nuestro país y cuyo fúnebre canto siempre presagia desgracias, muertes y malas noticias.
El folklorólogo e investigador chileno Oreste Plath relata que el Tué Tué, llamado así por el tétrico sonido que hace al graznar (bastante similar al de los queltehues), es un ave rapaz, feroz y arriesgada, que habita desde la región de Coquimbo hasta la región de Magallanes, y que no vacila en atacar a animales de mucho mayor talla que la suya, las cuales destroza con sus afiladas garras y pico curvo.
“El Tué Tué monopoliza las agorerías y los malos presagios. Acusa su presencia con un graznido áspero, fuerte, persistente, que sobrecoge en el silencio de la noche. Según las modulaciones que tenga, se interpreta como anuncio de accidente o herencia. Cuando llora, anuncia la muerte de un persona adulta. Cuando ríe, la muerte de un niño. Se le considera como un perverso emisario de los enemigos del género humano, recibiendo de éstos el encargo de derramar el veneno invisible de las epidemias y de la muerte sobre el odiado enemigo”.
Oreste Plath agrega que el Tué Tué “ha dado origen al mito de cabeza alada, en que se transforman los brujos, es decir, en forma de Chonchón. Es una cabeza humana de la cual sobresalen dos enormes orejas…El Chonchón acostumbra a pasar por el mismo lugar todas las noches, lo que se denomina ‘hacer su camino’. Para cortarles el camino se pone una calavera de cabeza de caballo en el techo de la casa. Para ahuyentarlos o hacerlos caer, los conjuran por varios medios, como rezar el Padre Nuestro al revés o rezar tres veces el Credo. Estas oraciones hacen sufrir terriblemente al Chonchón, el cual cae inconsciente, hasta que otro Chonchón viene a levantarlo”.
En los sectores rurales de nuestro país el Tué Tué es visto como una presencia maligna y temida, y a la que se le profesa un respeto reverencial. Se dice que es común en los campos que las personas para escapar de su maleficio arrojen sal al fuego. En su libro “Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto” (1888), Justo Abel Rosales ya reportaba la presencia de terroríficos avistamientos de chonchones y siniestros pájaros gigantes sobre el histórico puente de Santiago, dando gritos, batiendo sus alas y causando pavor entre los transeúntes que cruzaban por él.
“En Coquimbo, el Chonchón es un brujo que va a la cueva de Salamanca. Ahí se hacen aquelarres y se supone que ellos se ponen a dormir, entonces su alma sale y encarna en un pájaro”, cuenta Herminia Oyanedel Ramírez, oriunda de La Serena, en un reportaje publicado por biobiochile.cl.
En la cultura mapuche, el Chonchón es una repulsiva ave de plumas color gris ceniciento formada a partir de una cabeza humana, de la que nacerían unas afiladas garras y unas grandes orejas que usa a modo de alas para volar. La cabeza del Chonchón pertenecería a un brujo maléfico o calcu, el cual realiza su espantosa transformación sólo durante las noches gracias a una especie de ungüento que se pone en la garganta. La transformación del Chonchón, al ser asimilada posteriormente a otras creencias y leyendas tradicionales de la Colonia de Chile, sería asociada al poder de los brujas y brujos que sirven al diablo.
El kimche Octavio Huaiquillán Meliñir, un sabio indígena de la etnia pehuenche que vive en la zona de Lonquimay, en la región de la Araucanía, asegura por su parte que el Chonchón o Tué Tué “es una manifestación pura del demonio y del mal que está presente en todo lugar, independiente de la zona, día, cultura o pueblo. Durante el período prehispánico, cuando este territorio todavía era gobernado por caciques, ya existían creencias vinculadas a este tipo de criaturas demoníacas”.
Oreste Plath concluye afirmando que “el Chonchón es un personaje del folklore literario y los poetas populares lo citan en sus composiciones. En la Araucanía y en Chiloé abundan los chonchones. Los mapuches les temen y queman hojas de canelo cuando sienten su grito: Tué Tué…”.
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