Chile fue el primer país del mundo en firmar un tratado de libre comercio con China, y cuenta desde 2007 con presencia de Chery, que fue una de las pioneras en el desembarco a Great Wall y que cuenta con una línea especial de vehículos para ese mercado pero que no cuenta con una fábrica propia en el país.
El año pasado, Chery logró entrar en el grupo de las cinco marcas más vendidas del sector con cerca de 25.000 unidades -su gran salto fue en los años de la pandemia- y para 2024 su objetivo es elevar las ventas en torno a un 22 %.
Gran parte de su éxito reside en la mercadotecnia: años atrás se convirtió en el principal patrocinador del equipo de fútbol Universidad Católica de Chile, uno de los tres grandes del torneo nacional, lo que la llevó a ser una marca muy reconocida. Junto a ella, otras firmas chinas populares en el país son MG, Maxus, Changan o JAC.
También destaca el caso de México, donde uno de cada cinco autos vendidos en territorio nacional ya es chino, según los últimos datos de la Asociación Mexicana de Distribuidores Automotores (AMDA).
De hecho, BYD, el mayor vendedor mundial de eléctricos, anunció su intención de instalar una planta de fabricación de vehículos en el país, con el estado septentrional de Nuevo León como posible sede, aunque no sería la primera factoría de vehículos chinos en México, ya que JAC Motors abrió una en el estado central de Hidalgo en 2017.
Entre las marcas del gigante asiático presentes en México, uno de los principales mercados automotrices del continente, figuran la mencionada BYD, JMC o Changan, así como Chery, que es conocida en este país como Chirey.
Brasil y Argentina, menos ventas pero fabricación local
En Brasil, Chery cuenta con una cuota de mercado relativamente pequeña (1,26 %), con una matriculación de 4.302 automóviles nuevos de esa firma en el país a lo largo del primer trimestre, según datos de la patronal.
No obstante, la compañía sí que produce vehículos a nivel local, concretamente en dos plantas de la empresa brasileña Caoa: una en Jacareí (São Paulo), en funcionamiento desde 2017 y con capacidad para producir 150.000 vehículos anuales, y otra en Anápolis (Goiás), donde también se ensamblan automóviles de la coreana Hyundai.
Caoa anunció inversiones por 900 millones de dólares de cara a los próximos años para aumentar la capacidad de producción de las mencionadas instalaciones, con el objetivo de exportar a otros países de América Latina.
Otras empresas chinas también tienen fábricas en Brasil o han anunciado importantes inversiones al respecto: Great Wall avanzó el año pasado que destinaría unos 2.000 millones de dólares hasta 2032 y BYD, que se asentará en la antigua fábrica de Ford en Camaçari (Bahia), otros 600 millones de dólares hasta 2030.
Caso similar es el de Argentina, donde Nyvus estima en un 0,5 % la cuota de mercado de los automóviles chinos -su pico más reciente fue el 1,4 % de 2018- debido a que también es productor de vehículos y las políticas de protección industrial “complejizan la importación de las marcas chinas”.
Sin embargo, en ese país Chery anunció hace un año una inversión de unos 400 millones de dólares para construir una fábrica donde producir unos 100.000 eléctricos anuales, cubriendo el mercado latinoamericano junto a sus instalaciones en Brasil; antes, esa firma tenía una planta junto a Socma en Uruguay desde 2007, pero acabó cerrándola en 2015.
En otros países del continente las automotrices chinas tienen una presencia menor: por ejemplo, en Colombia no hay ninguna marca del país asiático entre las diez más vendidas, con los camiones Foton y las camionetas JAC como muestras más destacadas, y los Chery entrando en el mercado en 2013 con los taxistas como mercado objetivo por su bajo coste.