Una semana de retiro en Camp David. Ese es el tiempo que Joe Biden y sus principales asesores le dedicarán en la residencia oficial de descanso de los mandatarios norteamericanos a la preparación para el crucial debate presidencial con Donald Trump, este jueves, en los estudios de CNN en Atlanta, el primer cara a cara entre ambos desde la última vez que debatieron, hace cuatro años, en la última campaña presidencial.

Biden llegó a Camp David el jueves pasado, y desde entonces ha estado encerrado con más de una docena colaboradores, sin agenda, alistándose para el duelo con Trump, en el que aspira a marcar diferencias y sacar una ventaja que le permita recorrer con tranquilidad la campaña hasta las elecciones presidenciales de noviembre. Ambos candidatos aparecen empatados en las encuestas y los pronósticos auguran una pelea voto a voto por la Casa Blanca, en una elección ampliamente vista como la más importante de la era moderna, en la que ambos bandos dicen que la democracia norteamericana –la más longeva del planeta– está en juego.

Más proclive a confiar en sus instintos y menos afecto a los preparativos, Trump decidió esquivar las sesiones de entrenamiento, tuvo algunas discusiones de políticas con asesores, expertos y aliados, y se aferró a su agenda de campaña. El fin de semana, en un acto de campaña en Filadelfia, Pensilvania, descargó munición contra Biden, al burlarse que se encerró para dormir y afirmar, luego, que Biden irá al debate «dopado».

«Hay reportes de que en este momento, Corrupto Joe se ha ido a una cabaña de madera para estudiar y prepararse. No, no lo hizo. Ahora está durmiendo porque quieren que esté sano y fuerte», dijo Trump en su acto de campaña. «Entonces –siguió–, un poco antes del debate, le dan una inyección en el trasero. Quieren fortalecerlo para que salga…, va a salir, OK. Yo digo que va a salir dopado, muy dopado».

Trump insistió este lunes con el tema al sugerir que él y Biden deberían someterse a un test de drogas antes del debate. «¿¿¿Test de drogas para Corrupto Joe Biden??? (sic)», preguntó Trump en un posteo en su red social, Truth Social. «¡¡¡Yo también inmediatamente aceptaría uno!!!», completó.

A sabiendas de todo lo que está en juego el jueves –es la primera vez que los votantes verán a Biden y a Trump frente a frente–, el equipo de Biden decidió pulir cada detalle, sin dejar nada librado al azar, tal como marca el protocolo tradicional de las campañas presidenciales. Biden, su equipo, sus asesores, y también algunos de sus funcionarios, como el jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, se encerraron para definir sus talking points, sus argumentos principales, discutir la estrategia y las respuestas a los muy probables ataques de Trump, y también para afilar a Biden para un duelo donde las miradas estarán mucho más puestas sobre él que sobre Trump. El objetivo: marcar un claro contraste, y lograr que Biden saque ventaja antes de las convenciones partidarias.

«Dos visiones»

«El jueves, el pueblo estadounidense verá dos visiones distintas para el futuro en el escenario de Atlanta: la visión del Presidente Biden, donde las libertades están protegidas y todos los estadounidenses tienen una oportunidad justa, y la oscura ‘visión’ de Donald Trump, será un dictador desde el primer día, dará recortes impositivos a los ultrarricos a costa de la clase media y arrancará los derechos de las mujeres», escribió el director de comunicaciones de la campaña de Biden, Michael Tyler, en un memo de estrategia difundido el fin de semana.

Tyler adelantó además que la campaña de Biden ha ampliado su campaña publicitaria para reforzar ese contraste y marcar «la opción» que la gente verá entre Biden y Trump, «que subirá al escenario como un criminal condenado que lucha por sí mismo sin importar cuánto daño inflija al pueblo estadounidense», afirmó. Tyler indicó que ese esfuerzo continuará con avisos digitales y en la televisión para marcarle directamente a los votantes el mensaje del oficialismo sobre los temas que, a juicio del equipo de Biden, definirán las elecciones, como el aborto. Y el equipo de Biden anunció planes para poner en marcha más de 300 reuniones para ver el debate y unos 1.600 eventos en los estados pendulares, como Georgia, sede del debate, antes del duelo entre los candidatos.

Virtual empate

Con esa estrategia, Biden y su equipo esperan poder capitalizar en el cruce para quebrar el virtual empate que muestran las encuestas. El promedio de sondeos de RealClearPolitics le da a Trump un respaldo del 46,1% contra un 45,2% de Biden, mientras el promedio de 538 tiene a Biden en la delantera por menos de un punto: 41% contra un 40,6 por ciento. El pronóstico de 538 es un reflejo de esa paridad: en 100 simulaciones de la elección, el modelo arroja a Trump ganador en 50 ocasiones, y a Biden en 49.

En el equipo de Biden creen que esa paridad se debe, en parte, a que una porción del electorado todavía no está del todo conectado con la campaña y la elección, no a un déficit de su candidato, y una vez que la gente sintonice y sea más consciente acerca de cuáles son las opciones para los próximos cuatro años en la Casa Blanca, Biden comenzará a ganar respaldo.

Ese es uno de los principales motivos por los que Biden y sus asesores apostaron por adelantar al verano boreal los debates presidenciales, que tradicionalmente se realizan en el último tramo de la campaña, ya en el otoño. Es una apuesta arriesgada que puede llegar a jugarle en contra a Biden si es que Trump termina inclinando la balanza a su favor. Pero aún si se da ese escenario, el cambio de calendario dejará Biden y a su equipo con más tiempo para intentar la remontada.

/psg