El último Índice Global de Esclavitud realizó un análisis regional de la situación de las Américas y determinó que aunque el continente presentaba la menor incidencia de esclavitud moderna entre las cinco regiones, con solo 5 de cada mil personas viviendo en esta situación; las Américas tenían la tercera tasa más alta de trabajo forzoso (3,5 por mil), pero la más baja en cuanto a matrimonios forzados (1,5 por mil) en comparación con otras regiones. Según el ranking, entre los diez países con mayor prevalencia de esclavitud moderna están seis sudamericanos encabezados por Venezuela.
Venezuela, El Salvador, Guatemala, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Jamaica, Bolivia y Perú lideran el listado que incluye a los 25 países del continente. De acuerdo con Walk Free, un grupo internacional de derechos humanos centrado en la erradicación de la esclavitud moderna, la vulnerabilidad a la esclavitud contemporánea en las Américas se ve principalmente agravada por la desigualdad socioeconómica, la inestabilidad política y la discriminación hacia los migrantes y las comunidades minoritarias.
En la región, indica el informe, Venezuela, Haití y El Salvador resaltaron por presentar las tasas más altas de esclavitud moderna. En el caso de Haití y Venezuela, este problema está estrechamente vinculado a la migración, la inestabilidad política y las rutas del narcotráfico que atraviesan desde América del Sur hacia América Central y del Norte. Mientras tanto, en El Salvador se relaciona con la violencia de pandillas y de género.
Los niños en las Américas “enfrentan un riesgo particularmente alto de caer víctimas de diversas formas de esclavitud moderna”, según el índice. Los menores han sido reclutados como soldados en prolongados conflictos civiles en países como Colombia y Venezuela, lo que ha dejado secuelas emocionales profundas. Además, el reclutamiento infantil por parte de grupos armados, pandillas y el crimen organizado ha experimentado un notable aumento en la región, afectando a niños en Colombia, Venezuela Ecuador y El Salvador.
El índice sugiere a Bolivia que criminalice el trabajo forzoso de acuerdo con las convenciones internacionales, la explotación sexual comercial de niños y que aumentar la edad legal para contraer matrimonio para hombres y mujeres a los 18 años sin excepciones. Perú, en cambio, tiene una calificación de 47 y presenta una vulnerabilidad por encima del promedio para la región. La vulnerabilidad es más alta en términos de grupos marginados.
El análisis de Walk Free informa sobre la participación de menores en labores peligrosas en sectores como la extracción de oro y estaño, el tráfico de drogas y la agricultura, especialmente en áreas como el cultivo de algodón, la cría de ganado, la pesca y el cultivo de tabaco. La explotación sexual comercial de menores también es una realidad en la región, particularmente en el Caribe, donde el turismo sexual, especialmente involucrando a menores, sigue siendo un problema persistente. Los turistas principalmente procedentes de Estados Unidos buscan explotar a menores en países como Belice.
Otro grupo vulnerable al trabajo forzoso son los trabajadores temporales estacionales e indocumentados del sector agrícola, incluyendo a aquellos que trabajan en países con ingresos más altos como Estados Unidos y Canadá: “Esta vulnerabilidad se ve agravada en entornos laborales informales o rurales donde las regulaciones son limitadas y las inspecciones laborales son poco frecuentes”, se lee en el documento.
La explotación laboral en las cadenas de suministro de Estados Unidos continúa siendo un desafío generalizado en la región, especialmente para los trabajadores agrícolas de países que exportan productos al mercado estadounidense. Además, se han registrado situaciones de trabajo penitenciario obligatorio tanto en cárceles públicas como privadas en Brasil y Estados Unidos.
Los países más poblados de la región, como Brasil, Estados Unidos y México, albergan el mayor número estimado de personas en situación de esclavitud moderna. En estos países, tres de cada cinco personas afectadas por esta realidad son explotadas. Por otro lado, naciones como Canadá, Uruguay y Chile muestran índices menores de prevalencia en la región.