Aunque el invierno está recién empezando, las secuelas que han dejado varios de los frentes de intensas lluvias que han azotado al país obligan a reflexionar sobre las oportunidades y desafíos que presentan los fenómenos climáticos que está experimentando el país. Después de las lamentaciones, debiésemos centrarnos en cómo podemos construir un país mejor y más resiliente al cambio climático.

Una forma equivocada de enfrentar el fenómeno del cambio climático es pretender que podemos detenerlo. Primero, aunque Chile haga todo lo que sea posible para reducir la emisión de dióxido de carbono, nuestro país es responsable de un 0.25% de las emisiones mundiales de CO2. Esto no significa que debemos tirar la tolla y olvidar nuestra responsabilidad y compromisos. Pero sí debemos entender que, aunque hagamos bien nuestra tarea, el cambio climático va a seguir su avance. No tenemos ni la influencia para lograr que otros países hagan su parte ni el peso suficiente para producir un impacto significativo en el esfuerzo por reducir las emisiones de carbono. Segundo, la historia de la humanidad nos ha enseñado que ha habido cambio climático antes de que los seres humanos existiéramos. Por lo que sabemos, el mundo ha pasado por etapas de enfriamiento y calentamiento, producto de hechos fortuitos o por razones que no logramos entender del todo. Es verdad que, en esta ocasión, los humanos parecemos ser los responsables del cambio climático. Pero es ilusorio suponer que el clima en la tierra puede mantenerse invariable en el tiempo.

Luego, el desafío que tenemos como país es aprovechar las oportunidades que presenta el cambio climático. Mucho que se ha hablado de la creciente demanda por litio en el mundo para poder avanzar en la transición hacia energías más limpias. Menos se habla de la urgencia que implica ser capaz de mantener la posición de liderazgo del país en la producción de litio -cosa que, por cierto, no estamos haciendo muy bien. Pero hay también una serie de otras oportunidades para la acción e innovación que presenta el cambio climático.

Por varios años en Chile hemos venido teniendo un intenso debate sobre la sequía. En temporadas invernales recientes, el país tuvo menores precipitaciones de lo normal. La escasez de agua movilizó a muchas personas. No pocos líderes locales hicieron carrera política a partir de su involucramiento en el debate sobre la sequía. La sequía fue también un tema central de debate en el fracasado proceso constituyente. Aunque hablamos mucho de la sequía, el país avanzó mucho menos en desarrollar una mejor infraestructura de embalses y represas que ayudaran a almacenar el agua que cae cuando se producen intensas lluvias. Precisamente porque llueve menos, hay más necesidad de construir embalses.

Es verdad que ha habido avances en la construcción de embalses en las últimas décadas. Los presidentes Bachelet y Piñera diseñaron ambiciosos planes para construir más embalses e iniciaron obras en varios lugares para lograr retener más agua de lluvia. Los embalses ayudan a evitar inundaciones y permiten almacenar el valioso elemento para los meses más secos. La agricultura, la industria vitivinícola, frutera y forestal -y las decenas de miles de empleos que esas industrias generan- dependen de la disponibilidad de agua. Es más, precisamente porque en algunos años hay menos frentes de lluvia, la necesidad de tener embalses y represas es mucho mayor ahora que antes.

En la campaña presidencial de 2021, torpemente, el candidato Gabriel Boric dijo: “Ya no sirve invertir en embalses cuando no hay agua para llenarlos”. Si bien su programa de gobierno mencionaba la necesidad de construir más embalses, en el típico lenguaje frenteamplista de que todo se había hecho mal hasta ahora, pero que ellos lo sabrían hacer mejor, este gobierno no ha convertido la construcción de embalses en una prioridad. Tampoco el gobierno ha buscado apurar la aprobación de proyectos de desalinización o de otros proyectos de infraestructura que permitan modernizaciones que aprovechen las oportunidades que genera el cambio climático. Como en muchos otros ámbitos, este gobierno ha sido mejor para reclamar por las cosas que no le gustan que en aprovechar las oportunidades que genera la nueva realidad.

La historia de la humanidad nos ha enseñado que el ingenio humano es capaz de generar invenciones y tecnologías que nos permiten mejorar la calidad de vida de humanos y otras especies. No hay razón para pensar que no podremos adecuarnos al cambio climático y aprovechar las oportunidades que genera la nueva realidad. Pero para hacer eso, deberemos empezar por entender que los avances y logros tecnológicos se producen cuando el Estado facilita la innovación y los desarrollos tecnológicos, no cuando los frena con permisos excesivos y burocracias innecesarias.

Ahora que han pasado dos duras tormentas, y sabiendo que vendrán otras, más que lamentarnos por el cambio climático o llorar sus consecuencias, debemos tomar el toro por las astas y comenzar a aprovechar las oportunidades que nos trae esta nueva realidad que ha llegado para quedarse.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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