Tienen tantas convicciones y principios y están dispuestos a cambiarlos para buscar agradar a la audiencia. Dicen y prometen lo que saben no pueden cumplir. Son “líquidos” como la sociedad que promueven, dice la columna de opinión de la periodista e historiadora Magdalena Merbilháa publicada en El Líbero.
En estos días escuchamos “a coro” la idea que el actual gobierno “estabilizó” al país. Ciertamente Chile está, en términos de convulsión, más tranquilo, pero estable no está.
Desde octubre de 2019, la llamada por sus protagonistas “revuelta”, que para la mayoría silenciosa fue “un intento de revolución que buscó derrocar a un gobierno democráticamente electo” liberó las peores pulsiones sociales y justificó lo injustificable. Lo que hoy llamamos el “octubrismo” fue la barbarie y lo anticivilizatorio en acción. La idea del “hombre como lobo para el hombre” de Hobbes hecha realidad. La codicia, la envidia, dieron paso al pillaje y el robo. Al crimen, siempre injustificado. Vimos encapuchados violentistas destruir propiedad pública y privada y hasta quemar iglesias y no pocas.
Esa violencia buscada fue lo que les permitió a quienes hoy nos gobiernan llegar al poder. Por eso, y como un modo de agradecer los “favores concedidos,” se les rindió homenajes en el ex Congreso a los delincuentes de la «primera línea». Del mismo modo, se los indultó, anulando sus crímenes y luego se les pagó, con plata de todos los chilenos, dándoles pensiones de gracia. Por supuesto, cuando “sus amigos” se hicieron del poder y que, además pagaron los favores concedidos, la violencia desatada cesó. La destrucción quedó y la “zona cero” no se dignificó. Nadie está mejor. Chile se desestabilizó.
La RAE considera lo estable como sinónimo de equilibrio, solidez, firmeza, permanencia, raigambre, continuidad y perdurabilidad. Ciertamente adjetivos ajenos en muchos modos al actual gobierno.
Equilibrio, no tenemos. Económicamente la situación empeoró, precisamente por seguir las políticas impulsadas por los “iluminados” de La Moneda. Las reformas de Bachelet II frenaron al país y la arremetida contra el sistema los llevó a atacar a las AFP, fomentar los retiros, desatar la inflación, lo que obligó a encarecer los créditos. El desequilibrio ha sido la tónica.
La solidez tampoco la vemos. Los que hoy gobiernan no son precisamente ni los más sabios, ni los más experimentados. Más bien, justificando su juventud relativa, ya que jóvenes ya no son, sino que más bien son inmaduros e infantiles, parecen estar “haciendo la práctica” y aprendiendo con Chile y los chilenos.
La firmeza, definitivamente no la tienen, ya que nunca han hecho lo que realmente corresponde para controlar el crimen organizado y la violencia desatada que encontró su curso en las aguas convulsionadas que ellos mismos provocaron, precisamente debilitando la autoridad. La seguridad se desequilibró, se desestabilizó, se “desmadró”. Hoy, dicen apoyar a carabineros, pero no revocan los indultos, por lo que su discurso no es real. La Ministra del Interior con poca firmeza dice tener miedo de reestablecer el orden y devolver a Baquedano a donde siempre estuvo. De firmes, nada.
En cuanto a la permanencia es otra gran carencia, ya que son más bien “mutantes”. Tienen tantas convicciones y principios y están dispuestos a cambiarlos para buscar agradar a la audiencia. Dicen y prometen lo que saben no pueden cumplir. Son “líquidos” como la sociedad que promueven. No creen en la Verdad, ni en el Bien y odian la Belleza.
En cuanto al raigambre es algo que también carecen, ya que no respetan la tradición. Por lo mismo son antidemocráticos, ya que “la tradición es la democracia de los muertos” y es la identidad, la memoria de una nación. Para ellos el mundo nació con ellos. Por lo mismo, no tienen continuidad, ya que son el quiebre en sí mismo y por tanto, como toda moda, no tendrán perdurabilidad tampoco. Son vacíos.
Es evidente que no trajeron la estabilidad. Ellos desestabilizaron un país que por más de treinta años había sido muy estable. “Le metieron inestabilidad” y como siempre, después del “terremoto” algo de calma llega, pero aún falta “la reconstrucción”.
Chile no es estable y el mercado lo sabe. Los capitales se fueron, las personas y las empresas no invierten. Esta inestabilidad no es una sensación que un discurso pueda aplacar. Es la realidad. Quienes hoy nos gobiernan creen que el “mal de Estocolmo” puede extrapolarse a la sociedad. ¡No nos vamos a enamorar de nuestros captores!
Son ejemplo del “mal de Munchausen” nos enfermaron para decir que nos “cuidan” y sin duda tienen el “síndrome de Peter Pan”, no quieren crecer. No toman responsabilidades, son incapaces de reconocer los errores y creen que la fantasía es real. Se cuentan cuentos y se los creen. No son el gran gobierno lleno de logros, son más bien la carencia de todo lo anterior. No llegaron a donde están por sus méritos, sino que simplemente por gritar y golpear más fuerte, lo que demuestra el poco valor de los “activistas políticos”. Si “por sus obras los conoceremos”, por éstas y sus “no obras” los juzgaremos.
Son la carencia y la ausencia, verdaderos “flatus vocis” que, como oxímoron que son, sólo han logrado instalar una inestable “estabilidad”. Se anulan a sí mismos, son vacíos de pensamiento y obra, por lo mismo constantemente omiten. El relato ya no se sostiene, es una flagrante mentira. Las caretas y los disfraces no los ocultaron, más bien los develaron.
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