No tiene sentido que los artistas empiecen su espectáculo cuando el público todavía no ha llegado al concierto. De la misma forma, resulta inútil que los aspirantes a candidatos presidenciales inicien sus campañas cuando la opinión pública todavía no está interesada en el siguiente proceso electoral. Saber cuándo entrar a la carrera es esencial para poder hacer una buena campaña. La larga lista de tareas por hacer en los próximos meses para lograr que sus candidaturas ganen viabilidad no incluye anunciar formalmente la intención de ser candidato. Ya habrá tiempo para eso.
En 2024, Chile inicia un nuevo ciclo electoral. Aunque en años normales las elecciones de gobernadores, alcaldes y concejales se realizan después de dos años sin elecciones, debido al proceso constituyente que se inició a fines de 2020, el país ha tenido demasiados momentos electorales en los últimos años. En 2022 y 2023, años en los que normalmente no hubiera habido comicios, los chilenos fuimos obligados a ir a las urnas tres veces.
La contienda de gobernadores y alcaldes de octubre de 2024, que se realizará con voto obligatorio, pondrá a prueba la paciencia de los chilenos. Porque sufre de fatiga electoral, la gente no parece muy interesada en participar en las primarias opcionales del mes de junio y otros tantos considerarán que es un exceso tener que participar en posibles segundas vueltas en las elecciones de gobernadores regionales en el mes de noviembre, en caso de ser necesario.
Hemos tenido que votar demasiadas veces en años recientes, por lo que hay poco entusiasmo por impulsar primarias en junio para escoger candidatos a alcaldes y gobernadores. Los gobernadores y alcaldes en ejercicio quieren que se imponga la lógica de que “el que tiene, mantiene”. En el caso de las autoridades que ya no pueden volver a ser candidatos, sus partidos aspiran a que los cupos de esos candidatos queden para los partidos correspondientes. Los desafiantes en cada partido —como el PS, que quiere competir contra Irací Hassler en Santiago, o cualquier derechista en Las Condes que aspire a desafiar a Daniela Peñaloza— están encontrando poco apoyo para impulsar primarias. Ni los partidos quieren renunciar a la posibilidad de negociar las candidaturas en la cocina política, ni la gente parece muy interesada en que les entreguen la opción de escoger a los candidatos en primarias.
Además, como las propias coaliciones multipartidistas no están muy cohesionadas, resulta inconveniente para los partidos cerrar acuerdos sobre primarias si todavía no está claro cómo quedarán formadas las coaliciones. Por la derecha, hay buenas razones para dudar que Republicanos se termine sumando a Chile Vamos (UDI, RN y Evópoli). De hecho, algunos en Chile Vamos preferirían formar una coalición con las fracciones que renunciaron al PDC (Amarillos y Demócratas) más que con la derecha dura representada por Republicanos. En el oficialismo, aunque parece evidente que se consolidará la coalición entre el PS, PC, PRSD y Frente Amplio, no está claro si se sumará el PDC o cuáles partidos chicos de izquierda entrarán o quedarán fuera.
Parece improbable, entonces, que se den las condiciones para que haya primarias para gobernadores en muchas regiones y, todavía más improbable, que haya muchas primarias para escoger a los candidatos a alcalde de las principales coaliciones multipartidistas. En ese contexto de un electorado con fatiga electoral y un calendario inconveniente para la realización de primarias, parece que los partidos terminarán negociando los cupos de candidaturas para la elección de octubre. Cuando el electorado no está interesado en las elecciones, resulta inútil que los candidatos se esmeren en querer iniciar las campañas antes de tiempo.
Si no hay ambiente para la elección municipal que ocurrirá en octubre de 2024, el interés en la elección presidencial es todavía menor. Si bien las encuestadoras insisten en preguntarle a la gente los nombres de sus candidatos favoritos, la gente parece responder con la lógica de recordación de nombre más que de intención de voto. Con esa misma lógica, en febrero de 2020 (un momento comparable con el ciclo electoral actual), los nombres que lideraban las encuestas eran Joaquín Lavín y Daniel Jadue, pero ambos quedaron de fuera de carrera en las primarias presidenciales de 2021.
Por eso, ni los que aparecen liderando en esas encuestas deberían entusiasmarse demasiado ni los que no aparecen en esas encuestas debieran preocuparse demasiado. No tiene mucho sentido lanzarse a la piscina antes de que se junte el agua. Los aspirantes presidenciales debieran, en cambio, comenzar a trabajar en sus equipos de trabajo y en asegurar financiamiento. Como esta vez parece que no habrá expresidentes candidatos, habrá más desafíos logísticos para financiar equipos de trabajo cuando formalmente no se puede hacer campaña.
Los aspirantes presidenciales tienen mucho trabajo por hacer. Pero ese trabajo no incluye andar paseándose como candidatos por los medios de comunicación o dar entrevistas anunciando sus intenciones de ser candidatos. Iniciar la carrera presidencial antes de tiempo equivale a empezar el concierto antes de que llegue el público.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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