Ahora que estamos más cerca del fin del periodo de Boric que de su inicio, la capacidad del gobierno de llevar adelante su programa inicial de profundas y radicales transformaciones se irá reduciendo de forma acelerada. Como el país está por iniciar un nuevo ciclo electoral, la preocupación de los partidos políticos se centrará en las nominaciones de candidaturas y en las campañas que se avecinan. Lo que Boric no pudo hacer en sus primeros dos años de gobierno tampoco lo va a poder lograr en los dos años que le restan en La Moneda. Aunque el gobierno insista en su voluntad de aprobar las reformas de pensiones y la reforma tributaria, la ventana de oportunidad se cerrará muy pronto. Como el gobierno demostró poca habilidad para aprovechar las oportunidades cuando tenía viento de cola, parece demasiado voluntarista esperar que ahora que tiene viento en contra, La Moneda vaya a poder avanzar sus prioridades. Por cierto, la debilidad del gobierno también permite anticipar que la situación de inseguridad por la que atraviesa el país empeorará en los próximos meses.
Desde el retorno de la democracia, los gobiernos en Chile han sido más exitosos en avanzar su agenda legislativa en sus primeros años de gobierno que en los últimos dos años en el poder. El llamado síndrome del pato cojo, que fue identificado hace más de 60 años en la política estadounidense, ha sido confirmado repetidas veces en muchos otros sistemas presidenciales. Cuando se acerca el fin del periodo presidencial, los partidos políticos y los legisladores se centran más en sus campañas de reelección o sus próximos pasos en sus carreras políticas. Por eso, los presidentes siempre buscan empujar sus principales iniciativas cuando recién asumen el poder. En ese periodo de luna de miel, los legisladores tienen más incentivos para apoyar las iniciativas del ejecutivo.
Cuando llegó a la presidencia, Gabriel Boric equivocadamente apostó a que la victoria de la nueva Constitución en el plebiscito de septiembre de 2022 le daría un espaldarazo a su agenda de profundas transformaciones. El gobierno decidió esperar hasta después del plebiscito para presentar su reforma de pensiones. Aunque el Presidente Boric anunció en julio algunos detalles de lo que sería su reforma tributaria, la demora en presentar el proyecto de ley hizo que las primeras votaciones se produjeran después de la derrota del oficialismo en el plebiscito constitucional de septiembre de 2022.
Desde entonces, el gobierno ha venido sufriendo derrotas y retrasos en su agenda de reformas. El proyecto de reforma de pensiones que pasó en la Cámara de Diputados -donde la izquierda tiene una mayoría de los escaños- era una versión diluida de la propuesta que originalmente presentó el gobierno. De pasar en el Senado, la reforma de pensiones se va a parecer mucho más al proyecto que en su momento presentó el gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022) que a la versión que anunció Boric semanas después de la derrota del oficialismo en el plebiscito de 2022. Irónicamente, como diputado en el periodo anterior, Boric se opuso al contenido del proyecto de reforma de pensiones que ahora su gobierno parece obligado a promover para así no fracasar en su promesa de impulsar una reforma de pensiones.
Los sueños de sepultar al neoliberalismo que Boric anunció cuando ganó las primarias del Frente Amplio y Partido Comunista en julio de 2021 se evaporaron con la derrota del primer plebiscito constitucional. Ahora, Boric se debate entre no hacer nada en los dos años que le quedan o impulsar reformas a las que siempre se opuso.
Ser un gobierno derrotado y sin margen para impulsar su programa genera un vacío de poder cuyas consecuencias pueden ser nefastas para el país. Las prioridades de la gente -como el combate contra la delincuencia y la creación de empleo- no pueden ser satisfechas por un gobierno que ya no tiene fuerza ni apoyo popular. Igual que un equipo que va perdiendo el partido por goleada cuando recién comienza el segundo tiempo, el gobierno de Boric no sabe si dedicarse a hacer tiempo y evitar nuevos goles en contra o si dar la pelea para al menos anotar el gol del honor. Aunque se dice que el tiempo pasa volando, cuando no tienes nada que puedes hacer -como el gobierno ahora- el reloj parece avanzar demasiado lento.
La gente, como suele ocurrir en esos partidos en los que ya no hay nada que hacer, comienza a irse del estadio. La opinión pública comienza a buscar nuevos líderes en lo que depositar sus esperanzas para que las cosas mejoren. Otros simplemente se dejan llevar por la frustración y el descontento.
Al cumplirse dos años del gobierno de Boric, ha comenzado tempranamente la cuenta regresiva. La mala noticia es que queda mucho tiempo todavía para que se termine el gobierno. Como el país ya perdió valiosos cuatro años en un proceso constituyente inútil y mal diseñado, las urgencias se han acumulado y los problemas se están haciendo demasiado grandes. Pero igual que un partido que ya está perdido cuando recién empieza el segundo tiempo, hay que esperar hasta que el árbitro toque el pitazo final antes de empezar a trabajar para que el país tenga un mejor resultado en el próximo gobierno.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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