Seis años después de su debut, la comediante Alison Mandel (40) volvió a pisar el escenario de la Quinta Vergara. 23.49 marcaba el reloj, y al ritmo de Dua Lipa, apareció en el escenario.
Con pasado en El club de la comedia la actriz y comediante llegó con experiencia al certamen, y el oficio se notó, porque a los 2 minutos ya había arrancado algunas risas.
Haciendo una especie de autoficción, en su rutina abordó fundamentalmente dos tópicos: la maternidad -con su hijo Baltazar y el concepto de moda la “crianza respetuosa”- y su esposo, el humorista Pedro Ruminot, quien, por supuesto se encontraba en primera fila acompañando a su pareja y soportando de buena gana que su esposa lo usara de elemento para sus chistes.
Aunque al inicio, los dardos apuntaban al clásico de los clásicos del humor chileno: la suegra. “Mi suegra no es que me quiera mucho”, “uno a veces no calza con la suegra”, señaló. También otro, la amiga a la que patearon. “La mejor amiga es justo la que tu marido detesta”, dijo, desatando buenas risas del respetable. También hizo un chiste con el clásico intercambio de consejos, “te agarrai a cualquier hueon…un hueon con pantalón de cotelé en marzo, no es”. Hasta Carola de Moras salió al baile, como “la otra”. La Quinta reía de buena gana.
Otro momento fue: “Con mis amigas tenemos un Instagram falso para espaiar a la gente…el único problema es que agarró vuelo, tenemos 12 mil seguidores”. Y por supuesto, la comparación con los hombres, mucho más simples. “Tienen un solo amigo, que se lo hicieron en quinto básico, y se quedan con ese hueón para el resto de la vida”. Y los comentarios masculinos altamente sofisticados: “Qué brígido”.
Llegando a los 10 minutos, la rutina se basó en Ruminot. Se burló de su mala disposición (y capacidad) para sacarle una foto, y su (no) belleza, lo cual desató las risas de monstruo. “Es que ustedes no lo han visto en pelota”. Más risas. Y dio a conocer de por qué le gustaba: “El Pedro es flaite, y a mí no hay nada más que me guste en un hueón, de que sea flaite”. Más risas. “El flaite tira bien, el cuico tira como con culpa, como si diosito lo estuviera mirando”.
Y desprendido de eso, su teoría de “por qué los cuicos hablan ronco”, es “porque nacen con aire acondicionado”. Más risas. A esas alturas, Mandel tenía controlado el escenario, la rutina, y al “Monstruo”.
Los hijos adolescentes también pasaron por el columpio. “Tu teníai una guagua que te amaba y ahora tienes una persona que te contesta con un monosílabo” y sus juegos como echarle papas fritas al vaso de bebida de otro. “Parezco entrenador de fútbol con los niños en la mañana”, un chiste en que siguió arrancando risas por la identificación que generó con la gente.
Pasados los 20 minutos, Mandel ya lucía más suelta en escena. “¡Ya me relajé, ya me relajé!”. Siguió molestando a Ruminot y un chiste sobre ganas de orinar en medio del camino andando en auto (estando en Vespucio con Lo Espejo). Eso complementando con una imitación incluyendo sonidos “parecía un caballo” y con “el secreto de las mujeres”, de no sentarse en otra taza del baño que no sea la propia.
De ahí remató con un final apelando a su propia madre y a sus vecinos. Y tal como en 2018, se llevó las Gaviotas de Oro y Plata. Con casi 60 minutos, fue un buen debut del humor en la versión 2024 de Festival. Hizo reír de buena gana y superó con creces el desafío.
Mandel llegó al evento luego de barajarse varios nombres femeninos, como el de la comediante Chiqui Aguayo, con quien conduce el podcast Primerizas (al que hizo referencia al momento de recibir la Gaviota). A Viña llega con una rutina que ha ido probando en una intensa temporada de presentaciones en vivo.
A Viña llegó acusando un problema de salud que la hizo subir con zapatillas. Una fractura. “Estoy con un pequeño problema, le quiero bajar el perfil porque quizás tengo un hueso roto que me está molestando, así que este año se sube con zapatillas”, expuso en radio ADN.
“No es algo tan inesperado, tengo este hueso roto hace un rato, solo que no se me había activado el dolor. Hay gente que vive con esto, pero yo me di cuenta porque me empezó a doler en un vuelo, como que no me podía sentar”, añadió. Para esto, trató la lesión con una kinesióloga.
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