Resulta curioso que, siendo la política una función indispensable en toda sociedad, al ser su misión organizar, regular y garantizar la convivencia ciudadana de manera ordenada y justa, ella “goce” de un desprestigio tan abismante. La razón es muy simple, la total pérdida de confianza y credibilidad en los políticos y en sus instituciones.
La corrupción, la falta de transparencia, las promesas incumplidas, el nepotismo, el clientelismo, la incapacidad para abordar los problemas reales de la gente y un largo etcétera, han terminado por horadar el prestigio de los políticos, para quienes todo vale a la hora de pelear un puesto o una cuota de poder… las vueltas de carnero, las traiciones o simplemente los intereses económicos.
Los ejemplos sobran, no sólo a nivel nacional; lo hemos visto en las últimas elecciones en Europa. En España el PSOE de Pedro Sanchez “transó todo”, incluso los indultos para los separatistas, con tal de quedarse en el poder, y así parar al Partido Popular de Nuñez Feijoo y a Vox, partidarios de la Sociedad Libre. En Francia, Macron prefirió aliarse con la ultraizquierda para frenar a la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, también partidaria de la Sociedad Libre.
Ambos casos debieran ser cuidadosamente estudiados por las directivas y los “gurús” de los partidos que en nuestro país representan a la oposición. Un riguroso análisis racional debiera advertirles que la izquierda hará todo para mantenerse en el poder y no perder el jugoso botín del Estado.
Piense mi incrédulo parroquiano en los esfuerzos que está haciendo la izquierda para torcer la obligatoriedad de ir a votar, lo que según sus cálculos los perjudicaría. Si ya el Senado resolvió dejar sin sanción el voto obligatorio, ahora se están dando “maña” para que el eventual veto del Presidente al proyecto del Senado, establezca que la multa solo sería aplicable a los “ciudadanos” y no a los “electores”, con lo cual los inmigrantes, en dudosa interpretación, no estarían obligados a votar.
Son muchas “las martingalas” que dan cuenta que en política todo es “poder y dinero”. Véase sólo “el Caso Orrego”: llegó a la Gobernación de la Región Metropolitana gracias a que los electores de Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura le dieron un amplio margen de diferencia con Oliva, su contendora (88,6%, 94,9% y 90,9% respectivamente).
Pues bien, “el señor Orrego”, otrora DC, ahora independiente, comete la “traición” de inscribir su candidatura a la reelección apoyado por la extrema izquierda y las directivas del PS y FA; todo sea por poder y dinero. La DC, al comprobar que por dicha traición perdería, por concepto de anticipos, la suma de $400 millones, decidió vengarse y no transará con la izquierda su candidatura en Coquimbo; otra vez… poder y dinero.
Finalmente, esta busquilla pluma comprueba que “el Caso Orrego” no es el único que demuestra que, en política, hay conductas inescrupulosas -traiciones y venganzas-; por lo tanto, no es extraño ni curioso que la política esté tan desprestigiada.
Por Cristián Labbé Galilea
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