Apenas un 24% de la aprobación ciudadana: ese es el magro resultado que marca la encuesta Plaza Pública Cadem N° 538, como respaldo al Presidente Gabriel Boric en la primera semana de mayo de 2024. Se trata, como se puede apreciar, de una cifra muy baja, que retrotrae al apoyo de la primera vuelta en la elección presidencial de 2021, lo que suele denominarse como el “voto duro”, que en su momento integraba la alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista. Para una primera comparación puede utilizarse el resultado de la segunda vuelta presidencial, en la cual el candidato Boric obtuvo el 55% de los sufragios, lo que rápidamente se reflejó también en las encuestas, que mostraban a un gobernante electo que contaba con un gran respaldo ciudadano, ciertamente mayoritario, en medio de expectativas muy grandes sobre sus posibilidades en La Moneda.
Por supuesto, desde entonces hasta ahora han transcurrido dos años y medio. En este período han pasado muchas cosas en Chile: dos procesos constituyentes fallidos, un severo deterioro de la seguridad ciudadana (incluso con aumento de asesinatos) y una situación económica estancada. A ello se han sumado en los últimos días las críticas por la reconstrucción de los incendios del verano, fuego amigo lapidario por la falta de resultados positivos. Por otra parte, las ilusiones propias de la campaña de 2021 se han transformado en la dura realidad de la administración, la burocracia y las contradicciones de los partidos y del poder, cuando ya no valen las críticas -moderadas o destempladas- contra los gobiernos de la Nueva Mayoría o de Chile Vamos, pues el otrora fogoso diputado Boric y sus compañeros ahora deben dar cuenta de sus propias responsabilidades a la cabeza de un gobierno que no es capaz de hacer todo lo que prometía.
En la historia, en general, la vida real es bastante más difícil que los sueños revolucionarios. Por otra parte, parece claro que las recetas simples elaboradas en las asambleas o programas de gobierno tienen poco que ver con la realidad de un país complejo que no resulta fácil gobernar. Me parece que debemos considerar una pregunta relevante en la mencionada encuesta: “Independiente de su posición política, ¿Usted aprueba o desaprueba la forma como Gabriel Boric está conduciendo su gobierno?” El 24% contestó que aprueba, el 70% manifestó que desaprueba, el 3% no aprueba ni desaprueba y el 3% no sabe o no responde.
Este es el resultado más bajo de la actual administración desde marzo de 2022. Es verdad que tempranamente hubo un descenso, a solo un mes de haber asumido el gobierno; también es cierto que los resultados del plebiscito constituyente fueron negativos para la izquierda, pues el proyecto que respaldó el Jefe de Estado el 4 de septiembre de ese año sólo alcanzó el 38% de los votos (bastante coincidente con la aprobación presidencial de las semanas previas). Por el contrario, los mejores resultados -superando el 40% de la aprobación en la misma encuesta Cadem- se produjeron tras las cuentas públicas ante el Congreso Pleno el 1 de junio de 2022 y el 1 de junio de 2023, fechas que conviene tener en la cabeza, pues estamos sólo a unas semanas de que se repita ese tradicional acontecimiento republicano.
No obstante, como han señalado diversos analistas, es muy probable que el gran problema de la caída en la aprobación presidencial se deba a su pérdida de apoyo en el núcleo duro de la izquierda, cansado de las “volteretas” presidenciales, del abandono de los ideales que llevaron a Gabriel Boric a La Moneda y la percepción de cierta abdicación ideológica, todo lo cual pugna con el estilo intransigente y rebelde que parecían activos de la nueva generación que llegó al gobierno el 11 de marzo de 2022. La dura realidad de gobierno ha sido un mazazo en las aspiraciones frenteamplistas y comunistas, así como la comprensión de que no se habían preparado para que la seguridad ciudadana se transformara en la principal preocupación de los chilenos.
Por cierto, hay posibilidades de cambio para los próximos meses, y por distintas razones el gobierno podría volver a tener apoyos relevantes, revirtiendo su evaluación actual. Por ejemplo, podría ocurrir que la propuesta de alza de impuestos del gobierno sea aprobada en el Congreso Nacional, luego del acuerdo de fast track legislativo. Así lo resumió el ministro de Hacienda Mario Marcel: “Nos comprometemos tanto Ejecutivo como ambas Cámaras para acelerar su tramitación legislativa, con el propósito de que estén aprobados antes de fines de septiembre”, refiriéndose a los proyectos del denominado pacto fiscal. Con todo, ya han comenzado a surgir las primeras contradicciones y una comprensión diferente sobre el significado del mencionado acuerdo de aceleración legislativa, aunque por otra parte hay muchos antecedentes que muestran al Congreso Nacional llegando a acuerdos de izquierdas y derechas para incrementar el tamaño del Estado y los impuestos que pagan las personas y las empresas.
Un segundo aspecto relevante podría ser un eventual buen resultado oficialista en las elecciones municipales y de gobernadores de octubre próximo, que tendría una indudable connotación política nacional, ya que se trata de un verdadero plebiscito al gobierno a sólo un año de las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2025. No es claro definir qué es un “buen resultado” y cuál sería malo, pero es un análisis que debe hacerse, revisando números globales (porcentaje por partidos y elección de concejales a nivel nacional), ciertas comunas emblemáticas y algunas victorias o derrotas especialmente sentidas. Al respecto vale la pena considerar otra pregunta de la encuesta: “Pensando en las elecciones municipales y de gobernadores regionales de octubre ¿Usted votaría por un candidato?” En el caso “que apoye a la coalición de gobierno” logró el 33%; “de oposición al gobierno” obtuvo el 47% y no sabe o no responde fue del 20%. Con esos datos todo indicaría un tsunami opositor, pero la cosa no es clara. Por una parte, faltan candidatos competitivos de las derechas en diferentes comunas; por otra parte, algunas zonas muestran dos o más figuras de la oposición, cuestión grave considerando que la división de votos podría terminar favoreciendo a los partidarios del gobierno. Si bien queda mucho camino, los errores se pagan en política y parece que hay algunos en marcha.
El tercer aspecto podría ser un cambio en los resultados en materia de seguridad o en la economía (ya ha habido mejoramiento en la inflación), que permitan revertir no sólo la sensación de la población, sino también los números reales. En el primer tema, no se trata solamente de decir que han bajado los asesinatos respecto de 2022 o 2023, considerando las alzas habidas en esos años, sino que se requiere un giro radical que permita vivir en paz y con reales posibilidades de desarrollo personal y familiar. Como es previsible, es un tema difícil para la izquierda y no parece ir por ahí su salida, pero la necesidad puede crear un cambio y eventualmente mejores resultados y evaluación más positiva del gobierno.
Finalmente, conviene no olvidar dos cosas. Primero, que así como el Presidente Gabriel Boric puede mejorar sus números y la apreciación ciudadana, también tiene el riesgo de seguir bajando: bien lo saben los expresidentes Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, quienes estuvieron durante largos meses de sus respectivos gobiernos bajo el 20% de la aprobación ciudadana (lo cual, ciertamente, requiere otro análisis). Segundo, que el tiempo es corto, el Presidente de la República ya ha entrado en la cuenta regresiva de su administración, aunque no se pueda hablar todavía de “pato cojo”.
Su proyecto ya no es promesa, sino una realidad medible y analizable; los discursos valen menos que la experiencia de más de dos años de gobierno; la ilusión de 2021 se ha transformado en los hechos de 2024. Por lo mismo, la gente se vuelve más difícil de convencer y al Ejecutivo se le hace también más complejo no sólo tener mejores resultados, sino retomar la iniciativa política. No es poca cosa.
Por Alejandro San Francisco, académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública, para El Líbero
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