El tiempo ha pasado pero Stan Michalak sigue recordando cómo su padre se adentró un día en el bosque de Falcon Lake para regresar enfermo, pálido y quemado tras ver un platillo volante. Un platillo volante que, tiempo después, sigue siendo un tema tabú en su familia y entre sus amistades. «Tenía miedo. Mi padre estaba herido y no sabía lo que había pasado. Las personas no me decían nada al respecto». Sucedió en 1967, en la pacífica e idílica provincia de Manitoba, Canadá, un lugar de estampa que estará marcado por y para siempre por un incidente que sigue desconcertando a los expertos en ufología y seguidores de los casos paranormales.
La historia de Stefan Michalak: un mecánico y geólogo amateur que fue atacado por un platillo volante
Stefan Michalak era un hombre apacible, tranquilo, que trabajaba como mecánico industrial después de haber emigrado desde Polonia a esta remota región de Canadá. Como geólogo amateur, disfrutaba explorando los bosques de la zona, acercándose a las laderas de las montañas y caminando durante horas -su pasatiempo favorito- en solitario. A veces, avisaba a su familia y cogía un saco de dormir, una tienda de campaña, una mochila con agua y algunas provisiones y se encaminaba a pasar unas cuentas jornadas en el bosque. Era parte de su día a día, y siempre traía algún botín: cristales de cuarzo, rocas de formas especiales o minerales.
Manitoba era su segundo hogar. Conocía las rutas y los senderos, así como los lugares en los que estar más seguro en caso de cambios de tiempo. Pero todo cambió un mayo de 1967, cuando decidió internarse en una zona raramente frecuentada por campistas y senderistas. Poco a poco, se encontró que había una buena región, cercana a un lago, en la que realizar una prospección de muestras, descubriendo que podría extraer muestra de una veta de cuarzo. Mientras el sol caía, Michalak fue sorprendido por un extraño ruido, un estruendo semejante al de un claxon, pero mucho más profundo. El ruido provocó que los pocos animales que estaban alrededor se asustaran y que los gansos salvajes que descansaban en el lago salieran volando. Algo le impulsó a investigar y dejar sus tareas. Una decisión de la que se arrepentiría a posteriori.
| «Estaba investigando cuando encontró una veta de cuarzo: pero un ruido le alertó»
Allí observó, a unos 45 metros del suelo, muy por encima de los árboles, unos extraños objetos metálicos redondos que levitaban a unos metros de distancia uno del otro. De un rápido vistazo, Michalak logró distinguir una serie de luces rojas y elementos que parpadeaban en los bordes, con un cristal y carlinga, en forma de domo, en la parte superior de estos platillos volantes. Michalak, durante un rato, estuvo mirando. Hasta que uno de ellos se adelantó, a apenas 50 metros del punto en el que se encontraba Stefan Michalak, emitiendo una luz cada vez más intensa, posándose sobre una roca plana. La otra nave, despareció entre las nubes a una gran velocidad.
Un encuentro cercano en la segunda fase: radiación, quemaduras y secuelas de por vida
Stefan, creyendo que era un ejercicio militar, se recostó, se relajó y comenzó a dibujar la nave durante media hora. Creía que estaba viendo vehículo experimental del ejército estadounidense, realizando maniobras secretas, y no quería interferir en los ejercicios. Después se acercó mucho, confiado, aunque comenzó a sentir un ligero mareo y percibir un fuerte olor a azufre. El mecánico estaba tan cerca del objeto que podía escuchar un suave zumbido, como el de un motor en constante funcionamiento, similar a la vibración de baja frecuencia. Desde su posición, incluso tenía la posibilidad de observar una pequeña puerta abierta, desde la que pudo atisbar, según sus palabras, un montón luces brillantes e incomprensibles paneles de colores en su interior. Es aquí cuando todo comienza a torcerse.
Escuchó unas extrañas voces, que no sabía de dónde salían -aunque intuían que venían de dentro de la nave-, y comenzó a pedir ayuda desesperado y confundido, presa un miedo que comenzó a atenazarlo. «Oigan, yanquis. ¿Necesitan ayuda?» gritó, pues seguía creyendo que eran naves de prueba estadounidenses. En ese momento, la nave cerró su puerta de golpe. Y cuando Stefan intentó tocarla su guante de geología, comenzó a fundirse. Estaba pegado al fuselaje y la superficie de la nave, brillante y pulida, tanto que parecía que emanaba una luz propia de un sol. El OVNI comenzó a girar a una gran velocidad, generando un gran ruido, momento en el que Stefan fue golpeado en el pecho por una gigantesca ráfaga de aire y gas que lo mandó al suelo, varios metros hacia atrás, y con su ropa envuelta en llamas. Tirado entre las rocas desde las que había observado el objeto, Stefan se quitó la ropa, observó sus manos quemadas y volvió, desorientado, a su casa.
| «La nave le quemó el pecho y los brazos, impregnándolo de un olor a azufre y causándole mareos»
Fue un camino duro. Se detuvo varias veces a vomitar, aquejado por las quemaduras de primer y segundo grado, así como mareado, enajenado por una confusión cada vez más constante. Pasó más de seis horas andando, hasta que llegó a un motel de carretera, solicitando ayuda y pidiendo que lo llevaran a un hospital en Winnipeg. Allí, el equipo médico entrevisto a Michalak, el cual, con todo lujo de detalles, relató su extraño encuentro con ese platillo volante al que casi accedió a su interior. Cuando los médicos y enfermeras observaron su pecho, descubrieron una enorme quemadura con un patrón redondo de rejilla sobre el pecho. Para corroborar su testimonio, diversos familiares e investigadores viajaron a aquel lugar, en el que encontraron un círculo de 15 metros de diámetro en donde la nave había aterrizado, completamente quemado. Las muestras recogidas en el suelo presentaban radiación 100 veces superior a las de otras muestras en el bosque.
La ropa de Stefan corrobora parte de su historia. Como descubrieron los policías y los expertos que viajaron a la zona par recabar pruebas, encontraron que sus enseres estaban quemados, desprendían un fuerte olor a azufre. Por unanimidad, fueron considerados tóxicos y altamente radioactivos y propios de una persona que había estado expuesto a algún tipo de fenómeno muy peligroso. El fenómeno generado por la historia de Stefan fue tal, que la zona se vio rápidamente llena de interesados, periodistas e inclusos ufólogos atraídos por el caso, que cobró una resonancia mundial. El alguacil de Falcon Lake se vio desbordado por los curiosos que revolucionaron el pueblo y la región durante semanas, viéndose obligado a dar una declaración oficial donde aseguraba que la zona del bosque de Falcon Lake se encontraba cerrada por investigaciones policiales y de las autoridades encargadas del caso.
| «Su testimonio era coherente y sin fisuras: pasó el polígrafo y otras pruebas; jamás se recuperó del avistamiento»
Con el paso de las semanas, tras ser dado de alta, Stefan fue sometido a un estudio psiquiátrico muy pormenorizado, y fue encontrado completamente cuerdo y sensato: su relato no presentaba incoherencias de ningún tipo. Jamás cambió su testimonio, ni una coma, y conforme pasaban los años seguía perturbado por lo que observó y de lo que fue testigo. Su familia evitaba sacar el tema, no llegó a recuperarse del todo del avistamiento, pero jamás juró haber visto un fenómeno extraterrestres y consideraba que el OVNI que había visto en el aquel lago, era una nave militar secreta. Algo que cambió su vida para siempre.
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