La realidad siempre obliga a los gobiernos a aterrizar sus ambiciosos planes y a ajustar sus promesas a lo que las condiciones sociales y políticas del país permiten. En cierto modo, gobernar es el arte de decepcionar y de bajar las expectativas. Pero cuando la agenda que la realidad le impone al gobierno se distancia demasiado de lo que el gobierno alguna vez definió como sus prioridades, es inevitable que la gente empiece a sospechar que el gobierno simplemente está siendo superado por los hechos. Más que rabia o decepción, la sensación predominante en Chile es que el gobierno está a la deriva, yendo hacia donde sopla el viento de la urgencia y de las demandas populares sin saber muy bien si todavía tiene hoja de ruta o si tiene las herramientas para volver a controlar el timón de este barco que se llama Chile.
En las últimas semanas, la incapacidad del gobierno para poner sus temas en la agenda ha quedado en evidencia repetidas veces. Desde el trágico asesinato de tres carabineros en Cañete a fines de abril, el gobierno ha sido incapaz de retomar el control de la agenda. Si bien el Presidente Gabriel Boric había intentado resetear la agenda en la cumbre de la Enade el día antes de esos viles asesinatos, la incapacidad del Mandatario para evitar autosabotearse terminó convirtiendo los dichos del Presidente (“la política no es para fanáticos”) en una noticia más grande que la supuesta disponibilidad al diálogo que presumiblemente demostró el Presidente en esa cumbre empresarial. Pero cualquier espacio que se pudo haber ganado con la visita de Boric a los empresarios se perdió a las pocas horas, cuando se conoció la noticia de los tres carabineros asesinados en el sur del país. En los días posteriores, el gobierno ha sido incapaz de salir del incómodo lugar de actor secundario en el progreso de una agenda de seguridad que el gobierno nunca tuvo como prioridad y que, además, lo incomoda.
En vez de aprovechar la ocasión para controlar los contornos del debate público, el gobierno se ha visto arrinconado defendiendo su oposición al restablecimiento de la justicia militar y tratando de dar explicaciones de que entiende la preocupación de las personas con la delincuencia y que sabe qué se puede hacer para ayudar a que la gente se sienta más segura.
Mientras tanto, el país avanza a pasos decididos hacia la próxima campaña electoral. A menos de cuatro semanas para que se realicen las limitadas primarias para gobernadores y alcaldes, el gobierno ya comienza a acostumbrarse a ocupar un puesto secundario en el escenario político nacional. Después que algunos chilenos se molesten en ir a votar en las comunas en que se realicen elecciones primarias el domingo 9 de junio y hayan marcado su voto, comenzará la campaña para la próxima contienda regional y municipal del 27 de octubre.
Inevitablemente, las campañas llevan a la gente a centrarse en aquellos que prometen solucionar los problemas en los próximos años. La gente comienza a prestar cada vez menos atención en lo que pueden hacer aquellos que prometieron solucionar los problemas en la campaña anterior y que ya parecen sobrepasados por los hechos. El espacio para poder avanzar reformas y empujar proyectos de ley se va reduciendo cada vez más. Lo que el gobierno no alcance a hacer antes de octubre de 2024 difícilmente podrá conseguirlo después de esa fecha.
Por eso, es especialmente importante que el gobierno se despierte del letargo actual y comience a apurar la agenda legislativa. En un par de semanas, el Presidente Boric dará su tercer discurso anual ante el Congreso. Después de que el primer discurso estuvo marcado por el fervor del proceso constituyente, y el segundo vio al gobierno tratando de retomar el control de la agenda, este tercer discurso será la última oportunidad concreta que tendrá la administración Boric para intentar dar un empujón a su complicada agenda de reforma de pensiones y reforma tributaria. Aunque muchos en el gobierno parecen haber tirado ya la toalla con esas prioridades, todavía no se cierra la ventana de oportunidad para lograr sacar adelante una versión moderada y razonable de esas reformas. El gobierno todavía puede aprovechar las semanas que quedan antes de que pase el invierno y la campaña para las elecciones de octubre tome vuelo.
Pero para poder salir del inmovilismo y demostrar que es capaz de aprovechar las oportunidades, el gobierno debe primero comenzar a moverse. En estas semanas, la administración Boric ha sido superada por los hechos y se ha visto arrinconada, temerosa e incapaz de actuar.
Hay buenas razones para sospechar que el inmovilismo se mantendrá y que Boric se dedicará a ver cómo los hechos definen su legado. Pero también hay un rayo de esperanza de que los que saben hacer política en el gobierno demuestren que todavía poseen ese instinto de sobrevivencia que les permita comenzar a actuar. Así podrán aprovechar las condiciones favorables para los acuerdos políticos que normalmente se dan en las semanas previas a que comience una nueva temporada electoral.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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